📖CIENTO CUARENTA Y NUEVE📖

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Dormir comenzaba a dejar de ser una opción, así pues no pude pegar el ojo en toda la noche, lo cual no era nada raro últimamente.

-Al menos deberías intentarlo. - me sermoneo Kikyō cuando a la mañana siguiente me encontró sentado en el sofá viendo a la nada.

-Si no lo estuviera intentando, no estaría aquí. - me queje en voz baja.

Fue lo único que hablamos aquel día, pues no mucho después de que despertó me salí de la casa en busca de Grinberryall.

-¿Cerrado? - me pregunte ante el letrero de la puerta del local de Grinberryall.

-Así pasa algunos días al mes... - comentaron a mis espaldas. La voz era tan conocida para mi que no me sorprendió en lo absoluto escucharla. - Son los días en que se reúne con Boris o con algún cliente potencial, suele dejar a Dolores a cargo, pero tengo entendido que esta vez ella tenía algo que hacer.

-Sabes mucho para decir que no lo conoces. - le dije dándome la vuelta resignado, pero para así poder verlo.

-Conozco la rutina de cada local de la ciudad, la escribí en la libreta, pero con el tiempo termine por memorizarla.

-Ya veo.

-En todo caso, ¿para que lo buscabas?

-Los chicos y yo pensamos que podría tener información sobre como salir de aquí.

-¿Y la tiene?

-Al parecer no, no estoy seguro. - hice una pausa cayendo en la cuenta de mi alrededor. - ¿Tú por qué viniste?

-Pasaba por aquí cuando te vi, iba camino a conseguirles algo para esta moche. - me explico con cierta emoción.

-¿Esta noche?

-Si, desde que le dieron la paliza a Dymytrie he estado pensando darles la verdadera bienvenida a la Ciudad Subterránea. Pero solo hasta hoy encontré ese momento de oportunidad.

-¿Y en que consiste esta bienvenida?

-Lo sabrás por la noche.

-Soy demasiado curioso como para no insistir, ¿sabes?

Asher lo pensó un momento, solo para al final sonreir y encogerse de hombros.

-Qué suerte que soy demasiado paciente con las personas insistentes.

Esta vez fue mi turno de sonreír de lado.

-Pues tenemos un problema, así que qué tal si lo resolvemos con que me dejes acompañarte, mi plan del día se vio truncado. - sugerí.

-¡Hmm! Bueno, supongo que me vendría bien una mano. - accedió aun con duda. - ¡Andando!

Se echo a andar y yo lo seguí aliviado pues tendría más tiempo para pensar como disculparme con Grinberryall y, también, me distraería de todo lo que estaba pasando.

-Y, a todo esto, ¿a dónde vamos? - pregunte curioso.

-Al mejor lugar del mundo, es como el paraíso para todos aquí abajo - explico Asher con una sonrisa entusiasmada. -, aunque, lamentablemente, solo los de la RG sabemos de ese lugar y, más aún, somos los únicos que sabemos como entrar.

-Suena a algo ilegal... - dije medio en broma.

-Todo aquí abajo es ilegal, te recuerdo.

Tenía un buen punto, no lo podía negar, pero un debate no es algo que llegaría a perder ni en la superficie, ni aquí abajo; no había nada que me entretuviera más que un debate, llevaba años de práctica con mi padre.

-Pero entre entrar a un lugar que nadie sabe de su existencia y robar un camión de suministros, es normal lo segundo y como así se considera, ya no suena ilegal. -razone usando la lógica del funcionamiento de la ciudad.

-Qué sea la rutina diaria no le quita lo ilícito.

Y hablando de rutina diaria, las calles principales de la ciudad, qué justo recorríamos, estaban llenas de gente con escasas bolsas de compras o niños jugueteando. Por un solo segundo, un escaso y mísero segundo, casi podía olvidar que la Ciudad Subterránea no era la zona olvidada, la zona destinada a pobres, marginados y la escoria del mundo. Por un segundo creí que solo era una ciudad más, con su belleza indescriptible.

-Al menos para ti, pero no veo a Grinberryall o al resto de la RG, preocupados por eso. - seguí argumentando.

Era consciente de que nadie aquí abajo consideraba posible que sus actos fueran delitos, para todos era la orden día y estaban bien con eso, no había carga de consciencia ni arrepentimientos. Justo lo que necesitaba ahora. Aquí se podía ser libre.

-¿Qué puedes esperar de una organización qué se fundó por el odio a una persona? - contraargumento. Vale, tenía otro buen punto. - Además, yo aún creo en la humanidad y creo en la bondad de la misma...

-¿Por eso nos tienes tanta confianza?

Se detuvo en seco, lo había tomado por sorpresa, pero al igual que Grinberryall y ciertamente todos en esta ciudad, nunca se dejaría mostrar en ese estado, por lo que al instante volvió a actuar con normalidad.

-Alguna vez los Ackerman salvaron al mundo, si eres el hijo de uno de ellos, ¿por que dudaría de tu propia bondad?

-Eso es demasiado optimista, no soy mi padre.

-Pero eso no quita que en tus venas corra su sangre... - golpe bajo, justo es lo que más me estaba causando conflicto. - Y, por si no te haz visto en el espejo, eres su viva imagen, ni siquiera tu espíritu bromista puede borrar tu cara.

-Tsk, te daré la victoria esta vez, Asher. - acepte mi derrota con desgana. - Pero eso no cambia el hecho de que yo no te he dado motivos de confianza y créeme que la humanidad mucho menos.

-¡Pero que terco eres! - se quejo con una sonrisa divertida. - Estoy seguro   qué el día en que dejemos de creer en la humanidad estaremos jodido. Y en cuento a ti, tu me devolviste la esperanza que creía perdida, eso ya basta y sobra para que te de toda mi confianza.

¿Esperanza? ¿Cómo podía dar algo que ni yo mismo tenía? Y peor aún, ni siquiera sabía en que momento le había dado tal esperanza, no había hecho nada por él.

Volví a chasquear la lengua, incrédulo de que yo pudiera causar tal efecto, pues yo no era mi padre, yo no portaba un emblema en la espalda qué asegurará qué lucharía por la libertad de la humanidad. Yo no era un símbolo de nada más que de estupidez, rebeldía ciega y una falsa habilidad de liderazgo. Ni por asomo era mi padre, nunca lo sería... Es más, la idea de llegar a ser como el me causaba náuseas. Por algo había huido de casa, por algo detestaba ese vacío que tengo desde actuar el poder Ackerman, por algo odio tener su rostro, sus manías... Odio ser un Ackerman. Odio ser como mi padre. Lo odio a él...

-¡Llegamos! - anuncio Asher.

-¿Eh?

Y entonces lo vi, era aquel edifico, aquel edificio al qué, con tanta desesperación y deseo, quería entrar a como diera lugar.

-Te presento el cielo en el infierno...

Levi's diaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora