Las gotas de lluvia caían como estrellas fugaces en la fría mañana de la capital colombiana. Aunque nunca había visto una estrella fugaz, me imagino que son tan hermosas como las miradas que ella me lanzaba en una tarde de domingo. Pero yo no sabía cómo responder o qué pensar, simplemente me bloqueaba. Quería decirle al menos un hola, pero mi timidez y cobardía no me lo permitían. Pasaba una y otra vez, hasta que un día, inesperadamente, ella me habló. De una forma torpe le respondí, pero no fue mucho, pues tenía que irse más pronto de lo normal. Aún estaba atónito por lo sucedido y tengo recuerdos vagos de lo que me dijo aquella vez.
Todo eso sucedió en un autobús del Transmilenio a las 7 de la noche. Una vez que esa joven mujer se subió al bus en su horario habitual, noté que esta vez estaba ebria y no se encontraba bien. También me di cuenta de que nadie de su confianza estaba cerca para ayudarla, así que decidí acompañarla hasta su casa.
Estaba lloviendo como aquel día que la vi por primera vez, y sinceramente, esa noche sentía una sensación de despedida. Aunque no profundizamos en una amistad ni entablamos una charla profunda, esa sensación seguía presente. Llegamos a su parada y, con dificultad, ella logró reconocer que ahí tenía que bajarse. Yo la ayudé a bajar del bus y, en breve, llegamos a su hogar.No quería dejarla así sin más, pues apenas podía recordar el camino a su casa en ese estado. Sin embargo, en un rato después de haber entrado a su casa, ella hizo un gesto algo extraño y, en ese momento, también noté un detalle poco normal que me decía que era un error estar ahí.
Por lo mismo, traté de contactar a alguien conocido de ella, aprovechando que aún era algo relativamente temprano. Pero para mi sorpresa, no había nadie a quien llamar. Así que dejé mi número escrito en un pequeño papel que traía sin razón en uno de mis bolsillos.
Lo puse en una mesa cercana con la esperanza de que me llegara a llamar, arriesgándome a lo que podría pasar. Después de todo, me fui de la casa de la joven ebria, diciéndome a mí mismo que debo tener cuidado con las acciones que tome.
Aún seguía lloviendo y para ese momento realmente no me importaba, solo anhelaba llegar a mi casa, aunque estaba un poco más lejos del lugar donde me encontraba.
Ya más tarde, todo empapado, llegué a mi casa. Me cambié y me eché en mi cama, pensando en lo que había pasado ese día y en lo que querían decir esos detalles de los cuales me percaté. Tan solo minutos después, quedé dormido hasta el sábado en la mañana.
Comienzo mi fin de semana como cualquier otro día. Me levanto, tomo un café, me baño y me preparo para salir. Son alrededor de las 9 de la mañana y decido ir a desayunar en una panadería cercana. Al salir de allí, veo a lo lejos a la chica que ayudé el día anterior. Estaba apurada y sin nada que hacer, decido averiguar qué está tramando. Pero, enseguida ella me intercepta y me pregunta si sé lo que estoy haciendo y con quién me estoy metiendo.
A partir de ese momento, empiezo a conectar los puntos y encuentro similitudes con los detalles que había visto la noche anterior. Solo me falta la pieza que en un momento encontraría.
Volviendo al momento, ella al ver que estaba en un estado falto de conciencia, decide seguir en lo que está haciendo, dejándome atrás. Aun así, tengo curiosidad por saber quién es ella, sin saber que cada vez más me estoy poniendo en peligro. Decido seguirla hasta encontrarme con lo que sería el punto detonante de la situación.
Me estaba relacionando con una asesina. La hermosa dama con la que había cruzado miradas resultó ser una asesina. Aquella escena del crimen me perturbó. Fue de una manera delicada con la que realizó tal acto tan atroz. Acto seguido, ella vuelve hacia mí y me dice que ahora tengo que hacerle caso en lo que ella diga o terminaré como aquel tipo.
Me emocioné y me asusté al mismo tiempo.
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Lluvia Asesina
ActionEn las sombrías y lluviosas calles de Bogotá, Colombia, Mateo y Emma, dos jóvenes de 23 años, se encuentran inmersos en un oscuro mundo de misterio y acción. Ambos personajes están unidos por objetivos diferentes pero igualmente intensos. Mateo se e...