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"¿El clan Myoui?", bufé con ironía.

Ciertamente eran una de las familias más importantes del país, pero yo no era del pais que ellos lideraban, por lo tanto, me daba igual. Eran personas como yo, comunes y corrientes.

"Es la colíder, ahí viene", chilló Tzuyu como una cría hormonada.

Al menos podía comportarse ¿no?. En su cara se veía la emoción por ver al «amor de su vida» tan de cerca y parecía una maniática desesperada.

"Deja de apretarme la mano ¿si?", sugerí cuando parecía que iba torcerla de un segundo a otro. Ese olor se expandió en el restaurante donde estábamos y mi amiga parecía que le daba algún tipo de ataque. "¡Oh, dios, viene para acá!".

"Viene a la mesa detrás de nosotras, Tzuyu.", Aclaré su fantasia. Era totalmente insoportable cuando estaba con esa actitud calenturienta ¿Cómo no se fijaba que habían mesas detrás de nosotras?.

"¿Adónde vas? Espera al menos que pase frente a nosotras", refunfuñó con una sonrisa forzada, jalando de mi mano para que me sentara otra vez.

Suspiré. Y me mantuve en mi asiento, con una mano en mi barbilla a la espera de que pasara los del clan Myoui. Siempre era lo mismo con ella y con Nayeon cuando veían a esas personas muy normales.

Familia que venía de un linaje muy importante en la historia de Tokio, bastante protegida y cuidada de mantenerse unida entre sí.

Claro, tenían poder, dinero, putas y asesinos a su disposición, pero... lejos de eso, seguían teniendo un corazón palpitando dentro de su pecho.

"Señoras...", alcé la mirada a quien habló, dándole un vistazo breve a Tzuyu que casi cae inconsciente, y me encuentro con esa mirada oscura cuando alzó viéndome con indiferencia.

"Señoritas", corregí con una ceja alzada, volviendo a poner mis ojos al frente, como si hubiese hablado con una de mis amigos.

"Claro", le escuché decir y reprimí una sonrisa divertida.

La tarde la pasé soportando las fantasías de Tzuyu durante unas horas acerca de unos de los pertenecientes del clan, después de eso fue relajante lejos de mi amiga y Nayeon que le encanta hablar del Clan Myoui.

Pueden saber hasta como es su comportamiento, o incluso como follan, y eso no es algo que me importe aún cuando me da curiosidad de saber cómo saben acerca de sus relaciones sexuales.

Mi familia es de clase media. No soy humilde, pero tampoco ando presumiendo de algo que no tengo. Simplemente soy... normal. Me mudé hace dos años a Tokio, después de estar un mes en Osaka con mis padres.

Aquí las costumbres y leyes no eran como en Corea, aquí eran gobernados por un clan. Y ellos ponían las reglas, fue extraño, pero me fui acostumbrando estos dos años que vivido aqui sin mis padres.

Fue aburrido desde el inicio, pero después encontré algo que me encantó y gustó demasiado, algo inexplicable y prohibido que podría atentar con mi vida, más sin embargo, me valia un carajo porque me volví adicta a eso.

"Hola, preciosidad. ¿Quieres compañía?", se ofreció un chico de mi edad, ubicándose a mi lado en una de las sillas altas. Miré a la persona que intentaba coquetearme, y su apaciencia no se veía tan mal.

Bebí del champagne que pedí y volteé a mirar al chico otra vez que estaba muy cerca de mi. Sonreí por cortesía, más no me incomodaba. Ya me había acostumbrado a esta clase de situaciones que me ocurría frecuentemente.

"No tengo problema con eso, precioso. ¿Dónde dejaste a tu mujer?", pregunté sonriendo con diversión.

En un segundo pude ver cómo escondió el anillo que tenía en su dedo con mucha agilidad como si ya estuviese acostumbrado a esconderlo. Fue realmente impresionante, como si fuese magia.

Lascivia | Michaeng G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora