Mientras la noche transcurría, los jóvenes dormían en su pequeña casa. La paz era tal que incluso los sonidos nocturnos parecían apacibles, pero todo cambió de repente. Un sonido ensordecedor los sacó de sus sueños. Un gran temblor estaba sacudiendo la tierra debajo de ellos. La casa se sacudía y temblaba como si fuera de papel. Los jóvenes se miraron unos a otros con preocupación. Antes de que pudieran comprender lo que estaba sucediendo, Joseph entró en la habitación en la que estaban durmiendo y gritó "¡Despierten chicos! ¡Ya no tenemos tiempo!". Todos saltaron de la cama. Se pusieron rápidamente sus ropas y equipo, sabiendo que debían volver a Barahills lo más rápido posible, antes de que el sacerdote destruyera todo el país. Salieron de la casa, y el temblor seguía sacudiendo el suelo. Árboles caían, rocas se desprendían de las montañas, y la tierra parecía abrirse en algunos lugares. El caos era total, pero los jóvenes no perdieron su objetivo. Se subieron a una pequeña camioneta que conducía Ezekiel y se dirigieron nuevamente al monumento. Condujeron a toda velocidad por carreteras destrozadas y peligrosas, sorteando obstáculos y esquivando escombros. La tormenta que acompañaba al temblor hacía difícil la visibilidad, pero Ezekiel manejaba con gran habilidad, con la mirada fija en su objetivo. Finalmente entraron al monumento y cruzaron las puertas, hasta llegar a Barahills. El pueblo estaba en ruinas, y las personas corrían en todas direcciones tratando de escapar de la destrucción. Los jóvenes no podían detenerse para ayudar, sabían que tenían una tarea que cumplir. Volvieron hacia las puertas y llegaron al páramo, donde tendrían su tan esperado enfrentamiento con el sacerdote. Con cautela y determinación, avanzaron por los iluminados pasillos del templo, evitando ser vistos a cada paso. Llegaron a una habitación grande con papeles y lápices de carbón por todas partes, como si todo un plan estaba siendo desglosado frente a ellos. Todos se acercaron y examinaron un mapa con atención que yacía en la pared. Había marcadores que mostraban la trayectoria de un cometa que iba a pasar por encima de todo el país esa misma noche.
Isabella señaló un documento que estaba en la mesa y que parecía ser un diagrama detallado de la piedra larimar original. Con las manos firmes lo tomó y empezó a leerlo. Mientras lo hacía, sus ojos se abrieron de par en par al descubrir el plan del sacerdote para triplicar el poder de la piedra. Si completaba su plan, la tercera parte de los humanos sería aniquilada. La tensión en la habitación aumentó mientras los chicos comprendían el alcance de los planes del sacerdote.
-¿Cómo es posible que sacerdote pueda continuar con su plan si no tiene la piedra original? --inquirió Antonio, con su mirada puesta en Ezekiel.
-Debe tener un as bajo la manga.
-Tenemos que detenerlo antes de que sea demasiado tarde. Todos tenemos nuestros poderes, así que trabajemos juntos y hagámosle frente. Marie dejó salir una leve sonrisa como si hubiera escuchado algo chistoso en las palabras de Antonio. Rápidamente miró a los demás para asegurarse de que no la habían visto reír.
De repente todos escucharon un chillido detrás de ellos y al voltear vieron a un Domirata. Todos se paralizaron con terror. Sin embargo, Marie se acercó casi de inmediato.
-Puedo escuchar sus pensamientos -dijo, dando unos pasos hacia el frente. Todos estaban intrigados ante su declaración.
Marie conversó por varios segundos con el domirata antes de que este se alejara de ellos. Sus compañeros estaban asombrados ante su nueva habilidad. Se adentraron en la selva, avanzando con sigilo hacia el lugar donde se escondía el sacerdote. Justo llegando al escondite del sacerdote, un grupo de hombres armados se posó frente a ellos. Levantaron sus armas, dispuestos a arrancarles la vida a todos de un solo disparo. La tensión se palpaba en el aire cuando los hombres se acercaron con sus armas apuntando hacia los jóvenes. Pero estos no se dejaron intimidar, y se pusieron en posición de combate. De repente Isabella lanzó su campo de fuerza con una precisión sorprendente. El impacto del proyectil lanzó a uno de los hombres varios metros hacia atrás, mientras los demás abrían fuego. En ese momento, Marie anticipó los movimientos de los hombres pudiendo esquivar los golpes. Se centró rápidamente en un árbol cercano mientras veía cómo los atacantes peleaban con una ilusión de ella, creada por su propia mente. David, con sus manos en alto, canalizó toda su energía turquesa y se concentró en levantar las armas de fuego de los hombres y hacerlas flotar en el aire. Antonio manipulaba la tierra debajo de los pies de sus oponentes, haciendo que el suelo se moviera y temblara violentamente. Joseph se abalanzó sobre dos de los hombres. Con movimientos rápidos y precisos, lanzó una serie de golpes que conectaron con sus caras, dejándolo inconsciente en el suelo.
