Thoma está enamorado de Ayato y siempre procura hacer las cosas bien cuando él está alrededor, pero poco sabía qué pasaba por la mente del último.
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Los personajes no me pertecen, todos sus creditos van a sus cread...
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Y Ayato abrió el regalo.
Los ojos de Thoma se turnaban entre él y la caja, observando atento su reacción.
Cuando el contrario lo sacó de su caja y se lo puso alrededor de su cuello fue cuando lo supo.
Le había gustado su regalo.
Thoma sintió escalofríos cuando su corazón se comenzó a sentir cálido, junto a la mirada que le estaba otorgando el mayor.
- ¿Le gusta? - rompió el hielo con una pregunta simple, pero que tenía muchas ganas de hacer desde que la caja estuvo en sus manos.
- Me encanta. - le hizo un gesto al otro para que se acercara, y cuando lo hizo acarició su pelo gentilmente.- Lo usaré siempre.
No habían palabras que podían describir las emociones del rubio en ese momento.
¿Emoción? ¿Felicidad? ¿Alivio? ¿Nervios?
Era como si todas esas emociones (y algunas cuantas otras no nombradas) hubiesen sido mezcladas e inyectadas repentinamente en el sistema nervioso del rubio.
Era como... ¿Cuál es la palabra?
Ah, si.
Un shot de amor.
Ayato se dió cuenta de que Thoma estaba teniendo algunos problemas para formular palabras, dado que sus labios temblaban y su mirada no encontraba un punto fijo. El primero lo tomó del mentón y centró su rostro, haciendo que este lo mire.
- Eres mucho más de lo que jamás habría pedido. - movió su mano libre hacia el frente de la cara de Thoma, quitando algunos mechones de cabello que yacían en ella, esta misma pasando de lucir como un melocotón a una rosa. ¿Cómo este hombre podía ser tan tierno inconscientemente?
El peliazul se sorprendió cuando notó que los ojos de Thoma se comenzaron a cristalizar, reluciendo bajo la luz que había en aquel momento en el lugar.
— ¡Ah! —Exclamó Thoma tras procesar cual había sido su reacción ante las palabras de Ayato.— Lo siento m-mucho, no esperaba que pasara esto. Debo de verme gracioso, eh- un momento, por favor. —Se levantó de su asiento para poder agarrar una de las servilletas en la encimera. Con esta limpió las lágrimas que habían comenzado a caer de sus ojos. Sus manos temblorosas se deshicieron del papel una vez cumplió su propósito, arrojandolo a la basura. Regresó con el de mayor estatus, sentandose una vez más.
— ¿Estás bien? —Preguntó sin querer darle muchas vueltas. Una respuesta simple bastaría.
— Si. No se preocupe.
Oh. Eso fue simple. Pero ¿No era eso lo que quería? ¿Por qué se sintió tan seco?
Sacudió su cabeza con una risita, mirando hacia abajo.
