Capítulo 39

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La opción más amable

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Había una muy buena razón por la que Amber estaba aporreando la puerta de ese pequeño departamento: hacía dos días que no le veía ni las luces a Hyukjae.

Luego de los primeros veinte minutos se preocupó e intentó entrar por la puerta del bar que conectaba con el living, sin embargo se la encontró bloqueada, Hyukjae debía haber colocado un mueble o algo pesado frente a ella.

Eso solo significaba una cosa: su amigo se había atrincherado a propósito, y no era para menos. Dos días atrás, después de consolar a Hyukjae en medio de esa calle vacía, él les contó berreando que Donghae se estaba casando dentro de esa terraza lujosa. Aunque en shock, Amber le creía, pues el estado en el que Hyukjae se encontraba no podía deberse a algo más.

Se lo llevaron al bar después de eso. Yara quiso ir, pero Hyukjae le pidió que se quedara. Ella comprendió al instante que, quizá, para el rubio ya había sido demasiada humillación. Estaría bien sin ella, estaría bien en manos de sus amigas.

Por alguna razón Yesung no regresó con la comida que prometió llevar, y menos mal, pues nadie quería enfrentarse a ese monstruo que, herido, vería destrozado al ser que más amaba en el mundo.

Heechul, Heeri y Amber cuidaron bien de él durante unas horas, sin embargo pronto Hyukjae dijo que quería estar solo, así que se fue. Ahora, Amber se arrepentía de haberlo dejado. Los pensamientos catastróficos no paraban de llenar su cabeza. El peor de ellos era que, en tal estado, a Hyukjae no le habría importado quitarse la vida. El miedo tomaba cada vez más posesión de ella y su valentía se desmoronaba.

—Hyuk —gimoteó golpeando la puerta. Se preguntaba en qué momento estaría bien llamar a su padre para pedirle una copia de la llave—, cariño por favor…

—¿Qué pasa?

Amber se sobresaltó por la voz masculina que apareció de pronto. Fría, giró la cabeza para encontrarse con Yesung. Su amigo llevaba el mismo gesto duro de siempre y ese inigualable aire confiado.

Quizá no era tan malo que se presentara ahora, quizá Hyukjae le haría más caso a él.

—Hyuk se ha encerrado. No sé si está bien. No responde, no abre, no contesta las llamadas, y bloqueó la puerta que da al bar.

—Lo sé, el señor Kim de la cafetería me dijo que lleva dos días sin presentarse a trabajar. Me pidió asegurarme de que esté bien porque va a tener que despedirlo si se cumplen tres —dijo él. Amber tragó saliva, nerviosa. Lo que menos necesitaba ahora Hyukjae era perder su empleo.

Iba a hablar, rogarle a Yesung que hiciera algo. Sin embargo, su amigo se adelantó. Estaba haciendo una cuevita con las manos sobre la ventana, intentando ver hacia dentro.

Todo estaba oscuro. No era un secreto que a Hyukjae no le gustaba encender las luces de la casa por toda esa cosa del cambio climático.

Yesung carecía de paciencia, así que sin preámbulos ni avisos tomó una roca que se hallaba en la acera y rompió el vidrio. Amber se sobresaltó y cubrió su boca cuando el ruido de cristales se hizo presente. Yesung se quitó la chaqueta y enredó la tela en su mano, con la que después golpeó el resto de afilados vidrios que quedaron en el marco de la ventana. Una vez seguro de que no hubiera riesgo de lastimarse, a tientas buscó el cerrojo. De un solo movimiento la puerta se abrió.

El tenue reflejo del sol brilló sobre los restos de cristal cuando Yesung entró. Caminó cauteloso por el living sin encontrar rastro de su amigo. Amber se había quedado afuera durante unos segundo, pero pronto se apresuró a seguirlo. La casa olía a madera y ginebra.

•Aquello que pudimos ser [Eunhae]•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora