|Capítulo 48|

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Despertar a lado de Liam, sin prisas, sin remordimientos, sin mi madre del otro lado de la puerta, sintiéndome atrapada como una adolescente que hizo algo malo, fue maravilloso. Contemplé su tranquilo rostro dormir y como varios mechones de su cabello caían sobre su rostro. Tomé mi celular que estaba a un lado, en mi mesa de noche y le tomé una foto.

Vi como abrió un ojo y lo volvió a cerrar. Actué de manera indiferente, fingí estar viendo mi celular.

—Sé que me está viendo, doctora bacterias. Si quiere tome una foto es más duradera, así siempre tendrá ese recuerdo.

—No tienes que decírmelo, ya la tomé.

Él rió.

— ¿De verdad?—se levantó de golpe y me arrastró hasta debajo de él. Comenzó a hacerme cosquillas y yo no paraba de moverme.

—Basta, por favor, basta—pero él siguió, hasta que de la nada, paró.

— ¿Qué hora es? —preguntó con un tono serio, como si se le hubiera hecho tarde para algo importante.

Miré la hora en mi celular.

—Son las ocho de la mañana, ¿por qué?

—Entonces si tenemos tiempo—arqueó una ceja.

— ¿Para qué?

—Para esto—comenzó a besarme, con una intensidad que quemaba más que el mismo sol. Con sus manos recorrió mis piernas abriendo un camino que solo él conocía. Solté un suspiró en sus labios.

—Ahora sé a lo que te refieres, piloto engreído—sonreí—Creo que si tenemos tiempo para jugar un rato—le guiñé un ojo y eso hizo que algo en él se encendiera.

Podría haber pasado todo el día en la cama con Liam, pero él quería llevarme a cenar a un lugar romántico, ya que en el tiempo que llevábamos saliendo no habíamos tenido una cita así. Siempre era para que alguien nos viera y me dejara de molestar y cuando salíamos sin la necesidad de que alguien nos viera, era como amigos, para conocernos o para apoyarnos porque habíamos tenido un mal día. Él se fue a su departamento a bañarse y me dejó en el mío para que me alistara para la cita.

Estaba terminando de ponerme mi labial color rojo, que me gustaba como se veía, cuando él tocó a mi puerta. Tomé mi bolso y salí a abrirle. Se encontraba recargado sobre el umbral de la puerta principal. Vestía pantalón de vestir color café y una camisa color blanco, le caía un mechón de cabello por la frente, lo cual, hacía que prestarás mayor atención a sus ojos color verde, que tomaban relevancia gracias a eso. Sonrió cuando me vio.

—Luce hermosa, doctora bacterias—se llevó una mano al pecho, en señal de un asombro sobre actuado.

—Por poco te creo.

—Lo digo de verdad—me dio un tierno beso en la mejilla—Fue una buena decisión haberse puesto ese vestido—me dijo al oído.

Sentí mis mejillas enrojecer. Usaba un vestido color beige con algunas flores, era de tirantes y tenía una abertura en la pierna del lado derecho.

— ¿Me dirás a dónde me llevarás?

Negó con la cabeza.

—Eso arruinaría la sorpresa.

Me llevó un restaurante, bastante pequeño, pero eso lo hacía sentir intimo. Había unas cuantas velas encendidas en el centro de la mesa. La decoración del lugar .lo hacía sentir romántico. Estábamos hasta la parte trasera del lugar. En una mesa apartada de todo el bullicio de la entrada y de los demás. Éramos solamente él y yo en nuestra burbuja.

Nuestras mañanas de marzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora