𝐒𝐇 || Era 1950 en Corea del Norte cuando Sun-hee fue llevada a un campo de concentración. Allí conoce el amor enamorándose del enemigo, un soldado surcoreano.
Decidí desearte, decidí mirarte, decidí amarte aún cuando sabía cuál sería nuestro final...
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Era 25 de Junio de 1950 cuando la guerra comenzó, aún nadie en aquel país tenía conocimiento de lo que acontecía, nadie sabía que aquella guerra estaba galopando a pasos gigantescos. El gobierno norcoreano atacó a los del Sur en un intento de apoderarse de aquella nación, todo se mantuvo en silencio por parte del gobierno norcoreano, ¡Claro! ¡A ninguna nación le convenía verse como un villano! A nadie le convenía decir que habían atacado a un país vecino dejando muertos en la calle, como si de ratas se tratase. Cadáveres por todos lados, encimados, gente que no tenía la mínima culpa. Ciudadanos que se dedicaban a realizar su rutina de todos los días, no había acepción; niños, jóvenes, bebés en brazos, madres, padres, ancianos, todos desparramados por las calles.
Los surcoreanos no querían quedarse atrás, justicia era lo que querían y justicia iban a obtener, así tuvieran que bañar de sangre las calles de la República Norcoreana, así tengan que sacrificarse uno por uno, todo por la ambición de no perder. Estaban dispuestos a arriesgar a su gente, Ambición y poder, eso era lo que cruzaba en sus retorcidos cerebros.
Los bandos estaban preparados como si de competencia de combate se tratase, armamentos y artillería. Corea del Sur pidió ayuda a Estados Unidos, ¿Su combate? Aéreo, sabían que ellos eran los mejores. Corea del Norte apoyada por la República de China y la Unión Soviética, iba a ser algo colosal, algo nunca antes visto entre aquellas dos naciones.
La guerra estaba apunto de estallar entre aquellos países, la guerra estaba apunto de estallar y dos enamorados apunto de separarse.
—¡Lim Sun-hee! Basta, tienes que regresar a tu casa- exclamó angustiado.
—Tú no me ordenas qué hacer Heedo.
—¡Tu familia está angustiada! ¿Tienes idea de cómo la está pasando tu mamá?
—¿Por qué siempre te pones de lado de ellos?- Ponte una sola vez de mi lado, eso te pido.
—Trato de entenderte pero me das razones para no hacerlo.
—No quiero seguir hablando, si me permites tengo que ir a buscar donde pasar la noche.
—No irás a ningún lado Sun-hee.— apretó de sus muñecas con intensidad.
—Espera, me lastimas.
—¿Esto te lastima?—. hizo más presión en ellas.
—Sí.—soltó adolorida.
—Ese es el dolor que le produces a tu familia.
—¿Estás escuchando lo que dices?
—Perfectamente.—el pelinegro sabía que impacto ocasionaba sus palabras en la joven.
