Tatiana, todavía consternada por lo sucedido con Germán, decidió ayudar a otros enfermos en la misma situación, aunque, realmente, su motivación principal era encontrar un pene como el de Germán.
Colocó carteles en todos los hospitales de la zona, anunciando que cuidaba por las noches varones terminales, solo varones.
Pronto recibió una llamada que alegró a Tatiana. Rápidamente, acudió al hospital para conocer a su próximo cliente.
Distaba mucho de la expectativa de Tatiana. Era un hombre, de nombre Leonardo, 56 años, el doble de edad que tenía Germán, afectado de un ictus, que se debatía según los médicos entre la vida y la muerte por varias complicaciones.
Recibió toda la información de la mujer del cliente, y cuando ésta marchó, se preparó para comenzar su ritual sexual.
Un botón, y luego otro botón.
- Leonardo ¿te gusta lo que ves? ¡Míralas! Son para ti, para que juegues con tu boca.
Tatiana destapó a Leonardo en busca de su pene.
- Vaya, vaya... ¿Qué tenemos aquí? ¿Te has puesto contento al verme?
Leonardo, ligeramente empalmado, miraba con incredulidad a Tatiana sin entender nada.
Tatiana, después de mojar su mano con su flujo vaginal, comenzó a tocar el pene de Leonardo, que seguía extasiado, pero excitado.
- ¿Has sido un chico malo?
Tatiana estaba desatada, solo quería endurecer ese miembro e introducírselo.
Un golpe en la puerta de la habitación asustó a Tatiana, que corrió a abrir mientras se abrochaba su camisa. Otro paciente iba a compartir la habitación: un señor en plenas facultades físicas y psíquicas pernoctaría esa noche con la finalidad de hacerse unas pruebas al día siguiente. Aquello molestaba a Tatiana, su plan no podría llevarse a cabo.
Leonardo se había quedado con las ganas, ordenó a Tatiana que se acercara.
- Quiero más.
Esas palabras la excitaron, debía hacerlo discretamente. Metió su mano debajo de la sábana y comenzó a tocar el miembro de Leonardo de nuevo, mientras vigilaba al compañero de habitación.
Éste pronto sospechó que ahí estaba pasando algo: encendió la luz que anteriormente había apagado para ver mejor qué estaba sucediendo.Inmediatamente, Tatiana sacó la mano, se levantó, cogió una silla y se sentó en medio de las dos camas, tapando con su cuerpo el miembro de Leonardo para que su compañero de habitación no sospechara nada.
La noche se presentaba movidita, el paciente de la cama de al lado no estaba por la labor de dormir. Tatiana tuvo que dejar de lado su intención sexual con Leonardo. Se marchó al baño, y allí, dando rienda suelta a su imaginación mientras se introducía tres dedos en su vagina, se corrió.
Al día siguiente, llegó al hospital con la esperanza de no encontrarse con el compañero de habitación. Pero, para su desgracia, éste seguía allí.
Cuando la mujer de Leonardo se marchó, Tatiana salió de la habitación y se dio un paseo por los pasillos del hospital en busca del carrito de enfermeras: tan solo necesitaba una jeringuilla. Cuando se hizo con ella, volvió a la habitación y esperó pacientemente a que el paciente de la cama de al lado se durmiera.
Sobre las 3.45 de la madrugada comenzó a roncar, sonido que permitía a Tatiana controlar la situación.
Se acercó a él y desenroscó uno de los tubos que iban al gotero. Después de cerrar el paso de medicación, llenó la jeringuilla de aire, y se lo introdujo poco a poco hasta asegurarse que llegaba a la vena. Lo repitió una y otra vez: le daba placer, tanto o más que el sexo...Dejó de respirar después de dar dos bocanadas de aire, acompañadas de movimientos espasmódicos. Tatiana tenía tan solo un par de horas para realizar su tarea sexual.
Con el pene en su mano, comenzó a excitarlo, con movimientos a veces bruscos. Leonardo movía sus pies, su cara quería demostrar placer, gemía. Tatiana pensó que era el momento perfecto para subirse sobre Leonardo. Así lo hizo, se introdujo el miembro y comenzó a moverse. Echó una mirada al cadáver que tenía a su izquierda mientras continuaba. El pene comenzó a disminuir su tamaño, Leonardo había sufrido un gatillazo. Tatiana, enfadada, se bajó de la cama.
La muerte del compañero de habitación no había servido para nada.
Avisó a la enfermera de guardia de la muerte del compañero y amenazó a Leonardo para que no contara nada de lo sucedido.
Al día siguiente, Tatiana comunicó a la mujer de Leonardo que no iba a poder seguir acompañándolo por las noches, con la excusa de que tenía exámenes y necesitaba dormir para poder estudiar en condiciones.
Continuó la búsqueda de clientes nocturnos. La suerte le acompañó de inmediato esa misma noche, en forma de otro paciente. Se trataba de Juan, un anciano de 95 años, convaleciente de una neumonía.
La hija de Juan fue quien pagó a Tatiana por su servicio de acompañamiento nocturno. Tatiana se vino abajo al ver que esa noche no podría tener su noche sexual por la avanzada edad del paciente.
La imagen de Germán seguía viniéndole a su cabeza, necesitaba encontrar un pene de ese tamaño. La curiosidad hizo que se acercara a Juan para echar un vistazo a su miembro, no era para nada pequeño, pero dada la edad sería imposible levantarlo.
Trazó un plan para el día siguiente: se llevó al hospital una pastilla azul que izara el pene de Juan. Tatiana ya no hacía ascos a nada, ella solo quería sentir aquello que había sentido con Germán, le daba igual la edad de su víctima.
Al llegar al hospital, Tatiana vio cómo la hija de Juan salía de la habitación llorando: el pobre Juan acababa de fallecer.
Otra noche truncada. La desesperación se apoderaba de Tatiana, necesitaba sexo. Podía tener al chico que quisiera, pues era una chica atractiva aunque un poco solitaria, pero ella solo quería mantener relaciones con enfermos terminales.
Pasaron los días y no recibía llamadas. Durante las clases solo tenía un pensamiento, Germán. Comenzó a sentir una especial atracción por los cadáveres. Tanta era la atracción que, durante las prácticas en el mortuorio, la curiosidad le invadía de forma tan firme que se molestaba en averiguar el tamaño de los varones allí presentes, mientras el resto de compañeros estaban atendiendo a las explicaciones del profesor.
De camino a casa, paró en un supermercado para hacer la compra. En la sección de carnicería, mientras miraba un bistec de ternera envasada, comenzó a encontrarse mal, con ganas de vomitar. Salió del supermercado, metiéndose en el primer baño que encontró. Sospechaba que algo había debido sentarle mal.
En casa, cogió su agenda y cayó en la cuenta de que ese mes no había menstruado.
- No puede ser.
Pero sí podía ser: estaba embarazada de Germán, el único con el que había mantenido relaciones sexuales completas.
Su vida estaba a punto de cambiar para siempre.
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Hasta El Final
Kısa HikayeUna estudiante de enfermeria trabaja de noche en un hospital. Pronto conocerá otro tipo de placer sexual.