Capítulo 6

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Phillip:

Miraba el techo absorto en mis pensamientos. Estaba jodidamente cansado y agotado pero mi mente se rehusaba a parar y dormirse. Odiaba tener insomnio, pero odiaba aún más el saber que Missa estaba ahora mismo con Mafer, pasándola en grande. 

Después del stream cada uno había ido a hacer sus cosas y Missa había anunciado junto con Mafer que irían a cenar a algún lugar bonito. Eso me tenía molesto y no sabía porque. No había cosa que más me molestara que no entender lo que me estaba pasando. Me dieron muchísimas ganas de verlo, pero al mismo tiempo me molestaba mucho pensar en él. 

Quería que ya acabaran estas semanas y por fin verlo, quería tenerlo para mí. 

Me levanté de la cama frustrado, revolviéndome en cabello y sin poder parar de pensar. ¿En serio esta sería otra de esas muchas noches de insomnio? Y era su culpa. El estar pensando en él, en él y en la rabia que me daba saber que estaría pasándolo de maravilla con su novia, la que puede tenerlo cuando se le de la gana, verlo cuando quiera y disfrutar de él en todo momento. 

— ¿Qué me está ocurriendo? —tenía claro que lo que estaba sintiendo era raro. No podían ser nada más que celos de amigos, ¿no? Lo echaba de menos y saber que pronto lo podría tener en persona me frustraba aún más. Porque estas semanas estaban siendo eternas. 

Pero entonces recordaba lo que había imaginado estando en la ducha. Aún no podía superar esa mala pasada que mi mente me había jugado. No sé que haría cuando leyera las cosas que los fans habían escrito o dibujado sobre nosotros, estaría todo el rato recordando aquello y poniéndome rojo. O imaginando a detalle estas situaciones. 

¡No weón, que horrible! 

— ¿Y cuándo lo vea? ¿Cómo mierda lo voy a ver a la cara sin acordarme de eso? —me tiré a la cama más frustrado que cuando me había puesto de pie, no sabía que hacer. Giré como un estúpido— ¿Qué se sentirá besarlo? 

La sola idea me hacía sentir mariposas en la guata, como se me revolvía todo y las manos me sudaban. Me coloqué sobre la espalda en mi cama, con las manos en la cara para tratar de tragarme la vergüenza. Se me vinieron a la cabeza todas las veces en las que estábamos juntos y nos coqueteábamos jugando. No era buena idea a dónde iba todo esto. 

Su voz cuando decía mi nombre, cuando halagaba mis dibujos, cuando estuvimos juntos en su casa compartiendo la mesa, jugando uno con el otro, pasando tiempo enfrentándonos en el smash, riéndonos de miles de estupideces, en el jacuzzi, verlo con traje de baño. 

— ¡Felipe por favor! —mi anatomía había reaccionado ante este último pensamiento. Me rehusaba a seguir, me rehusaba a darle un nombre a todas estas sensaciones que me provocaba pensar en Missael— Lo... lo quiero aquí, haciéndose cargo de esto. 

Quería dejar de sentirme extraño, quería ser como siempre, poder jugar con el Missa sin sentirme un tarado. Sin sonreír como un idiota.

Me di tantas, tantas vueltas en la cama. No lograba quedarme dormido, a penas cerraba los ojos la vergüenza de las cosas que había pensado e imaginado me hacían querer taparme la cara y no volver a ver a nadie nunca más. Que puta mierda. 

Hice maravillas para tratar de quedarme dormido después de eso, no supe en que momento me habré dormido pero si sabía que más allá de las seis de la mañana eran.

Me desperté a las malditas una de la tarde. Me estaba tomando el segundo café del día, no lo tomaba demasiado pero ahora mismo sentía que no podía vivir sin una taza. Estaba apoyado en la encimera de mi cocina mirando a ningún lugar fijo pensando en todas las cosas que tenía que hacer ese día.

También pensaba lo poco que quedaba para irme a México junto a Ámber. Una semana nada más para terminar las comisiones que tenía que entregar y terminar de editar videos para Mr. Phillip y Mr. PhillipPlus.
Que agobio que me daba pensar en el viaje. Tenía que armar la maleta, la mochila, guardar la visa, asegurarme que ningún documento se me quedaba.

Mi teléfono comenzó a sonar, era mi tono de llamada anunciando la interrupción de mi mañana (más bien tarde). A menos me sacaría de mi ensoñación.

— ¿Aló? —dije sin mirar de quién se trataba. 

— ¡Estás vivo! —la voz llamativa del Missa resonó en mi oido. Sonreí por inercia y luego me di cuenta que estaba sonriendo como un weón—. Ya hace varios días que no me saludas por las mañanas, ¿ya no me quieres Phillip? ¿Tienes a otra verdad? Siempre lo supe, maldito infiel. ¡Me quedo con los hijos!

Carcajee en respuesta, amaba cuando se ponía dramático. 

— Me levanté hace menos de media hora weón —dije con mi voz grave de cansado, dándole un gran sorbo al café.

— ¿No dormiste? Te estás quedando hasta muy tarde. —parecía que me estaba regañando. ¿En serio se atrevía a retarme cuando él se dormía igual de tarde? Que hipócrita Missael— Tienes que cuidarte pendejo, o si no vas a venir todo muerto y me veré obligado a cuidarte. 

La idea de estar resfriado siendo cuidado por Missa era increíble. Que me trajera comida, medicamentos, me tomara la temperatura... no era en absoluto algo que me desagradara. Me quité ese pensamiento de la cabeza lo más rápido que pude. 

"Deja de imaginar estupideces Phillip" Me repetí a mi mismo, se estaba haciendo costumbre decírmelo una y otra vez aquella frase.

— Ya imbécil, a comer y a dormir Phillip. Rápido —sonreí una vez más. Aunque él no quisiera admitirlo o le costara creer lo cuando se lo decíamos, es una persona sumamente preocupada, muy mamá para sus cosas.

Que gracioso pensar en Missa como una mamá.

— ¿Y si no quiero? —me desparramé en el sillón junto con mi café. Cerré los ojos de lo cansado que estaba, me dolía la maldita cabeza. 

No hubo respuesta durante unos momento. — Me veré obligado a castigarte. 

Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora