Capítulo 1

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"Aquel que se compadece por los demás y tiene el corazón agradecido"

Cuento tras cuento sobre el yuanfen, el destino predestinado, siempre concluye con un mortal y un inmortal destinados a encontrarse y unirse en algún punto de la eternidad. Cada historia ofrece variaciones, pero el destino inquebrantable permanece. Sin embargo, hay una versión, olvidada con el tiempo, que relata cómo aquel mortal y el inmortal se conocieron por primera vez.

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Una lluvia maldita azotaba un reino, envolviéndolo en sombras. No era una lluvia común; quien la tocaba veía acortarse su vida, y algunos caían presa de alucinaciones tan intensas que no podían escapar. Pocos lograban sobrevivir a este aguacero implacable, y quienes lo hacían, agradecían haber recibido su piedad, aunque eran excepciones en un reino asolado.

Las plegarias del pueblo llenaban el aire, suplicando a los dioses que detuvieran aquella lluvia infernal y devolvieran los días de paz y alegría al reino. Pero, por más que los dioses escuchaban, no podían hacer nada: aquella lluvia era, en realidad, un deseo que el propio reino había solicitado.

Un deseo de castigo, concebido para juzgar a quienes merecían morir. Lo que los habitantes no sabían es que ellos mismos eran el objetivo de su propio castigo. Bajo una apariencia amable, el reino escondía la hipocresía de sus habitantes, y solo aquellos de corazón bondadoso, aquellos que no poseían nada más que el deseo de vivir, lograban sobrevivir.

Fue un error rezar al dios Xue Yu Tan Hua, el dios de la fortuna y la maldición. Con cada bendición, una maldición seguía, como un equilibrio natural. Se decía que, para apostar con Xue Yu Tan Hua, debías llevar dados contigo. En su templo, los devotos murmuraban, apostando a mayor o menor; pero, sin importar el resultado, el dios siempre ganaba. Y en las raras ocasiones en que alguien vencía, el premio no tenía un valor real.

Los dioses, desesperados por resolver la situación, intentaban todo en vano, perdiendo seguidores y, con ellos, su estatus divino. Finalmente, el emperador celestial tomó cartas en el asunto y se dirigió a la calamidad que representaba Xue Yu Tan Hua.

—Xue Yu, apostemos nuestra inmortalidad.

Al oír esto, todos los dioses se alteraron. Xue Yu esbozó una sonrisa enigmática y, con sus ojos rojos fijos en el emperador, respondió:

—¿Estás seguro de eso?

—Por supuesto. Sé que estás aburrido de apuestas insignificantes y de ver cómo los dioses pierden seguidores. ¿No te parece que es hora de hacer algo realmente emocionante?

El silencio inundó el lugar; nadie osaba ni respirar.

—Perder la inmortalidad significa dejar de ser un dios —dijo Xue Yu.

—No necesariamente. Seguirás siendo un dios, pero en forma mortal. Al morir, renacerás con todos tus recuerdos y poderes, pero como un humano, creciendo paso a paso en este mundo.

Xue Yu observaba cada gesto del emperador celestial, consciente de que algo se ocultaba tras sus palabras. Maldijo en silencio, recordando que era el deber del emperador cumplir los deseos de los mortales, aun cuando ellos no comprendieran las consecuencias de sus pedidos.

—Entonces, lo planeaste desde el principio —murmuró con una sonrisa forzada, aunque sus ojos reflejaban otra cosa—. Solo soy una pieza más en tu juego.

El emperador, sereno, le devolvió la sonrisa.

—¿Aceptas, Xue Yu?

—Por supuesto que acepto, emperador.

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⏰ Última actualización: Oct 28 ⏰

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