La posibilidad de arrepentirseEl tiempo transcurrió lo suficiente hasta que los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses.
Tres meses.
Tres meses de besos robados y promesas susurradas en los pasillos.
Tres meses de ser ella, el cotilleo favorito de sus compañeras, y él, ser la envidia de sus compañeros.
Tres meses de saber que su mirada destilaba un sentimiento tan intenso cuando Leo aparecía delante de ella, pero no cuando lo miraba a él.
Saber que mientras ellos entrelazaban sus manos, se abrazaban de costado y se besaban a escondidas, él no lo haría.
Y, a su misma vez, había supuesto tres meses de sufrimiento, dolor y rabia.
De una tristeza tan profunda e impotente, que solo bastaba dirigirle una mirada para saber que algo dentro de él había dejado de funcionar de la manera que lo hacía.
Y que, solo ella, solo sus ojos grises, se habían molestado en mirar más allá.
Nashira se había asegurado de evitar que Orión tuviera que presenciar eso todo lo que podía. Había presenciado cada una de las veces en que su amigo tigot se había encogido y hundido de hombros.
A ella tampoco le hacía demasiada gracia la posición de mantenerse al margen sobre esa relación. Si es que se podía llamar así. Porque desde el minuto uno, tenía la sospecha de que algo faltaba.
Algo fallaba.
Porque tenía el presentimiento de que había gato encerrado y, con el transcurso de los meses, esa corazonada solo se arraigó con más fuerza en ella cuando empezó a ignorarla.
La conocía lo suficiente bien para saber que Fayna, nunca, jamás, habría hecho algo así durante tanto tiempo.
Ni siquiera cuando estaban enfadadas habían logrado estar más de un día sin hablarse.
—No puedo más —confesó Orión en voz baja, mientras andaban por el pasillo—. Sé que dije que sería feliz mientras ella lo fuera. De verdad que quiero que sea feliz, Nashira. Pero no así. No con él.
—Lo sé. A mí tampoco me hace mucha gracia.
Apoyó una mano sobre su brazo y le dio un pequeño apretón, en forma de consuelo como había hecho tantas veces con anterioridad.
Sin embargo, ella cada día estaba más desconsolada.
Cada día reconocía menos a la chica de cabello blanco y mirada azulada, a la chica tímida que conoció en el colegio y con la que juró desde el primer día siempre protegerse.
Y, ahora, sentía que esa promesa se había roto de alguna forma.
Y, que por mucho que intentará negárselo a si mismo, sabía que Orión también tenía esa sensación, de que no estaba protegiendo a su mayantigo, que estaba incumpliendo su deber.
Los dos sabían que Leo no era bueno para ella y, aun así, no habían hecho nada para cambiar lo que comenzó hace tres meses... y que seguía ocurriendo.
—Ahora es muy tarde para siquiera intentar cambiarlo —habló Orión de nuevo, en un murmullo tan débil que Nashira no sabía si se lo estaba diciendo a él mismo o se dirigía a ella.
Se percató de que su amigo se tensaba de pies a cabeza, fijándose en como la vena en el cuello que había visto hincharse veces pasadas, lo volvía a hacer cuando apretó la mandíbula con fuerza. Nashira siguió la dirección de su mirada hasta observar un punto del pasillo, quedándose igual de tensa que Orión.
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Yin. El bien dentro del mal
FantasyAlgunos son consumidos por el fuego. Otros nacen de él. *** Fayna sueña despierta con que alguna de esas leyendas fantásticas que lee a escondidas se hagan reales. Pero... ¿qué pasaría si realmente se h...