—¿Están cómodos, niños?
—¡Si, papi!
Entro a la habitación, sorbo mi nariz y me acuesto en la cama antes de cerrar los ojos. Me siento mal y discutí con Ruggero.
Mi día no puede ir peor.
Amo demasiado mi vida con mi esposo y mis hijos. Pero no todo es perfecto como la mayoría de los días.
En realidad, hoy discutimos por algo tan simple como que él no se levantó a tiempo y los niños perdieron su buseta de excursión. Y no fueron al paseo, perdimos el dinero y los niños lloraron una hora.
Y todo porque su querido padre no se levantó cuando le dije que se tenía que levantar. Es que detesto cuando no me hacen caso.
Él sabía que el paseo era importante para los niños y no me hizo caso.
¿Qué tanto hace para que su sueño importe más? Y encima me dice que pude ir a dejarlos yo.
El ponerme de pie para preparar sus cosas ya fue un sacrificio enorme. Y encima quiere que haga más que eso.
Está loco.
Ayer hicimos un acuerdo que no cumplió.
Tiene que aprender a hacerme caso.
Me quedo dormida en medio de tantos pensamientos y ganas de matar a Ruggero. Y cuando siento que se acuestan a mi lado, mi burbuja de descanso se desvanece.
Intento volver a dormirme pero con Ruggero a mi lado y el sonido de sus dedos sobre el teclado de su teléfono me hacen en serio querer sacarlo de la habitación. Y de la casa si es posible.
Estoy en esa etapa de odio eterno hacia todo lo que él hace por haberse olvidado de ir a dejar a los niños en el transporte para su excursión.
—¿Te sientes mejor, princesa?
—No me digas nada. —exijo soltando un suspiro.— Haces todo mal siempre.
—No comencemos a pelear así. —sugiere soltando un suspiro.— Lo siento, ya lo hablé con los niños y tan pronto estés recuperada iremos juntos a la playa. No te enojes, mi amor.
Me quedo en silencio y doy media vuelta para mirarle en silencio. Él me sonríe y termino cediendo cuando una risita se me escapa.
—Te odio cuando no haces lo que te pido. —me río dejando que me abrace.— Te amo mucho, tonto.
—Y yo te amo mucho, mucho más.
—Hazme un hijo entonces.
Su carcajada se deja escuchar y cuela sus manos por debajo de mi blusa. Me río golpeando su hombro.
—No iba en serio, suéltame.
—Me encantaría hacerte un hijo más, mi amor.
Quedo debajo de él, mi risa se intensifica mientras besa mi frente y rostro bajando hasta mis labios.
No puedo dejar de reír incluso cuando me besa y eso hace que termine riéndose también. Pongo mis manos en su pecho antes de alejarle y sentarme en la cama.
Ruggero me mira.
—Los niños están despiertos. —le recuerdo.— No quiero que se traumen y pregunten cosas como Amelia.
Eso le hace reír.
Digamos que Amelia es experta en hacer preguntas incómodas. Y todo porque descubrió a su padre y madrastra como no debía.
—Voy a ver si se quieren dormir.
Se pone de pie y camina fuera de la habitación, mi carcajada le hace reír.
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TÚ, YO Y LA HISTORIA QUE NUNCA SE CONTÓ.
FanfictionNo llores por lo que se ha ido, ama lo que aún tienes.