III

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Ese día me desperté bastante tarde, era casi el mediodía y aún tenía sueño. Y se preguntarán, ¿por qué dormí tanto?

La respuesta era que me había quedado hasta la madrugada doblando, colgando, y metiendo ropa en el armario, tenía bastante, y me traje varios detalles de mi antigua casa para decorar la habitación. Había conseguido mi portátil, mis cargadores, mi móvil y algunas otras cosas que eran muy importantes para mi, como mis dibujos de mandala, que los colgué por la habitación. También me había dedicado a darle vueltas a mi cabeza, todo lo que había pasado ese día era entre horror, tristeza y confusión.

Había terminado con Mikel, abandonado para siempre mi casa, por si fuera poco había visto a un chico con la cara llena de sangre, amigo de Hanne, y habían hablado algo sobre un origen.

¿Origen de familia?

¿De el?

¿De ella?

Ni siquiera sabía a qué se referían con la palabra "origen", solo necesitaba alguna respuesta, pero no quería tampoco insistir, Hanne mientras me ayudaba a doblar ropa me dijo que era sobre un instituto que habían acudido ellos dos, y que era bastante horrible, pero que al final optaron por salirse de este y vivir la vida libres. Con la herencia de sus padres, vivir sería poco para ellos con tanto dinero, y no me sorprendía, viendo la casa con tanta decoración, hasta un ciego se da cuenta de que son ricos no, riquísimos.

Hanne y yo ya habíamos desayunado y nos encontrábamos en ese momento sentadas en su sofá, que por cierto era el más cómodo del mundo, pensando en que podíamos hacer. Ese día hacía un calor insoportable, yo llevaba una camiseta de manga corta que dejaba ver mis moretones pero por suerte se estaban yendo ya, con unos pantalones largos y anchos. Hanne a diferencia de mi, llevaba un top blanco, y unos pantalones iguales a los míos pero que dejaban ver sus tobillos.

— ¿Vamos a dar algún paseo? — propuse.

— Si quieres matarme de calor prefiero que sea en un desierto porque no puedo salir de ahí.

Eso me hizo reír pero saber que no tenía ninguna idea me hizo resoplar y desplazarme por el sofá hacia abajo hasta caer al suelo.

— ¿Vamos a mi piscina?

La miré entre confundida y sorprendida.

— ¿Tienes piscina?

— Si, justo en el jardín, ¿vamos?

— Em, si, si, claro vamos.

Nos levantamos pero ella me puso las manos en los hombros.

— ¿Segura? Si no quieres que vean tus moretones podemos hacer otra cosa.

— No pasa nada tengo ganas de piscina, al fin y al cabo, se acabarán enterando de esto, y los moretones se irán, vamos a cambiarnos.

Ella asintió un poco dudosa de si ir a la piscina o hacer otra cosa, al final decidimos que si iríamos y subimos a su habitación a por bikinis. Ella optó por ponerse un bikini de color rojo y yo me puse uno de color negro, bajamos con toallas al jardín y de nuevo quede sorprendida con la decoración de este. La piscina era grande, no más de lo normal, pero podían caber cincuenta personas perfectamente, en la hierba habían flores de muchos colores, habían hamacas y algunas sombrillas.

Hanne se dirigió a las hamacas para ponerse protector solar y empezar a tomar el sol, yo hice lo mismo que ella hasta que escuché a chicos acercarse. Levante mi cabeza en busca de personas pero ella me respondió antes.

ShirleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora