Piedras [1]

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"El adulterio es el pecado,
pero la mentira no lo es"



No. Hoseok no había engañado a su esposo y sin embargo estaba sufriendo las consecuencias de aquella mentira.

Las personas se reunieron a su alrededor. Él comenzo a temblar, sabía lo que le esperaba. También sabía que no podría escapar.

El sol se alzaba fuerte sobre su cabeza y le hacía nublar un poco la vista. Sus ojos apenas podían ver, pero sus orbes se centraron en sus hijos. Estos le miraban con desprecio, algo que rompió su corazón.

Esos niños eran de su sangre, nacieron de su vientre y él los cuido incluso más de lo que se cuidaba a sí mismo, pero esos mismos niños ahora le miraban como la peor escoria de el mundo. Podía ver el odio en sus ojos e incluso podía sentirlo en el umbral de su alma que veía a través de sus ojos.

No eran las sonrisas de felicidad que le regalaban cada día, eran ojos de miseria y decepción.

— ¡He aquí hermanos a un pecador! — comenzó el discurso un hombre mayor.

Yo observaba desesperado por todos lados. Sabía lo que pasaría y me daba miedo...



















Terror...





















La piel se me hacía rígida como los huesos y mis ojos se rompían en grietas rojas. Estaba temblando, incluso más que está mañana cuando me capturaron.

—¡Este hombre a pecado de la peor forma!... — predicaba paseando sus ojos  en los rostros de todos los presentes — ¡Adulterio! — gritó y todos soltaron una exhalación de sorpresa — ¡Engaño a su fiel y devoto esposo! — dió por hecho— ¡Escoria de Omega! — grito mirándome a sus pies con desprecio.

Me escupió.

— ¡La peor manera de agradecer a la persona que le dió todo! ¡Que le amo! ¡Que dió todo por el! ¡¿Y está es su forma de agradecer?!— pregunto a los rostros que se mostraban indignados ante la pintura de la situación.

Interpretó tan bien su papel que despertaba el coraje de la gente en el pueblo. Incluso yo me había odiado con las palabras cargadas de odio.

Toda la multitud de gente me daban miradas de odio, desagrado, susurrando ofensas y sentimientos nada buenos. Entre los que se hallaban unos pocos que lo hacian con lastima. Sabían lo que pasaría.

Las madres tapaban los ojos de sus pequeños hijos y la mayoría de hombres me miraba como si fuera la peor persona del mundo, como si fuera la misma lepra reencarnada.

—¡Pero no ha logrado engañarnos, hermanos! ¡Su bondadoso esposo fue a nuestro templo con el corazón destrozado por ayuda! ¡El fue testigo de cómo este ramero se revolcaba con su amante!— seguía gritando con toda su garganta.

¿Esposo?

¿De qué esta hablando?

Corría mis ojos por todos lados buscando a quien se hacía notar como víctima. Frente a la multitud, mirándome con diversión se encontraba el hombre que tenía mi corazón y la razón por la que se estaba condenando mi vida.

No podía creerlo ¿Por qué yo? ¿Por qué era yo quien estaba pasando por esto? Está situación, todo, no lo merezco.

Yo nunca había hecho daño a nadie, ni tampoco había sido un mal padre mucho menos un mal marido. Entonces ¿Por qué? Siempre ayude a la gente cuando pude, les tendí la mano cuando lo necesitaban y los ayudaba con todo lo que podía.

One shots [Vhope]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora