🐉DRAGONSTONE🐉

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Escuchaba voces a lo lejos. Voces que sabía que había escuchado antes, pero eran distintas. Había algo diferente en aquellas voces que no lograba distinguir. Sintió alivio al reconocer la voz de Helaena entre aquellos desconocidos. Quería abrir sus ojos, pero no podía y le desesperaba descubrir de quien eran aquellas voces que aún seguian lejanas. Sintió caricias en su cabello, una mano desconocida, un toque suave y sincero.

No es mi madre.

Alicent no solía hacer aquellas cosas y  menos con ella. El aroma de aquella persona era distinto, cálido, fresco.

—¿Podrá viajar así?—reconoció la voz de una mujer.

Quería hablar, gritar, moverse, pero simplemente no podía.

¿Qué está pasando?

Abrió sus ojos lentamente. La luz de las ventanas le causó molestias. Reconoció a sus hermanas y a aquellos ojos miel que la observaban.

—¿Te sientes bien?—interrogó con una sonrisa—Gerardys va a revisarte para asegurarse de que no te hayas lastimado de mala manera en la caída.

¿Caída?¿De qué caída estaba hablando?

—El caballo que te lastimo mando a ser sacrificado—explicó.

Su corazón se aceleró. Era obvio que aquello era una cruel mentira para justificar las cicatrices que Sir Criston Cole había impregnado en su piel.

—No llores—la heredera tomo su mano con delicadeza—Todo va a estar bien.

Las lágrimas corrían por sus mejillas libremente. Suponía que le habían dicho a todos que se había caído de un caballo. Ni el más tonto se creería aquella semejante mentira. Las personas que se encontraban en su habitación salieron cuando el maestre lo ordenó para revisarla junto a sus ayudantes. Ignoro el dolor de su cuerpo lo que sentía en su corazón dolía mil veces más que los latigazos. Tal vez no era mala idea alejarse de su familia por unas cuantas semanas. Escucho una discusión a lo lejos, reconoció la voz de Aemond. Era la última persona que quería ver en ese momento. Probablemente estar muerta era mejor que aquello.

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Daemon y Rhaenyra no eran tontos. Actuaron frente a los demás haciéndoles creer que estaban convencidos de que Saera se había caído de un caballo.

—Latigazos—susurro lentamente— Ella no se cayó de un caballo.

—¿Cómo lo sabes?—indagó.

—Cuando la encontré no estaba cerca de los establos—señaló—Su camisón estaba empapando de sangre en la parte posterior. Hasta el más tonto se daría cuenta de que nos han mentido, Rhaenyra.

—Otto Hightower—murmuró por lo bajo—O los hijos de Alicent—Daemon alzó las cejas haciéndole una seña—El otro día cuando le hable de Aegon su reacción...no fue buena. Era como si le estuviera hablando de su peor temor. Odio la cercanía de que tiene con Aemond y Daeron. Confía en ellos y le han hecho daño.

—Debemos llevarla con nosotros lo más pronto  posible.

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—Me han comentado de la caída de la niña—murmuró a su hija—Nunca ha podido comportarse decentemente.

Rhaenyra asintió. No sabía quien era la persona frente a ella. Su padre se desvivia por ella era muy consciente de aquello, pero,¿Qué había de Saera?¿Por qué odiaba tanto a su pequeña hermana? Por años intento descubrirlo, pero jamás fue capaz de decírselo. Ignoro a su padre y observo a su alrededor. Otra cenar "familiar" en la que debía fingir que adoraba a Alicent y su familia. No podía negar que le tenía afecto a su dulce hermana Helaena. Podía ver la dulzura e inocencia que transmitía la tercera hija de Alicent. Podía hablar con todos sin que nadie la rechazara o profesara su odio. Sus hijos mayores se encontraban junto a las gemelas. Hermosas niñas que estaban con ella desde la muerte de su madre. Para ella también eran sus hijas. Salió de sus pensamientos cuando escucho la voz de su padre a lo lejos.

Fuego en la sangre. ( Jacaerys Velaryon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora