Egoísta

55 6 0
                                    


Era un simple infante cuando me di cuenta. Usted es mi pasión.

Pasión que ni mi familia, ni mis conocidos podrían haber respetado. Escuchaba sus quejas diarias, las de mi padre solían ser las más nefastas.
Jamás podría aceptar que su único hijo no siguiese su legado para conservar su tan querido negocio, comprendería querer ser recordado después de la muerte. Pero el señor no podía esperar.
Y yo tampoco podía hacerlo. ¿Qué sería de mí si no alcanzase el divino paraíso?

Ningún día faltaba a la iglesia y, mientras mi padre rezaba por mantener sus negocios intactos y prósperos, yo le rezaba a usted en secreto: "sagrado Señor, haga de mí el mejor monje, y así honraré su presencia y a mí mismo hasta el día de mi muerte."

Fui fiel, el más fiel de todos pues, mi fe era inalcanzable. Y un día, ¡sucedió un milagro!

Ese día mi padre falleció repentinamente ante mis ojos de un paro cardíaco, era el Señor castigándole.

Supe que era él. La mayor divinidad, supe que existía, escuchó mis insistentes plegarias.

Jamás me sentí tan aliviado de estar protegido por sus cálidos brazos y, finalmente, me comprometí más seguro que nunca. ¡Soy un elegido de Dios!

Él hizo milagros por mí, escuchó mis penas y me protegió de cualquier adversidad antes y ahora.
Lo mínimo que puedo hacer por él, es jamás decepcionarlo. A día de hoy recalco cada uno de los requisitos necesarios de ser digno y, en mi mente, azotan como látigos a mi conciencia; pero sé que el paraíso esperará por mí a cambio.
Todo lo compensa, misericordioso.

Mi primer y más fuerte pilar, es ser fiel a mi oficio como monje. De ahí derivan muchas otras características que siempre mantuve a flote constantemente.

En todo caso, el primero era estrictamente: siempre estaré dispuesto a ayudar sea quien sea.

Comencé como participante del coro común. No era muy diferente de cualquier otro joven que se comprometía a la iglesia. Sin embargo, ese día el coro no participaría en ninguna actividad.

Lo recuerdo, mi primer día entraba a la gran hermosa iglesia, mi casa. Abordaba vacío al ambiente colosal y aunque fuese así, jamás me sentía solo ahí dentro. Paredes de diseños clásicos tallados a mano por trabajadores igual de dignos de un debido paraíso.
¿Cuánta gente se ha dedicado a usted, mi señor?

Recuerdo pasar las yemas de mis dedos por las suaves paredes de piedra blanca mientras practicaba todos los rezos en mi mente en repetición, no soltaba ni un sólo segundo el libro sagrado. Libro que indicaba todas las respuestas a la vida, a mi vida, es mi seguridad.

Me senté en un banquillo no tan alejado, en completa soledad, de todos modos prefería no disturbar mi concentración con cualquier distracción.
Pero entonces vino él.

Un joven, que lucía abatido por aquellas ojeras tan notables que poseía. Estaba tan cansado, que incluso le costaba mantener los ojos abiertos y, aún así, optó por sentarse en mi mismo banco. Observé cómo agarró el corazón de su colgante sagrado con ambas manos para apretarlo entre éstas, cerró los ojos en el acto, quizá dándose el gusto de poder dormir unos segundos.

Y entonces me sacó de mi análisis. —¿Qué mira? —Me preguntó el hombre sentado a mi lado, no lo dijo con un tono demasiado agradable, así que intentaría ser suave.

—Nunca le vi entrar en esta iglesia. — Expliqué, dando una pausa y mirando al frente. — ¿Qué le carcome, señor?

Entonces abrió los ojos e irguió su postura para mirarme con una ceja alzada. Era un joven bastante expresivo, me causaba gracia ser completamente lo opuesto.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 31, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Misericordioso | Unicorn WarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora