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Somos como dos imanes,

Incluso cuando no puedes recordar mi nombre,

Nuestro vínculo hará que vuelvas a mí.

I

Dean estaba tan confundido. ¿Castiel ahora habitaba el cuerpo de la niña?

Tragó nervioso mientras miraba a su hermano, pero Sam parecía tan desconcertado como él.

La niña se arrodilló hasta que su rostro estuvo cerca de los ojos de Jimmy Novak. Clara. Ese era su nombre.

—Por favor, tómame a mi... déjala...  —pidió Jimmy. Sangraba profusamente. Si continuaba así, entonces...

—Si hago eso, tendrás que dejar tu cuerpo. Tu recipiente será todo mío. ¿Estarás de acuerdo con este nuevo arreglo? —. Claire se quedó quieta, con el rostro en blanco.

Incluso sabiendo que Cas estaba dentro de ella, no sonaba como él. Dean frunció el ceño.

Jimmy asintió, y Sam y Dean escucharon a Amelia llorar de desesperación. Los ojos de la niña brillaban con gracia azul, y cuando cayó al suelo, su madre corrió hacia ella y la sostuvo en sus brazos. La mirada de la mujer se posó en el cuerpo de su marido. La herida en su estómago había desaparecido. El hombre se puso de pie y la miró como autómata. Amelia comenzó a llorar de nuevo, claramente era porque ya no veía a Jimmy en esos ojos. Hundió la nariz en el cabello de su amada hija y cerró los ojos.

Castiel dio la vuelta y se alejó, pero Dean bloqueó sus pasos.

—Espera, Cas, querías decirme algo, ¿qué era? —preguntó. 

Dean vio como el ángel entrecerraba los ojos confundido e inclinaba la cabeza. Había algo en esa mirada. Dean no podía descifrarlo. Pero entonces Castiel habló...

—¿Quién eres?

Dean parpadeó y se puso rígido. 

—Cas, déjate de tonterías —resopló—. Dime lo que querías decirme.

—No te conozco, y tengo que volver a mis deberes —dijo Castiel, dándose la vuelta para irse. Pero Dean lo detuvo de nuevo, agarrando su hombro bruscamente.

—¡No me vengas con esa mierda! —exigió Dean.

Castiel agarró las manos del cazador y la apretó haciendo que Dean se doblegara y casi se vea obligado a arrodillarse por el dolor— Dije que no te conozco, humano. Deja de hablarme así y muéstrame un poco de respeto. Los ángeles no sirven a los hombres —gruñó el ángel. Dean lo miró a los ojos y solo vio el vacío que le devolvía su mirada. 

Castiel lo soltó y luego se fue volando. Dean se tocó la mano dolorida y se sintió abrumado.

—¿Qué le pasa a Cas? ¿Realmente te olvidó? —preguntó Sam mientras se acercaba a Dean.

—No lo sé... —respondió Dean, desconcertado—. Algo está realmente mal.

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Una vez en el auto, Sam se giró un poco en su asiento para mirar a su hermano. 

—¿Crees que los ángeles borraron los recuerdos de Cas?

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