El vestido tenía un estampado de flores de todos los colores. Era pegado de arriba y suelto de abajo. Claro que a mi me quedaba todo holgado, aún así me gustaba como me veía. Me veía bonita.
Faltaban pocos minutos para las seis, tenía que marcharme pero aun no había arreglado mi cabello. Hoy quería sorprender a todos. Las niñas que me criticaban, los chicos que no me notaban, mis amigas y por supuesto Ethan.
No, Ethan era mi mejor amigo. No me gustaba y yo no le gustaba a el. Éramos como hermanos.
Trate varios peinados pero ninguno salía como yo esperaba. Ya eran las seis diez iba tarde, tenía que apurarme. Deje que mi pelo colgara hasta la cintura y salí corriendo de casa. Mis padres no se encontraban presentes y mi hermana estaba con su novio en el cine.
La casa estaba cerca, podía llegar corriendo pero quedaría toda sudada y olorosa. Pare al borde de la acera y trate de llamar la atención de los taxistas. Nadie paraba, simplemente me dirijan miradas curiosas.
Tenía frío, ya eran las seis y media y mi cabello estaba completamente enmarañado. Aun no llegaba a la fiesta y ya quería ponerme a llorar. Cerré los ojos y me abrace. Creo que dure unos cinco minutos parada en medio del caos urbano hasta que unos cuantos pitidos me regresaron a la realidad.
No era un taxi. Era el BMW de Ethan, estaba reluciente como siempre.
- ¡oye, súbete que llegamos tarde!
Sonreí y corrí hacia la puerta.
Una vez dentro me encontré con la mirada de Ethan. Algo dentro de mi revoloteo. Trague saliva y aparte la mirada. "No te quiere a ti, solamente son amigos"
- llegaste justo a tiempo, estaba a punto de echarme a llorar en la calle.- reí quitándole importancia al asunto.
- ya sabes, siempre te salvo- sentí sus ojos observando y analizándome.
- regresa los ojos a la calle, "campeón". - mi pulso estaba regresando a su normalidad.
Ethan odia que lo llamen campeón, su padre solía llamarlo así pero desde que él engaño a Barbara, su mamá, Ethan odiaba ese apodo con todo su ser.
- te ves bien, como una niña de cinco años pero bien- ¡ouch! Eso me dolió.
- déjame- murmure.
Llegamos en treinta minutos, y el camino había transcurrido silencioso. Ethan se encontraba nervioso por algo, lo conocía como la palma de mi mano. Solamente no sabia la razón.
Una ves dentro de la casa él desapareció.
No pude evitar pensar que le provocará vergüenza.
Me acerqué a Yoana, la cumpleañera. Llevaba un vestido negro, pegado que resaltaba su esbelta figura.
- ¡dios que bien te ves! Deberías vestirte así mas seguido.- ay si, claro. Como si me fuera a tragar eso.
- tu te ves mejor- le regale mis sonrisa mas radiante. - voy a saludar a los demás, ya vuelvo ¿vale? El regalo lo trae Ethan. Solo búscalo.
Me aleje dando saltitos, hoy quería que todo fuera perfecto. Me divertiría como si no tuviera problemas ni preocupaciones. Me sentiría bonita como las demás chicas. Trataría de simplemente no ser yo.
- ¡Daisy! Dios te ves fantástica-
Era verdad, Daisy era una chica hermosa en todos los sentidos de la palabra. Levaba su cabello negro hasta los hombros, era delgada muy pero muy delgada, daba la sensación de que se rompería en cualquier momento.
- ¡muchas gracias!- su voz cantarina siempre me había simpatizado, siempre sonaba alegre y amistosa. Hoy se escuchaba fingida.- amm... bueno tengo que buscar a alguien, hablamos alrato.
No me dejo contestar, se dio la vuelta y se marcho.
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Nada estaba saliendo como yo quería. Todo el mundo me ignoraba y me dejaba hablando sola. Ethan me evitaba y cuando lo sorprendía mirándolo el apartaba la vista rápidamente.
Después de una hora decidí subir al cuarto de Yoana. Siempre había adorado su cama, era grande y suave. Perfecta para enterrarse en las cobijas y llorar. Me quite los zapatos y los avente, me habían parecido hermosos, ahora me parecían unas maquinas de tortura. No por que me lastimaran o fueran feos sino más bien por que me hacían darme cuenta de que yo no era el tipo de chica delicada que podía embutir sus pies en un zapato tan pequeño.
Apague las luces y me senté en el borde de la cama. Deje que mi cuerpo se relajara. Solté un suspiro involuntario.
Quería irme a casa. No lo pensé dos veces, me levante y baje las escaleras. Me marche sin decir adiós.La mañana siguiente la casa se encontraba en silencio. Aun era temprano, eran las seis y media y mis padres dormían al igual que mi hermana. Seguía dentro de mi vestido floreado, ahora solo quería arráncalo de mi cuerpo. Me dirigí al baño y observe en el espejo.
Demasiado pequeña
Demasiadas pecas
Cabello maltratado
Me pregunte como se sentiría desaparecer. Como seria olvidarte de todo, poder sentir paz finalmente.
Me lave la cara y trence mi cabello. Me quite el vestido y quede en ropa interior frente al espejo. La sensación de derrota era abrumadora y aplastante. Quiero huir, solo que no sabia donde.
¿La gente lloraría por mi si muriera? ¿Irían a mi funeral? ¿Me llevarían rosas?
Baje las escaleras, necesitaba mis pastillas. Los antidepresivos arreglarían todo, pronto estaría calmada. Cuando tome el bote el peso de todas esas pastillas fue demasiado.
Regrese corriendo al baño, me deje caer aun con el bote de pastillas en la mano y rompí a llorar.
No era muy difícil, solamente tomaba una pastilla y esperaba una hora. Después de eso estaría bien de nuevo, estable y feliz.
Pero también sería fácil tomar un puñado de pastillas, tragarlas y sentir como me desvanecía.
Mis manos comenzaron a temblar, el estomago se me revolvió y vomite. Las arcadas eran potentes, me estaba ahogando en mi propio vomito.
-¡aaah!- un sonido gutural salió de mi garganta.
-¿Gina? - la voz de mi madre me sobresalto.- ¿Gina estás bien?
Abrí el bote de pastillas saque unas cinco y las trague. Después trague otro puñado.
Otro y otro y otro...
Fueron tantas que sentía que se me atoraban en la garganta.
Mi corazón se aceleró, sentí que mi pecho explotaría.
Minutos más tarde mi visión se tornó borrosa y doble. Comense a jadear, sentía como si el aire tratara de escapar de mi. Como todos los demás.
Me pare, el mareo era tan fuerte que tan solo pude dar unos cuantos traspiés. Caí de bruces y me estrelle contra el duro y frío piso de mármol.
- ¿Gina?- La voz de mi madre atravesó la niebla que me rodeaba.
¿Es posible arrepentirse de intentar tomar tu propia vida?
- m... Ma!- el esfuerzo me agoto, solo pude emitir un leve susurro. Supongo que mi madre estaba cerca por que pude oírla contener la respiración y correr hacia mi.
Recordé todas esas veces en el jardín de niños, todas esas caídas. Esos golpes. Todos los accidentes. Ella siempre corría hacia mi, nada la detenía. Me estrechaba en sus brazos y el dolor desaparecía. Solo que esta vez ella no llego a mi, no me estrecho con sus delgados brazos, no beso la herida con cariño.
Las lagrimas brotaron. Chille y gemí sin vergüenza. Mi mamá no me salvaría. Mi papá no me tranquilizaría y mi hermana no estrecharía mi mano.
Los golpes en la puerta aumentaron cuando mi padre llego.
Perdí la conciencia un momento. Sudando abrí los ojos sentí a mi madre junto a mi, pero seguía en el mismo lugar, completamente empapada de vomito y con el peor dolor que he sentido en mi vida.
Mis ojos se encontraron con los de mi madre. Algo se acomodó en mi interior, cerré los ojos y me deje llevar.
Mi madre estaba junto a mi y no me dejaría marchar.
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Cuando decidió abandonarnos
Novela JuvenilNuestra vida es corta, frágil y difícil de soportar. Al menos eso es lo que piensa Gina. Ha sufrido durante tanto tiempo que solamente se quiere dejar ir. Lo único que la mantiene entre nosotros es su amor hacia los que la rodean. Un día Gina va a...