61. Un acuerdo

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Estaba cansado de tener que enfrentar batallas sin descanso ni tregua, con demonios, con caídos, con ángeles

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Estaba cansado de tener que enfrentar batallas sin descanso ni tregua, con demonios, con caídos, con ángeles. Y ahora consigo mismo, vaya jodida suerte. Pero sin importar lo molesto que fuera tener que enfrentar tal situación, no pensaba dar un paso atrás y mostrar miedo. Quizá Luzbel podía sentir su aprensión. Vaya, por supuesto que podía, mas Lucifer se negaba a dejarlo en evidencia.

—¿En verdad crees que puedes ganarme?— Luzbel inclinó la cabeza hacia atrás, sus rasgos viéndose más demoniacos que antes. Sus ojos parecían sangrar—. Porque eso es bastante ingenuo de tu parte. Los últimos días han sido un claro ejemplo, no  puedes retenerme por siempre. El solo intentarlo está desgastándote. Es inevitable, en algún momento será demasiado y tendrás que rendirte.

—Si piensas que haría tal cosa, entonces no me conoces en lo absoluto.

Luzbel soltó una carcajada llena de burla, algo que tuvo va Lucifer erizandose como un gato, porque era obvio que se reía de él. Pero se negó a demostrar cuánto le molestaba y también se negaba a hacer un movimiento imprudente como lanzarse hacia adelante y atacar sin medir las consecuencias. Eso era lo que Luzbel quería.

—Es porque te conozco que lo estoy afirmando. Y es que no te has dado cuenta de que tengo la ventaja, porque puede que no fueras consciente de mi existencia, no del todo al menos, pero yo sí era consciente de ti. Sé quién eres, sé lo que te motiva, sé cuáles son tus debilidades; y créeme que no me importa usarlas en tu contra si eso significa hacerme con el control de nuestro cuerpo.

Carajo, eso era verdad. Hasta hace poco, Lucifer creía que la oscuridad que entregó a Nash (Satanás), era todo lo que poseía, cuando en realidad Luzbel estaba en el fondo, observando como una bestia sigilosa, esperando el momento propicio para dar un paso al frente y hacer su jugada maestra. Él era impredecible, era poderoso y desenfrenado. Tenía hambre de poder y muy pocos escrúpulos que lo frenaran.

—Sigue sin ser un motivo para rendirme. En mi naturaleza no está el dar un paso atrás y mucho menos si eso significa dejar que controles mi vida. No si eso significa dejar a Nash y a todos los demás a tu merced.

—Patético— Luzbel torció la boca en una sonrisa de desprecio—. Acabas de dejar en evidencia la mayor de tus debilidades; la compasión que has desarrollado. Cosas como el amor y la lealtad no mantienen a un rey en su trono. Tú entregaste la corona a un humano, y oye, es un humano bonito al que no me importaría disfrutar por un tiempo— no pudo evitar soltar un gruñido ante la manera en que hablaba de Nash, como si fuera una cosa.  Luzbel lo ignoró—. Pero todo eso te ha hecho perder el objetivo de tu existencia. Estás aquí para crear caos y para dominar. Somos destrucción…en eso Abadon tenía razón. Hacemos daño y es nuestra naturaleza, no tiene sentido negarlo.

Se estremeció ante la mención de ese bastardo, no pudo evitarlo porque aún era demasiado pronto, seguía afectado por lo que había pasado en el Purgatorio. Y debió haberlo mostrado en su expresión porque Luzbel sonrió satisfecho.  Estaba tratando de desestabilizarlo, de hacerlo dudar y enfurecer. Estaba poniéndole a pruebas.

La Oscuridad Seduce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora