Capítulo 21

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Han pasado alrededor de cinco minutos. Acomodo mis bragas húmedas y salgo corriendo del balcón que se ha convertido en un pequeño infierno de lujuria.

Debo buscar a Dorian y olvidarme de lo que pasó, pero sobre todo, debo saber quién era el hombre que acaba de hacer que me corra en sus dedos.

No hay nadie en el pasillo, pero mientras más voy corriendo de repente me estrello con un traje negro.

—¡Muchacha! —Me reprende Erwan.

—Lo siento, Erwan—digo tocando mi cabello nerviosa— ¿Sabe dónde está Dorian?

El grandulón estudia mi pregunta y me ve a través de esas gafas de mosca y responde con una pequeña sonrisa:

—Al fondo a la derecha, última habitación.

Esa debe de ser la habitación de Dorian.

—Gracias—Le digo y regreso por el pasillo.

Al llegar a donde Erwan me ha dicho, entro sin tocar a la puerta y solamente veo una gigante cama vacía y un poco de claridad que entra por la ventana.

La habitación de Dorian es más grande que la mía.

Escucho el grifo del agua que viene desde el baño y sonrió por lo bajo, voy caminando despacio y toco la puerta.

—Oye, estoy aquí—Le digo a través de la puerta—Creo que paso de ir a caminar por el jardín.

Cuando se entere de lo que acaba de pasarme, se va a cagar en sus pantalones, no sin antes escuchar una carcajada, seguido de que me reprenda por dejar que alguien metiera sus dedos en mí.

—¿Has escuchado? —Pregunto de nuevo pero no responde.

Abro la puerta y hay humo por toda la habitación, lo único que veo son unos pies desnudos y mojados dentro de una inmensa ducha.

El humo se va esparciendo y voy subiendo la mirada, pantorrillas fuertes y velludas, piernas atléticas tonificadas y...

Dura, gruesa y siento que me quema a través de la tela de mi vestido.

Sigo subiendo la mirada y llego hasta una V bien marcada, abdomen tenso y un pecho subiendo un bajando a toda prisa, hasta que llego a sus ojos.

Ojos grises.

Debo estar loca pero no me muevo, él no quita sus ojos de los míos, no sonríe, no habla no me ordena como hace unos minutos lo acaba de hacer. Entonces veo que mueve su mano.

Esa mano, esos dedos.

Llegan hasta su erección y empieza a acariciarla de arriba abajo.

Mátenme ahora.

Con bestialidad empieza a masturbarse en mi presencia, de nuevo vuelvo a fijar mis ojos en él. En otra ocasión hubiese salido corriendo, no sin antes cantarle sus tres, pero nada de él me parece algo enfermo, algo prohibido. Al contrario, me llama, su deseo, su mirada y su hombría me llama.

Fijo mi mirada por un segundo en el trabajo que hace su mano, sus venas están resaltadas, esa cabeza rosa está empezando a llorar gotas aperladas, entonces gruñe.

Echa la cabeza hacia atrás y toda su semilla empieza a salir a chorros. Jamás había visto algo así en mi vida. Me humedezco mis labios con sólo verlo y al mismo tiempo en que su respiración empieza a tranquilizarse.

Me voy.

El maldito idiota de Erwan sabía que esa era la habitación de su jefe. ¿Por qué me enviaría ahí?

La Profesional (libro 1) (Ya en físico y audiolibro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora