Ella era una mujer de piel blanca y sin heridas, libre de cualquier cicatriz o imperfección. Tenía la piel más suave y tersa que se pudiera imaginar. Tanto así que, si el agua intentara empapar sus brazos, se deslizaría hasta crear preciosos anillos de agua en sus dedos. Tan pálida era su piel que, en la noche oscura y en la posición adecuada, se podía ver reflejada sobre ella la luz de la luna, emanando una pequeña estela de luz azul que parecía salir de sí misma.
Alma errante y de frágil caminar. Como si cada paso fuera una danza que hubiese practicado toda su vida, la elegancia con la que movía sus pies alegraba la vida de las flores que tuviesen la suerte de ser rozadas. Al pasar, apenas se apoyaba sobre el suelo, tal pareciera que, en vez de caminar, flotara.
Con cada paso que daba, su cabeza se mecía delicadamente de un lado a otro, como si escuchara una canción a ritmo lento.
Hermosa y con una elegancia que le permitía mantenerse aliñada incluso en los momentos más caóticos.
Su cabellera era del color de las estrellas; de hecho, se dice que le robó su color a estas, y por eso puedes ver estrellas que titilan y otras que yacen apagadas, pero siguen vivas en la estela de su pelo rubio.
Su cara estaba decorada con hermosas lentejuelas que los hombres de hoy en día llamarían pecas, pero se estarían equivocando.
La mujer de ojos esmeralda.
La historia tiene lugar en el bosque Sýnora. Es un bosque en el que es imposible sentarse en la misma piedra dos veces. Se extiende por casi toda la tierra y es el origen de las primeras especies que iniciaron lo que conocemos hoy en día como vida. La flora de Sýnora se movía de un lado a otro impulsada por los susurros del viento entre las hojas, donde la clorofila parecía estar más viva que en cualquier otro lugar. Si te quedabas mucho tiempo observándola, te arriesgabas a la miopía, el mareo o incluso la ceguera. A la mujer no le preocupaba su vista, pues ella tenía siglos viviendo allí y era tan antigua como el verde que recubría las hojas. Los árboles se entrelazaban, las enredaderas abrazaban con fuerza los troncos, y el azote del viento hacía que siempre pudieras escuchar el arrullo de las hojas moviéndose. Si te concentrabas, cuando el viento callaba, podías escuchar a la vida misma hablar.
Durante el día, las aves hacían de las suyas. Las aves cantoras eran las que más se hacían presentes. Cuando silbaban, el sonido se escabullía entre las hojas creando una acústica que se extendía a lo lejos, permitiendo que las aves se escucharan en grandes distancias. Cuando las aves cesaban su cantar, los pájaros carpinteros ambientaban el bosque con el sonar de sus picos chocando con los troncos. Los pavos reales adornaban los atardeceres con sus danzas y plumas. Si tenías suerte, podías ver cómo la anaranjada luz del sol iluminaba sus plumas, formando un prisma de colores parecido al del arcoíris. A diferencia del día, en la noche el ambiente era más bien, tétrico.
El viento dejaba de susurrar los secretos del bosque. Las plantas paraban para descansar de los bailes y ahorraban sus energías quedándose quietas. Las aves y los demás animales reposaban, dando paso a que el silencio se apoderase del lugar al que fueses. El silencio caminaba, se paseaba entre las hojas, hacia callar a los animales que roncaban y mataba el eco que resonaba. El silencio era un asesino que asechaba por las noches, y solo a veces era ahuyentado por animales que hasta el mejor de los mercenarios modernos temería.
La preciosa mujer vivía en Sýnora. Decir que vivía en el bosque sería un sacrilegio. Ella vivía con el bosque, era parte del bosque y vivía como un animal más. Tal vez esa es la razón de la desnudez de su cuerpo. A todos lados donde caminaba, sembraba vida, flores de loto nacían donde la lluvia no caía. Siempre se encontraba acompañada de distintos animales, pues se dice que podía comunicarse con ellos. Su afinidad más grande era con las aves, y de vez en cuando, usaba esta habilidad para comunicarse con el bosque mismo. Su ave favorita era un cuervo que solo aparecía por las noches y esporádicamente por el día, si ella lo llamaba.
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Angellos y Humanos: Génesis.
Science FictionCuento narrado por uno de los personajes de mi novela principal, habla de la historia de los primeros ''Angellos'' seres desterrados del cielo, en busca de un humano al cual proteger.