Detective Fukuzawa

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Un día común y corriente en cierta agencia de detectives, cierto presidente de cierta organización se dirigía como en cualquier día a su puesto de trabajo en la Agencia Armada de Detectives más conocida como ADA. Dejando de lado el anonimato y anunciando correctamente a este personaje, diremos que se trata de Fukuzawa Yukichi, 45 años, soltero, pero con un hijo adoptivo y amante secreto de los gatos. Fukuzawa es un hombre serio y responsable, aunque es una buena apariencia para intimidar a sus enemigos, esto también provoca que los gatitos huyan de él y eso sí que le molesta.

Bueno, volviendo al tema principal, Fukuzawa acaba de llegar, antes que nadie, a la sede de su agencia de detectives. No era común que él llegase el primero pero tampoco era raro, todo dependía de la cantidad de trabajo que previera que iba a tener para el día de hoy y como ayer dejó de lado la atención de varios papeleos para ir en secreto a una cafetería de gatitos pues lógicamente hoy tenía más trabajo acumulado. La primera sala que atravesar al entrar era la sala común donde estaban las mesas de los demás, como todavía ninguno había llegado pues obviamente estas mesas estaban vacías. No se entretuvo mucho allí pues fue directo a su despacho, para su sorpresa, esta sala de vital importancia por contener valiosos documentos e información se encontraba abierta. Era raro, él siempre cerraba con llave y estaba seguro de que el día de ayer también cerró con llave, una llave que solo poseían dos personas, él, la original y Kunikida, que poseía la copia.

No pudo dejar pasar ese pequeño detalle de que la puerta no estuviera cerrada con llave así que puso la mano sobre la manivela y la abrió con cuidado. ¿Habría acaso una trampa del enemigo? Pero ¿de cuál? Había muchos, no judguen, es difícil llevarse bien con la gente cuando buscan destrozar la ciudad. Al adentrarse allí todo parecía estar bien, nada raro, nada fuera de lugar hasta que se dirigió a su silla, allí, al lado de su mesa, caído en el suelo como si esperase ser identificado con sus ojos había un pequeño sobre cuadrado y plateado.

Su rostro perdió poco a poco el color, no había dedicado su vida al romance, sin embargo, no necesitaba haber tenido múltiples compañeras de cama para saber que eso que había en el suelo era un preservativo. ¡¡UN MALDITO PRESERVATIVO EN EL SUELO DE SU DESPACHO!! ¡¿POR QUÉ?!

Aunque al principio la sorpresa y la incredulidad fueron inevitables, el lobo plateado era caracterizado por una actitud más tranquila, un semblante más inalterable que no tardó en recuperar. Las cosas había que pensarlas con calma, con paciencia, con... a la mierda, ¿quién se había atrevido a follar en su despacho? Él era muy respetado por todos sus subordinados, no se esperaría que ninguno tuviese la poca decencia de robarle la llave, colarse en su despacho por la noche y hacerlo en... ¡¿dónde lo habían hecho?! ¡Ahora tendría que desinfectar todo!

Como su despacho no era un lugar limpio de esperma, decidió pensar en un sitio que sí lo fuera así que salió a la sala común y fue a la mesa de Ranpo. Allí ocupó su silla y se dispuso a pensar con más calma las cosas. Alguien, no sabe quién, había tenido el atrevimiento de arrebatarle su llave o tal vez hacerle una copia de la suya para tener una particular, colarse por la noche, que es cuando él no está en el despacho y hacer actos impuros en rincones que desconoce.

La pregunta del millón es... ¿quién? En la agencia había una única persona que tenía respuestas a todas las preguntas inimaginables, pero no le podía preguntar a Ranpo por un caso tan extraño y vergonzoso. Qué remedio, se tendría que ocupar él que para algo era el presidente de una agencia de detectives. Él también podía hallar la verdad sin necesidad de una super deducción.

Cerró los ojos y se cruzó de brazos para pensar en todos los aspectos del caso. Hoy era viernes, ayer todo estaba normal, ósea que la profanación se tuvo que llevar a cabo el jueves por la noche. Bien, ya tenía el cuándo, el dónde era obvio, el despacho, con lo que solo quedan... los sospechosos.

Fukuzawa y el caso del preservativo en el despachoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora