PRÓLOGO

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00.

21 de Marzo, 2019

Nueva York

Inicio de primavera, el último que muchos verían.

Inexistente cómo el tiempo. La tranquilidad es efímera. Los recuerdos de tiempos prósperos no son más que eso, recuerdos.

Debemos apreciar cada instante de la "miserable vida" de la que disponemos. La verdad es simple: podemos hacer de ella lo que queramos. Si bien, en la mayoría de los casos no es fácil y no siempre consigues lo que quieres, intentarlo no está de más.

Mi modelo de vida de ensueño nunca fue claro, siempre estuvo distorsionado. Desde mi adolescencia descubrí lo que me gustaba, tenía una idea de lo que quería. En esas épocas el camino de la vida parecía recto y sin curvas y obstáculos que pudieran impedirme llegar a la cima. Era un estúpido soñador. Odio admitirlo, pero lo era. Quizás, en este momento debía percatarme que por más que me esforzará para mí futuro soñado, no había un futuro, ni para mí ni para nadie, al menos no como lo creía.

El reloj marcaba las 12 horas con 30 minutos. Yo me encontraba perdido en mis pensamientos, tal y como era costumbre. Salir a caminar por las calles que estaban cerca del edificio donde está mi apartamento, respirar aire fresco mientras mis audífonos inundaban mis oídos de música, mi música favorita, la cuál me envolvía de una manera inimaginable, quizá sufría de lisztomania. Era sin duda de mis pasatiempos favoritos, incluso puedo decir que era algún tipo de autoayuda en mis momentos más difíciles. Amo configurar el volumen de la música lo más alto posible, es está una de las pocos momentos donde logro desconectarme de una manera tan especial.

¿Han escuchado el significado de la palabra "Filofobia"? Es el miedo a enamorarse o el miedo al amor, pero, no tiene sentido padecer filofobia cuando no buscas amor, cuando no hay alguien de quién enamorarse, cuando no hay corazón al cual amar. Sin duda es una fobia sin sentido para las almas que no son capaces de experimentar el verdadero amor y lo que esté conlleva.

No quiero criticar al que no puede amar ni mucho menos al que no puede ser amado, ninguno de los dos tiene la culpa.
La sociedad es muy extraña actualmente como para poder tachar de loco al que quiere experimentar las situaciones más extremas, de masoquista al que quiere experimentar el dolor y sufrimiento y de depresivo al que, la multitud en su ignorancia, creen que quiere aislarse, perderse en la soledad y sufrir por las palabras que no puede expresar. Todos permanecerán sin ser comprendidos ni iluminados.

Me encontraba ya despejado y alejado de la realidad, mi mirada se dirigió al suelo, viendo mis zapatos, que lucían pulcros, unos zapatos color marrón con una hebilla dorada de diseño sofisticado. Son mis zapatos favoritos.

De no ser porque preste atención al frente al sentir el brusco e inesperado empujón que recibí por parte de una mujer que corría aparentemente atemorizada en dirección opuesta a la que me dirijo, no hubiera notado como toda una multitud comenzó a hacer lo mismo que la mujer, empujándose unos a otros, sin tener cuidado de no provocar accidentes o lastimar a los infantes y ancianos que intentaban correr a la velocidad del resto de personas desesperadas, careciendo de las mismas oportunidades para mantener el ritmo. No tenía idea de lo que estaba sucediendo, odio las multitudes y aún más cuando actúan como lo que yo consideraba locos. Me sobresalté, eso fue inevitable, estaba totalmente desinformado en una situación tan desesperante. Mis brazos y piernas no tardaron en comenzar a temblar y mi respiración en agitarse. Necesitaba saber que estaba pasando, necesitaba accionar ya.

Un viejo de aspecto acabado, que aparenta tener alrededor de 60 años, se encontraba luchando por levantarse y seguir corriendo por el camino que todos siguen a unos cuantos metros de mi. Bajé mis audífonos a mi cuello y me encontraba ya aproximándome al mismo.

Al estar ya a unos centímetros de distancia con el, me agache hasta estar a su altura para que así pudiera escucharme.

—Señor, ¿puede decirme que está sucediendo? —pregunté.

El viejo me miró a los ojos, los cuales reflejaban el pánico que me estaba atacando justo en ese momento.

—Dime, niño, ¿alguna vez te has preguntado cuando comenzará el apocalipsis? —preguntó, mostrando una pequeña sonrisa sin mucha gracia, la cuál me provocaba escalofríos.

El comenzó a reírse como todo un enfermo, esa risa ruidosa que no dejaba ver más que miedo e incredulidad.

—Creo que ambos deberíamos comenzar a correr. Te deseo suerte —sonrió ligeramente antes de intentar levantarse del suelo hasta por fin conseguirlo.

Vi como el viejo se puso de pie, sacudió su ropa bruscamente y comenzó a correr al igual que el resto de personas, haciéndolo a la mayor velocidad que podía.

Yo no me podía encontrar más confundido y atemorizado, era una combinación de emociones y sentimientos que llegaban de golpe, sin permitirme estabilizar mi respiración o mantener el equilibrio sin balancearme hacia los lados constantemente.
Intentar conseguir información sería más complejo de lo que creí.

De un momento a otro, reaccioné. Agite la cabeza y levanté la mirada. No podía simplemente quedarme ahí parado, esperando quizá a qué lo peor ocurriera, si iba a hacer algo, lo tenía que hacer ya.

Y ahí estaba yo, corriendo en dirección opuesta por la cuál la gente aún seguía corriendo. Por pensamiento lógico sabía que me estaba acercando al peligro, era consciente de ello, pero esa era mi intención. Si no había logrado conseguir la información de una manera segura, tendría que exponerme para así obtenerla.

Continuaba corriendo, hasta que por fin llegué al espacio que había entre las personas que corrían y el peligro, el peligro del que todos intentaban alejarse.

Al llegar ahí, detuve el paso y me puse a observar detenidamente.

Pude apreciar una gran cantidad de criaturas con forma humana, sin embargo, estos actuaban de una manera extraña y hostil.

Se aproximaban caminando, con los hombros caídos, con sus prendas desgarradas y cuerpos cubiertos de sangre y suciedad, algunos de ellos sin extremidades, o con estás rotas y torcidas. Tenían un aspecto aterrador y todos ellos producían sonidos que lograban perturbarme, eran una especie de rugidos roncos, uno tras otro, por parte de todos.

Podía observar como habían cuerpos regados por la extensión de la calle. Algunas de las criaturas se encontraban sobre estos cuerpos, atacandolos con mordidas al rededor de todo sus cuerpos, desgarrandoles la piel y cara, sacando sus intestinos y órganos vitales. No cabía duda de que ahora esos cuerpos no eran más que cadáveres.

A esas alturas, mi cuerpo y mente se encontraban paralizadas, no podía procesar las imágenes que con mis ojos veía. Eran escenas que a cualquiera le producirían malestar e incomodidad, eran terribles. El asfalto estaba cubierto de manchas de sangre por doquier.

Justo en ese momento supe que la bella ciudad de Nueva York que me había logrado fascinar y mi vida en esta, sufrirían un gran cambio, una transformación. Pero sin duda, el factor que más afectado saldría, sería yo mismo, mi persona, mi mente y mi manera de ver todo lo que conocía.

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Agradezco enormemente
que hayan llegado hasta aquí.

Recuerden, este apenas es el
prólogo y el texto estará en constante edición para su mejora.

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⏰ Última actualización: Apr 14, 2023 ⏰

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