Capitulo 3

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Llegó el día y todo fue una locura.

Estar en un escenario con grandes artistas fue una locura.

Baile, cante con Rihanna Diamonds, volví a bailar acompañando a los artistas que nos acompañaron esa tarde. Rihanna, Marc Antoni, Leonardo DiCaprio, Alan Faena, Harry Styles, Ed. Sheeran, Shaquille O'Neal, Sean Pean. Entre muchos artistas. Baile salsa, hasta con Marc Antoni, fue increíble.

No deje de transmitir, de gritar. Me sentía feliz y al final de la noche, cuando íbamos terminando la Teletón, salieron con un enorme pastel de cumpleaños y todo el estadio se escuchó cantar la canción de cumpleaños. Definitivamente, este sería el mejor que tuve o que alguna vez tendré.

Agradecí a todos y me escapé a una cabaña. Sola, sin compañía, ni siquiera había llevado a Julia, cosa que ella está pegada a mí 24/7. Necesitaba alejarme de todo y de todos, en especial de las redes sociales y cualquier medio de comunicación.

Siempre me han encantado esas donde se muestra una cabaña alejada de todos y se ve un ventanal donde muestra la magnitud de la naturaleza. Eso quería yo, alejarme de todos y solo estar en medio de la naturaleza para recargar energías.

Me había asegurado estar por lo menos tres semanas, aunque hubiera querido estar más tiempo, sabía que mis seguidores y patrocinadores se volverían locos. Sabía que Julia también estaría con los nervios de punta, así que ni podía meterla en problemas. Teníamos muchos contratos por cumplir y debíamos ser responsables.

Aunque Julia sabía donde me encontraba y si me necesitaba urgente solo debía llamar a mi vecino para transmitir el mensaje.

La cabaña tenía una hermosa vista a una especie de abismo donde las nubes bajaban y descansaban dándole la apariencia de un colchón de algodón. Cuando estaba desierto, enormes árboles y pinos decoraban como si fuese un cuadro. Contaba con baño, un jacuzzi, cocina, una habitación, chimenea, baño turco. Comodidad por si sola y lo mejor es cuando salía a caminar por senderos con una magnífica imagen.

Estaba en una montaña alta, así que recorrí una parte del camino sin perderme. Eso sí que no lo podía permitir y cuando llegaba me sumergía en el jacuzzi con una copa de vino y después disfrutaba del calor de la chimenea mientras leía un libro.

Toda la paz que necesitaba.

Comí hasta saciarme sin importar subir de peso, dormí largas horas recuperando mi energía y había llegado el momento de volver. Alisté mi maleta y subí al vehículo de alquiler, me despedí de la cabaña con la promesa de volver algún día y me fui.

Tenía muchos pendientes. Cuando llegué a la ciudad maldije en no tener cargado de batería mi móvil, ya tendré tiempo para hacerlo. Estaba concentrada en una canción de Fergie que sonaba en la emisora que no me percate de los paparazzi que se amontonaban en la entrada de mi edificio.

¿Qué está pasando?

Eres famosa, hiciste un gran trabajo y solo quieren felicitarte. Pensé.

Sonreí y con cuidado de no atropellarlos traté de entrar al parqueadero subterráneo, pero era imposible por el lío que se estaba formando con tanta multitud.

Me asusté cuando empezaron a golpear las ventanas y había unas chicas que trataron de subirse sobre el coche, menos mal que la policía estaba y empezó a retirar a las personas, no entendía lo que pasaba, todo era como si hubiera entrado a una dimensión desconocida.

No veía rostros alegres, solo gente furiosa gritando cosas que no lograba entender. Fruncí el ceño cuando vi un cartel donde me insultaban y me decían ladrona.

Apague el vehículo y me disponía a bajar del auto cuando un policía me gritó que no lo hiciera, que entrara a mi edificio antes que todo se fuera de control.

Mis manos empezaron a temblar y me costó un poco entrar, cuando al fin lo hice me quedé un momento asimilando lo que había pasado hasta que unos toques a la ventana me hicieron sobresaltar.

―Señorita, salga por favor.

Un hombre vestido de policía trata de abrir la puerta al ver que no me he movido. Quito despacio el cinturón y el seguro y abro la puerta. Varios uniformados me miran serios y puedo jurar que algunos con odio.

― ¿Qué sucede? ―Pregunto nerviosa ― ¿Pasó algo?

―Necesito que nos acompañe a la jefatura, hay una demanda contra usted.

― ¡¿Qué?!

―Acompáñenos―Otro hombre se acerca y toma mi brazo de forma brusca y me conduce a otro vehículo.

―No entiendo, una demanda ¿De quién o por qué?

Nadie dice nada, mis ojos se llenan de lágrimas y cierran azotando la puerta haciéndome sobresaltar.

¿Qué está pasando?


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