𝐏&𝐒㆐"Dicen que cuando un Targaryen nace, los dioses lanzan una moneda, y el mundo deja de respirar."
La mayoría de los segundos hijos vivían a la sombra de la figura y logros de sus hermanos mayores, destinados a vivir en segundo plano. Lo cual so...
Aemond Targaryen era el segundo hijo varón y el cuarto vástago del rey, pequeño al nacer pero con la ferocidad de un dragón, aunque no tuviese uno, astuto e inteligente cómo ninguno. Desde el día en que llegó al mundo fue cruelmente subestimado,¿que podría esperarse del segundo hijo de un segundo matrimonio por deber y no por amor?. Parecía estar destinado a conformarse con migajas o con desposar a una doncella de alta cuna para tener una vida cómoda, o a vivir bajo la sombra de sus hermanos y sobrinos.
Siendo solo un niño guardaba un gran temor y con el una enorme inseguridad que crecía cada día más que el anterior.
El joven era una hoguera que ardía con intensidad, con miles de preguntas que invaden su mente cada día que pasa. Pero solo una que le causaba un agudo dolor en el corazón.
¿El serio suficiente? ¿Lucerys lo abandonaría?
La sola idea de quedarse solo, sin su familia y sin el dulce niño que lo seguía en todas sus aventuras, le rompía el corazón. Con el temor y la dulzura de todo niño, se prometió así mismo que seria el mejor de los caballeros, valiente como ninguno y más feroz que todo dragón surcara los cielos.
No permitirá que lastimen a su familia, ni a él
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Lucerys Velaryon era el segundo hijo de la princesa heredera, risueño y dulce, pero feroz como el dragón con el que compartió cuna. Le esperaba un futuro interesante y dichoso a diferencia de otros jóvenes en su posición.
Pero así como tenía valor, también temia por su futuro y por la herencia que no hacía más que atormentarlo en sus pesadillas. Desde muy pequeño sintió el peso en sus hombros a causa de ser llamado "el heredó de Driftmark".
A pesar de su dulce inocencia sabía que cuando se convirtiera en el señor de las mareas, todos estarían muertos o al menos eso pensaba y atormentaba su corazón.
¿Cómo iba a vivir sin los abrazos de su madre y su padre? ¿Toda su familia se iría con los dioses? ¿Como lo haría solo?
¿Su padre estaría orgulloso de el? ¿Aemond lo dejaría sólo cuando más lo necesitará?
Ambos príncipes se negaban a separarse en su niñez, siendo la antítesis del otro en todo aspecto. Tan diferentes, pero a la ves tan iguales.
Eran las joyas que encajaban perfectamente juntas, una brillante y dura perla junto a un filoso e inigualable zafiro.
Hechos para brillar juntos, dos dragones nacidos en la tempestad. Que quemarían juntos el mundo conocido ante alguna amenaza.
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