Segundo encuentro

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16 de Diciembre de 1941

Gustabo Gracia

Habia dejado de prestar atención a lo que decía el capitan en su discurso. Llevaba una hora escuchando a un montón de idiotas decir lo valientes que habían sido los hombres caídos en el ataque a Pearl Harbor y lo mucho que el gobierno valora sus vidas.
Para mi no eran más que palabras vacías, todos los de altos rangos nisiquiera conocían a todas las víctimas de ese día y probablemente no sabrían lo que es perder a alguien por una guerra donde predomina el ego y las ganas de medirse la polla entre gobiernos.

Mire a mi alrededor por décima vez en la mañana, esperando encontrar algo diferente a las anteriores veces y así lograr distraerme, pero todo seguía igual en el hangar donde nos citaron. Los ataúdes en el frente con la bandera de Estados Unidos encima junto a una foto del fallecido, las familias llorando ante su luto y los payasos que tenemos por líderes del ejército encima de un pequeño escenario dando discursos y palabras motivacionales que les habían escrito solo para quedar bien.

Había asistido a aquel homenaje por respeto a Horacio, el siempre fue muy dedicado a su servicio para el país. Recuerdo que un año antes de presentarnos a las postulaciones para el ejército el me dijo que morir por el país y haciendo lo que le gustaba no le molestaba y estaba dispuesto a hacerlo. Jamás comprendí su dedicación por ayudar a otros, pero sin duda lo admiraba por ello.

-...Espero que estos hombres descansen en paz y ustedes encuentren el consuelo- Todos en el lugar comenzaron a aplaudir y yo también lo hice a pesar de no haberme enterado ni de la mitad de lo que dijo.

Las personas se empezaron a poner en pie para acercarse a los ataúdes de sus familiares, así que los imite y me acerqué al de Horacio. Llevaba todo el homenaje esperando aquel momento, lo único que quería era darle un último adiós al que fue mi hermano.
Ya no tenía lágrimas, supongo que mi cuerpo se había cansado de producirlas y en parte me alegraba porque quedaría como un estúpido al llorar enfrente de tanta gente, pero también me sentía mal por no hacerlo.

No se en que momento me había quedado solo en aquel hangar, pero cuando levanté la vista no vi a nadie más a parte de una mujer con un niño en brazos saliendo del lugar.

Le di un último adiós a Horacio y yo también me fuí.

La luz solar me deslumbró, había estado demasiado tiempo en la sombra que ahora los rayos me impedían abrir completamente los ojos. Cuando finalmente acostumbre mi vista me puse en marcha y salí de la base militar.

Cuando llegue al centro de Honolulu la realidad me golpeó como una gran roca sobre la cabeza.

Ya no tenía a donde ir o algo que hacer. No tenía a nadie, estaba completamente solo en el mundo. Cuando llegara a mi casa ya no recibiria cartas de Horacio contándome sobre sus días, ya no tengo porque esperar a los fines de mes para poder ver a alguien. Simplemente ya no había una razón por la que seguir.

Horacio había sido mi motor desde que tengo uso de razón. Ambos nos apoyamos mutuamente cuando nos abandono nuestra familia, fuimos el compañero del otro desde siempre y ahora no tenía nada.

Un horrible nudo se formó en mi garganta pero seguía sin salir una sola lágrima, las gaste todas en aquel puesto de primeros auxilios improvisados que montaron el día del ataque, cuando estuve toda la tarde llorando sobre el cuerpo de Horacio a pesar de haber recibido miradas de odio por parte de las enfermeras al no desocupar la camilla. Si no fuera por que un hombre del ejército me sacó a rastras de ahí cuando comenzaron a recoger todo llegada la noche, lo más probable es que no me habría movido jamás.

Vino a mi mente aquel Coronel que me llevó hasta el cuerpo de Horacio. Habría deseado tener la oportunidad de agradecerle como es debido. Gracias a que decía que "El Coronel Jack Conway me permitió estar aquí" cada que me pedían que me retirara, pude estar hasta el anochecer sin ser golpeado o amenazado.
No lo conocía, pero su nombre me sonoba de alguna parte, tal vez Horacio lo habría mencionado alguna vez. Y ahora me sentía en deuda con el, daría lo poco que me queda para hablar con el de nuevo.

Volverte a ver {Intenabo}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora