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Omnisciente

El primer día en su hogar estaba siendo un desastre. Se preguntó a sí mismo si era una señal del destino que le decía que nunca debió dejar el apartamento de México.

La "charla" de Colombia y la ONU fue un poco pesada, pero al final, después de muchos gritos, lograron hacer un acuerdo que mantenía el trabajo del colombiano.

❛❛¿Sabes qué? Hagan lo qué quieran, cojan o matense, pero mantengan cualquier situación en secreto. Ya tengo suficiente con esta mierda.❜❜ —habló manteniendo su superficiar tono. Enfadado e inquieto.

Bueno.. un acuerdo que de acuerdo no tenía nada. La ONU se vió obligado a dejarlo hacer lo que quisiese.

Colombia le agradeció a todos los dioses y santos existentes. Después de la salida de la ONU, él también salió.

Corrió tan rápido como pudo, evadiendo a cualquier persona que lo reconociera. Sacó su celular y llamó a Venezuela pero este no respondió.

Pensó llamar a Ecuador pero este no estaba dentro de Colombia y se tardaría en llegar si le pedía que viniera.

Y no quería llamar a México ni responder sus mensajes, se sentía dopado, mareado y la impotencia corría por su sangre.

Cuando sus piernas no daban más, se sentó en una banca del parque. Estaba cansado y parecía que nadie podía rescatarlo en ese momento.

Dispuesto a despejar su mente, se relajó, dejándose llevar por el sonido de la brisa agitando las hojas de los árboles y las risas de niños que jugaban cerca.

Abrió sus ojos cuando una voz extremadamente conocida se escuchó cerca.

Oh, mierda. ¿Que se supone que hacía Brasil ahí? Según lo último que había escuchado, él estaba en Europa, no en Colombia.

Pero ahí estaba él. Caminando como si nada mientras a su lado estaban dos mujeres que no reconocía.

Y justo cuando su sorpresa no podía ser más obvia, su mirada se cruzó con la del brasileño, quien esbozó* una sonrisa al instante, acercándose y alzando su mano.

Colombia suspiró y también levantó su mano, en segundos estrecharon sus manos en un saludo amistoso.

–¿Qué hace você por aquí?– preguntó Brasil mientras se sentaba a su lado, haciéndole un gesto a las mujeres para que esperaran.

El colombiano cerró sus ojos, una vez más se encontraba en un apuro y Brasil parecía saber perfectamente lo que pasaba.

No quiso responder, estaba muy apenado y no podía mirarlo a los ojos.

–¿Es por lo que pasa con México?– Colombia asintió sin dudarlo. Casi se ahoga con su propia saliva cuando algunas palmadas llegaron a su espalda de parte de Brasil.

–No te preocupes, ya. Você tiene que ser fuerte, seguramente tudo va a salir bem– no, absolutamente no. Nada iba a salir bien y el colombiano tenía muy presente aquello.

–Gracias– sus palabras salieron por compromiso. El intento de ayuda del brasileño fue una completa mierda y no tuvo repercusión en el contrario.

–¿Sabes? Eu estuvo en el mismo lugar que você– todo se quedó en silencio por algunos segundos, Brasil parecía pensar para encontrar las palabras correctas.

–Me estás jodiendo– negó incrédulo.

Brasil asintió seriamente. Colombia lo miraba fijo, analizando sus, muy extrañas, expresiones.

Brasil para nada era un tipo feo. Tenía ojos color miel, tez morena, cuerpo de atleta y cabello corto. Sus rizos eran increíbles a ojos de cualquiera. Y media, para nada impresionante, 1.76 centímetros.

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