13: Brisa tropical.

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La soledad fue mucho más abrumadora de lo que recordaba; sin el equipo de investigación, el valle era más silencioso de lo que hubiese deseado

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La soledad fue mucho más abrumadora de lo que recordaba; sin el equipo de investigación, el valle era más silencioso de lo que hubiese deseado.

Axl estaba libre de nuevo, y pocas veces se acercaba la orilla del océano.
Lo entendía, estuvo una semana lejos de su habitad, era natural que la extrañase; pero la cosa era, que yo lo extrañaba a él, porque sin su magnífica presencia, no había nada más que alumbrara la lugubre estancia entre los montones de hielo de la zona.

De vez en cuando veía su aleta sobresalir del agua, con sus escamas aperladas que reflejaban la luz de la manera más elegante.

Su aleteo parecía estar cordinando con las olas, y su sonido al deslizarse por el agua, era casi imperceptible.

Tardó unos segundos más en asomar su cabeza, pero lo hizo después de todo.

Su vista estaba fija en mí: lucía diferente, menos inexpresiva que de costumbre.

Entrecerró sus ojos, y algunas burbujas rodearon su rostro, al tiempo en que se acercó cauteloso a la orilla.

Recargó los antebrazos en el hielo,  y sacó su torso del agua, mostrando su risueño semblante por completo.
Tenía una suave sonrisa formada en sus labios, y me fue imposible no corresponderle.

—Ahora estás más feliz, ¿no? —dije, acercándo mi mano para juntarla con la suya.

La criatura extendió sus dedos con los míos, y soltó un dulce ronroneo.

Sentía el choque de sus membranas heladas, que de vez en cuando pulsaban por el flujo de sus pequeños vasos sanguíneos.

Sus garras hacían ver su mano más larga de lo que era, pero daba cierto porte de liviandad, y dinamismo por sus dedos unidos entre sí.

—Qué manos tan hermosas —sonreí de nuevo, pasando el índice por el filo sus garras blancas.

Él no se movió, solo miraba mis dedos desplazarse, y de vez en cuando, abría ligeramente las branquias de su cuello.

—Si tuvieras que matarme con tus bellas garras, o tus preciosos dientes, ¿lo harías? —pregunté con tranquilidad—. Porque no me importaría si eso pasara.

Tomé su mano por completo, y la acerqué a mi rostro para depositarle un beso en el dorsal.

El tritón me miró sorprendido, mientras movía la nariz con suavidad.

Todo era tan nuevo para él, que me fasinaba verlo descubrir cosas un tanto insignificantes para mí.
Claro, el valor agregado era que no era lo mismo besar la mano de una mujer, que la de una criatura como él, así que en ese sentido, ambos estábamos probando algo nuevo.

Siguió con su ingenua mirada, observando su mano, y luego a mí, en un pequeño ciclo de tres ocasiones.

—¿Quieres otro? —subí las cejas.

Ni siquiera lo pensé, antes de acercar su mano de nuevo para besarla.

Estaba un poco pegajosa, y me dejaba en los labios el sabor salado del océano, pero en un ser como él, era la gloria pura.

Me sonrió con algo de timidez; sé que entendía nuestra dinámica, y esas pequeñas acciones lo demostraban.

Tenía tanto por enseñarle, que me impacientaba acercarme cada vez más.

Después, de unos segundos, el tritón relajó su semblante y me miró con seriedad.
Tomó mi mano con delicadeza, y la llevó hasta su rostro: primero la olfateó, y cuando estuvo seguro, acercó sus labios, hasta plantar un corto beso que me erizó la piel de todo el cuerpo.

Sonreí inevitablemente; fue emocionante sentirlo tan cerca, mi corazón se disparó por simple hecho de creer que nos entendíamos.

Me sonrió de vuelta, y sostuvo mi mano durante un rato más.
No me importó más la soledad, ni el silencio; nada era tan relevante si estaba con Axl, compartiendo un momento que no necesitaba palabras.

Sé que le transmitía mi desesperación por acercarme, porque él también lo hacía, y lo sabía por el ángulo de sus cejas, junto a esa mirada piadosa que no le dedicó a nadie más.

El tritón se animó a llevar sus manos a mi rostro, y me recorrió las mejillas con pequeñas caricias.
Claro, ese era un comportamiento adquirido, pero no dejaba de ser fascinante.

Sentí un hueco en el estómago, pero no como algo negativo, sino como un cosquilleo muy intenso, cortesía de la emoción que me hacía querer estallar en una carcajada, pero eso probablemente lo habría asustado.

Bajé la vista, para mirar la piel de su pecho palpitar.
Si sentíamos lo mismo, solo necesitaba una pequeña señal.

Y me la dio.

Sujetó mi rostro con más fuerza, y comenzó a descender en el agua, haciendo que me agachase porque me estaba jalando junto a él.

Me rehusé al principio, porque era muy brusco, además de un poco raro hasta cierto punto.

Y él se detuvo.

Me miró a los ojos fijamente, y sin una pizca de vergüenza, escuché su voz, después de tantos tiempo de no oírla.

Musitó su canción, nuestra canción.

En cuando entonó la primer nota, sentí que se adentró a mi cuerpo, y me envenenó por completo.

Una voz suave que era acompañada por el ruido de las olas, convirtiéndola en la sinfonía más hermosa que cualquiera podría escuchar.

No había nada similar a su melodía, y si fuese un poco más flexible, habría creído que me hechizó de ese modo, desde el instante en el que nos conocimos.

Era tan hipnótico, que cedí a su petición, sin siquiera importarme si pretendía ahogarme para devorarse mis huesos.

Mi rostro estuvo a centímetros del agua, cuando el detuvo su descenso, pero no dejó de cantar.

Podía ver su precioso semblante, y de reojo, su magnética aleta a través del agua cristalina.
Si los angeles eran reales, él tenía que ser uno, porque no podría existir ser más majestuoso, ni en el plano más fantaseoso de la existencia. 

Nada se comparará a esa belleza, nunca.

Cerré los ojos, porque así me lo exigió el momento, y pude sentir la respiración del tritón cada vez más cerca, hasta que finalmente, la punta de su nariz chocó con la mía, y a los pocos segundos, juntamos nuestras frentes.

Estaba muy cerca de él, y no era necesario mirarlo para saber que estaba nervioso, porque sentía su respiración agitada chocar contra mis labios.

No sentí la necesidad de besarlo, el momento brillaba por sí solo.
Tal vez era simple para el resto, pero para nosotros, significó aceptar que sí había algo más que el encanto por interactuar con una nueva especie.

Al menos yo lo entendí así; como el momento en donde acepté, que la criatura me gustaba, y que le hacía a mi corazón lo que nadie más pudo.

Ni antes, ni después de él.

Ni antes, ni después de él

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Debajo del aguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora