Es difícil encontrar la forma en la que todo encaja en su lugar una vez está roto, incluso si un cirujano te da un primer empujón bastante notable. La recuperación de Alexia avanza con esperanza. Su rodilla está respondiendo muy bien a la rehabilita...
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Las dos baldosas en las que llevaba moviéndome sin parar los últimos diez minutos debían estar empezando a perder el pulido. La gente, repleta de maletas y bolsas me miraba tratando de comprender la histeria, pensando si las palabras que utilizaba eran de una catalana desquiciada o algún tipo de árabe.
—¡Enciende el móvil de una vez, pedazo de asquerosa! —grité a la pantalla, que me enseñaba una llamada de nuevo dirigida al buzón de voz—. La voy a matar. Está muerta, está más que muerta.
La maldije de mil maneras diferentes sin detener mis pasos por las dos mismas baldosas, incapaz de quedarme quieta en un mismo sitio. Estaba a punto de perder la cabeza. No había ido hasta Londres precisamente a tomar El Sol. Alexia no perdía el tiempo, no iba a viajar hoy si podía hacerlo mañana.
Acudiendo a mi rescate y evitando que terminara por arrancarme a mechones todo el pelo de la cabeza, Irene me tomó de los hombros con urgencia y me sacudió ganándose mi entera atención.
—¡Hay uno! ¡Hay uno! —exclamó señalando uno de los puestos de venta de billetes abiertos.
Abrí mucho los ojos y corrí acompañada de mi amiga hasta él. La mujer levantó la mirada del ordenador y esbozó una sonrisa amable, sin esperar a que ninguna de nosotras tomara la palabra, empezó a explicarnos.
—Hay un vuelo. La puerta cierra en unos cuarenta minutos. Si te das prisa, deberías ser capaz de llegar.
—¡¿De verdad?!
—¡Sí! Date prisa. El embarque es en la puerta K58 —Me tendió el billete y lo atrapé justo antes de echarme a correr.
—¡Irene, te hago bizum, te lo juro! —grité tratando de colarme delante de un par de señoras para entrar al control.
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Alexia
Miraba hacia atrás cada pocos segundos, como si esperase que alguna catástrofe me detuviese. Josep lo sabía y también sabía los motivos por los que no me echaría atrás, a pesar de ir contra todo lo que yo veía para mí misma y por eso me tomó la mano y le dio un pequeño apretón mientras cargaban nuestro equipaje.