Aaron.
Frustración, impotencia, ira, culpa, terror y un miedo aterrador son las cosas que me consumen ahora mismo.
Arrastro todo lo que tiene la mesa del escritorio del despacho que hay en la mansión y dejo que todo caiga contra el suelo rompiéndose objetos de cristal que hacen un ruido atroz al caer.
Siento como todo me da vueltas, como la respiración se me corta, y como la vida deja de tener sentido de un solo tirón.
Es mi hija, es mi Ava que apenas tiene dos meses de nacida quien estaba en manos de ese asqueroso animal que tenía la mente enferma y cerrada en venganza que me aterraba lo que pudiera hacerle.
Una semana había pasado y no habíamos tenido rastro alguno. Estuvimos día y noche sobre el bosque y nada, era como un maldito laberinto que no tenía respuesta alguna. Muchos policías entendieron que quizás él ya no se estaba escabullendo allí dentro, así que decidieron cesar la búsqueda aquí y empezarla por otros bosques de la ciudad en los que posiblemente se haya trasladado.
Pero no, yo me negaba a no encontrar a mi hija, me negaba rotundamente a dar por hecho que iba a estar desaparecida en manos de ese troglodita.
Los días eran largos y las noches eran un infierno. No podía ver su cuna vacía y darme cuenta que no estaba allí, que podría estar sintiendo frío, llorando, teniendo hambre y que yo no estaba allí para darle lo que necesitaba.
Me moría lentamente cada día que pasaba y no la tenía en mis brazos, era una incertidumbre que no le deseaba a nadie y aunque no era la manera me había adueñado de las botellas de whisky del mostrador dándome cuenta que ni todo el alcohol del mundo podía quitarme o aminorarme al menos un poco el dolor de mi angustia.
Todas las noches tenía pesadillas de Ava siendo torturada o asesinada por Rick. La escuchaba llorar en mi cabeza, la escuchaba necesitar de mí y de su madre y me sentía un inútil al no conseguir nada, ni una pista, ni una señal de donde podría estar, o como podría estar.
Rick no llamó nunca, no se comunicó como siempre lo hacía para dejarnos al menos una idea, nada, y eso me tenía al borde de la locura.
Veo todo roto en el suelo y se me vuelve a nublar la visión.
Siento no poder más, pero tengo que poder, no puedo rendirme, tengo que encontrar a mi hija.
Hugo irrumpe en el despacho y observa todo el desastre que tengo en el salón. Le doy la vuelta porque no puedo evitar sentirme avergonzado, pero mi desesperación no es un secreto para nadie.
—Señor Aaron, discúlpeme, pero...necesitamos su ayuda.
Me estrujo la cara con ambas manos.
—Ahora no, Hugo.
—Es que...se trata de la señorita Leah, está teniendo otra de sus crisis.
Inmediatamente me doy la vuelta y tomo paso apresurado con Hugo siguiéndome detrás. Estos días no han sido fácil para ambos, y Leah ha estado teniendo unas crisis emocionales bastante fuertes que la dejan sin energía y más agotada de lo normal. Cuando no estoy las tiene aún peor, así que Hugo siempre se percata de buscarme cuando esto ocurre para poder calmarla.
Subo las escaleras a grandes zancadas y atravieso el salón entrando a la habitación y encontrándola en el suelo siendo intervenida por Susan y Lexie que intentan levantarla mientras Leah llora desconsoladamente.
La habitación está vuelta un caos, todo está lanzado al suelo, cosas rotas en las esquinas y una Leah desorientada sobre el suelo perdiendo el control de sus emociones.
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Mi Liberación #3
RomanceTERCER LIBRO DE LA SAGA MI ASESINO FAVORITO. Meses después de Leah haber heredado toda la fortuna de Jojo, las cosas parecen empezar a encajar a la perfección. Todo aparenta marchar a viento en popa que no existe el tiempo para preocuparse por absol...