Ezekiel, aprovechó la distracción causada por Joseph y lanzó un ataque sorpresa a otro de los hombres. Con una velocidad asombrosa, se convirtió en una bestia feroz, lanzándose sobre otra persona y mordiéndole en el brazo. La pelea se extendió durante varios minutos más, con los jóvenes y sus enemigos intercambiando golpes y ataques con una ferocidad desmedida. Al final, la habilidad y la fuerza de los jóvenes se impusieron, y los atacantes fueron derrotados y reducidos a la sumisión. Todos se quedaron en silencio, mirando a los guardias inconscientes en el suelo. Los habían derrotado, pero sabían que su misión aún no había terminado. Se prepararon mentalmente para lo que estaba por venir y avanzaron hacia el lugar donde se escondía el sacerdote. Finalmente llegaron a una puerta de madera maciza, detrás de la cual podían oír la voz del sacerdote. Ezekiel dio una señal y los demás se prepararon para entrar en acción. Sin embargo, justo cuando se disponían a abrir la puerta, el sonido de un ruido repentino hizo que se detuvieran en seco.
En el exterior, podían escuchar el estruendoso sonido. Era evidente que habían sido descubiertos y que otra multitud venía detrás de ellos. Intercambiaron miradas de preocupación antes de abrir la puerta de golpe y entrar en la habitación donde estaba el sacerdote. Cuando entraron se sorprendieron al darse cuenta de que lo único que había en el lugar, era una grabadora con la voz del sacerdote cantando un himno católico.
En su frustrado intento por atrapar al sacerdote, salieron de la habitación para tratar de encontrarlo a como dé lugar; se apresuraron a llegar a otra parte de la selva donde pudieran encontrarlo. Sin embargo, se detuvieron en seco al ver a dos taínos con lanzas esperando por ellos. Sus semblantes eran serios y firmes, comunicando a los jóvenes que no habían llegado para jugar. Todos los árboles a su alrededor se inclinaban y se mecían con una fuerza imponente, como si estuvieran anticipando la llegada de un huracán. Las ramas crujían y se estiraban, mientras el viento soplaba con intensidad a través de las hojas y la maleza. El ambiente era oscuro y húmedo, con el sonido constante de insectos y animales que se movían entre la vegetación. El aire estaba cargado de aromas exóticos y misteriosos, que combinaban la fragancia dulce de las flores y la humedad del suelo.
-No puedo escuchar sus pensamientos -dijo Marie.
-Yo me encargo -dijo David, al mismo tiempo que daba un paso adelante y lanzaba una ráfaga de energía que hizo que los taínos cayeran al suelo. Los demás se tensaron al ver cómo los dos taínos se ponían de pie nuevamente y se transformaban ante sus ojos, multiplicándose y dividiéndose en un enjambre de copias exactas de sí mismos. De pronto, el lugar selvático se llenó de treinta figuras idénticas, listas para atacar. Se empezaron a mover con una velocidad sobrenatural, dejando tras de sí estelas borrosas mientras se abalanzaban sobre los jóvenes. Isabella intentó lanzar un campo de fuerza para contenerlos, pero los taínos se movían con tal rapidez que ella apenas podía seguirlos con la vista. David, con sus ojos cerrados, comenzó a emitir una energía turquesa que rodeaba su cuerpo, concentrando toda aquella energía en un solo punto. Cuando finalmente abrió los ojos, disparó un rayo de energía hacia el enjambre de taínos, que se dividió en dos y les hizo retroceder. En ese momento los jóvenes se alegraron al ver que los taínos habían sido derribados, sin embargo su felicidad no duró mucho tiempo. De repente, multiplicándose y dividiéndose en un enjambre de copias exactas una vez más. De pronto, la habitación se volvió a llenar de más de sesenta figuras idénticas, listas para atacar. Antonio movió la tierra bajo sus pies desnudos, haciendo que perdieran el equilibrio y cayeran al suelo. Joseph saltó entre las copias, esquivando sus golpes y lanzando rápidos contraataques que dejaban a los taínos aturdidos y confundidos. Ezekiel adoptó la forma de un terramar y lanzó un ataque sorpresa desde el aire, golpeando a varios de ellos y enviándolos volando por los aires. Poco a poco comenzaron a tomar ventaja en la pelea, pero los taínos continuaban multiplicándose y los superaban en número cada vez más.
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LARIMAR: Un misterio bajo tierra ©
FantasíaEn la tranquila ciudad de Barahills, los jóvenes Antonio, Marie, Isabella y David se embarcan en un proyecto universitario que cambiará sus vidas para siempre. Su investigación sobre la piedra Larimar les lleva a descubrir un mundo subterráneo que d...