Capítulo 19

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VIOLETTA

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VIOLETTA

Me duele la espalda baja.
Es un dolor no muy fuerte pero yo sé que es clara señal de que ya he entrado en la labor, o estoy por entrar a esa diminuta línea entre dolor de cansancio y dolor de ese en el que se sabe que mis bebés ya van a nacer.

No puede ser, por favor. Izan está en un viaje de trabajo y llega hasta mañana. No puedo hacer esto sin él.

—¿Qué tan fuerte es? —pregunta Marina, con una mueca de preocupación.

—Es leve, no te preocupes —digo y, como si los bebés me callaran la boca, el dolor es diferente—. ¡Es fuerte, fuerte, Dios!

—Ay, no, llamaré a Izan. —Corre por su teléfono a la sala, lo dejó allá con sus cosas del kínder porque de allá viene justo ahora. Me escuchó quejarme del “leve” dolor que comenzaba a tener y corrió hacia mí.

—¡Mejor llama a Jossie o a Isabel! —le grito—. Y llévame tú al hospital, Izan ahorita no nos sirve, necesito ir al hospital ya mismo, no mañana.

Marina, nerviosa, busca la maleta de los bebés en la habitación de ellos y vuelve. La maleta la preparé la semana pasada, porque ya estaba a dos semanas de la fecha indicada por el doctor.

Me ayuda a levantarme y despacio caminamos para salir. En la puerta me vuelvo a quejar de dolor y me doblego unos segundos antes de seguir caminando hasta el carro de Marina.

Esto duele cada vez más, por supuesto que los bebés ya vienen. Esto es tan emocionante y aterrador a partes iguales.

El camino me resulta tan eterno. Marina se va haciendo llamadas en altavoz a Jossie e Isabel, también le llama a su mamá para contarle. Y finalmente llegamos al hospital.

Yo tengo demasiado miedo. Que se intensifica cuando entro sola al quirófano. El doctor dijo que ya dilaté lo suficiente y que la fuente se me rompió cuando me hizo el tacto.

Izan no está.

Quiero llorar. Él y yo hablamos de este momento, incluso dijo al doctor que quería estar en el momento en el que llegaran los bebés, que pagaría lo que fuera si era necesario, pero él estaría tomando mi mano para recibir juntos a nuestros hijos.

Y no está.

Lloro en silencio mientras el doctor esteriliza el área. El dolor de cada contracción me debilita un poco.

Entonces lo veo. Giro mi cabeza hacia la puerta al fin de una contracción y mi visión medio borrosa lo ve. Izan está preparándose con una bata para entrar y me mira, preocupado.

¿O estoy soñando? Es que esto no podría ser un sueño, no debería ser un sueño. Él está lejos, un viaje largo en avión nos separa.

A lo mejor estoy alucinando porque realmente quiero que él esté aquí.

Desliz en camino© [Ya en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora