23: Resurgir

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Alex reclinó la silla en la que estaba sentado hasta que el espaldar chocó contra una rugosa pared color obsidiana. A su costado se hallaba la necrólito, recostada en posición fetal sobre el suelo de baldosas negras. La bestia había quedado inconsciente luego del brutal enfrentamiento con los paramilitares que se habían llevado a Nirvana. Si bien hasta el momento no había dado ninguna señal de querer despertar, su respiración tranquila parecía indicar que no había sufrido ningún daño.

El joven Hound dejó escapar un suspiro de fatiga, con la mirada perdida en los fulgores de la lámpara de araña que colgaba del techo. Varias horas atrás, antes de verse obligado a abandonar la seguridad de su hogar, había tenido la oportunidad perfecta de cumplir la misión que su padre le había encomendado. A fin de cuentas, le hubiese resultado relativamente sencillo cargar con la aletargada necrólito hasta algún punto de extracción luego de utilizar un susurro para acabar con Senith. Tal vez hubiesen surgido imprevistos en el trayecto, mas era innegable que un escenario de esa índole se podía considerar una victoria casi segura.

Pero, a pesar de todo, Alex no la había aprovechado.

En su lugar, permitió que Senith contactara con sus colegas de Cruz Negra, quienes arribaron al lugar de los hechos en sendos vehículos blindados. Sin perder un segundo, aquellos sujetos tomaron a la necrólito, le colocaron unos peculiares grilletes en las cuatro extremidades, y la arrojaron sin mucha delicadeza al compartimiento de carga del coche más espacioso. Antes de partir, la mujer de cabello amatista se acomodó en el asiento del copiloto de la camioneta insignia que llevaba el símbolo de Cruz Negra en el capote, y ordenó a Alex subir a la parte posterior sin darle mayores explicaciones.

Lejos de oponer resistencia o siquiera idear un plan de escape, el joven noble prefirió obedecer. Incluso si estaba ante potenciales enemigos, su única alternativa para hallar y rescatar a Nirvana era hacer uso de ellos. Con tal objetivo en mente, intentó memorizar hasta el más mínimo detalle del camino por el que pretendían conducirlo, pero no pudo evitar caer rendido luego de tanto tiempo sin un buen periodo de descanso. Para cuando recobró la consciencia, la comitiva ya había dejado atrás cualquier vestigio de civilización al adentrarse en la naturaleza salvaje. El viaje continuó durante un trecho adicional hasta alcanzar su punto de destino: un emplazamiento con apariencia de base militar oculta en medio de un bosque pantanoso.

A pesar de lo sorprendente que resultaba, Alex no tuvo la oportunidad de explorar el área. Los agentes de Cruz Negra lo condujeron de inmediato a una sala sin más muebles que una mesa metálica y dos pares de sillas, donde lo encerraron con la única compañía de la desmayada necrólito. Llegado a ese punto, no tenía muy claro si su condición era la de "prisionero" o "invitado", mas estaba forzado a quedarse en aquella estancia dada la pesada compuerta sin cerrojo ni picaporte que bloqueaba la entrada. Ni siquiera contaba con la opción de distraerse usando su celular porque le habían arrebatado el aparato sin ningún miramiento apenas había puesto un pie en la base. Solo le quedó esperar en silencio hasta perder el sentido del tiempo.

De contar con algún buen libro a la mano, podría hacer frente al aburrimiento sin problemas, tal como había sucedido durante su internamiento en el hospital. Producto de esos recuerdos, un creciente miedo empezó a invadir cada rincón de su mente. Era lógico sentirse así, concluyó con pesar, dado que otra vez se hallaba ante un fracaso casi inevitable. Para empeorar las cosas, sabía que en la presente ocasión las consecuencias no serían tan convenientes como para limitarse a mandarlo internado durante un año. No, su salud física y sus memorias no bastarían para pagar por un segundo error.

Sin fallaba nuevamente, estaba claro que su único destino sería la muerte. Una muerte deshonrosa, sin ningún rastro de gloria. Y, con él, también caería su preciada familia.

NecrópataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora