Capítulo 1: Al principio, fue el sexo

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Un embarazo dura aproximadamente treinta y nueve semanas.  La fecha prevista para el parto puede calcularse con diversos factores pero ayuda saber en que momento se produjo la concepción.  Es especialmente importante que un omega hombre conozca el momento exacto en que concibió, basándose por ejemplo en su último periodo de necesidad, momento en que es más fértil.  Eso no implica que haya una exención de riesgo en el resto de días del ciclo, aunque reduce las posibilidades. Gracias a los avances médicos, se ha pasado de un 25% de tasa de mortalidad del padre o el bebé y un 50% de secuelas permanentes graves en el omega a principios del siglo XX a una mortalidad del 3% y una tasa de secuelas del 10%.

Por eso es importante saber cuando fue concebido, para concertar una cesárea o una intervención quirúrgica para facilitar que se dilate más el canal del parto evitando así sufrimiento innesario.  En un hombre omega un parto concertado es lo mejor.

Prem dejó el folleto sobre la mesita de la consulta.  Miró nervioso el reloj.  Tenía que ir a trabajar y se retrasaban mucho.

¿En qué momento había acabado en la sala de espera del servicio público de asistencia a omegas sin recursos?

Cuatro semanas antes

-¡Feliz cumpleaños!

Prem levantó la cabeza.  Estaba limpiando el suelo de la sala de Juntas.  A sus amigos (más bien conocidos) les decía que trabajaba para esa prestigiosa empresa de construcción y les mostraba la tarjeta que así lo acreditaba.  Pero lo que no decía era que lo hacía limpiando.

Había sido el chico más aplicado de la clase, desde primaria hasta la Universidad.  Cuando cumplió dieciocho años y dejó de ser protegido por el sistema, acabó sus estudios becados trabajando a tiempo parcial.

Todos esos años había estado seguro de que el esfuerzo merecía la pena. 

Pero en su caso no había sido así.  Tras enviar decenas de currículums siempre recibía una respuesta negativa tras la entrevista personal.  Padres desconocidos.  Criado por el sistema.  Domicilio en una casa compartida.

No había contado con la cuestión del elitismo.

Como empleado de limpieza, ganaba lo suficiente como para poder pagar sus facturas y el alquiler de un cuarto, pero era invisible para todos esos hombres de negocios que él había creído llegar a ser algún día.

-No tengo nada que celebrar -respondió -veintinueve.  A esta edad ya es imposible que en solo un año consiga un buen trabajo, me enamore de alguien que no sea un imbécil y tenga un hijo.

Fluke era su único amigo. Se conocían desde la Universidad.  Fluke era hijo de los dueños de esa oficina.  Trabajaba en el departamento legal y hacía un año que se había casado con el hijo de unos amigos de su padre. Amor a primera vista.  Ohm, su marido, era profesor de inglés aplicado al mundo empresarial en la Universidad.  Era guapo, simpático y adoraba a su marido. 

-No digas eso.  Este trabajo está bien.  Nunca sabes cuando vas a encontrar el amor.  Y un bebé... supongo que crees que te haces mayor, pero no es así.  Y si no, siempre puedes tenerlo solo.

Prem le miró.  No, no quería tener un hijo solo, porque a lo peor no le iba bien y alguien llamaba a servicios sociales y se lo arrancaban de los brazos como hicieron con él y su madre, cuyo rostro para su consternación no recordaba.

-Los tiempos han cambiado -dijo Fluke.

-No.  Se que suena estúpido, pero mi sueño es tener varios hijos con un alfa que me ame.

Fluke no respondió.

-¿Pasa algo?

-Estoy embarazado.  Se suponía que te lo iba a decir anunciándote que mi regalo era que vas a ser tío y el padrino, pero veo que no te vas a alegrar.

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