epílogo

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1482, personas de Japón eran exportadas a Joseon por la fuerza para atender los deseos de los habitantes. Sin importar si eran vitales o carnales. Prácticamente siendo esclavos de la rutina.

Sin embargo, se les otorgó el derecho de elegir sus trabajos dependiendo de su género y edad (todos los trabajos de igual forma eran sucios). Las jovencitas terminaban siendo mucamas y las mujeres (14 años para arriba) se convertían en acompañantes. Los jóvenes eran empleados de obras, oficiales o informantes.

Una época muy dura, pues el primer monarca había fallecido y ahora gobernaba otro más joven y más egoísta en sus necesidades.

Cada muchacha que cruzaba frente a el terminaban en su cama, no importaba la edad o si su cuerpo ya estaba bien formado como para ser ya una mujer hecha y derecha.

Para la hermosa geisha que se dedicaba al arte callejero no fue una excepción, a pesar de que ella era solo una flor que apenas había florecido el la obligó a hacer tales actos impuros. Arrancando pétalo por pétalo hasta deja solo un desastre en aquella flor sin igual.

El despreocupado monarca como hacía con todas las muchachas, la abandonó. Sin siquiera preocuparte de haber dejado su semilla dentro de la pequeña mujer, se marchó.

Unos meses después se enteró que la geisha había quedado embarazada de su hijo y por temor a perder su poder los desterró, devolviendolos de nuevo a Japón. Ahí la joven chica sin miedo a los latigazos y clavos en los pies que le pondría la vida, decidió cuidar del bebé que seguía creciendo en su vientre.

–No me importa qué suceda, una vez crezcas y sepas que es lo que te prepara el mundo volverás a Japón y enfrentarás a tu padre.

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