Capítulo 31

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Abro los ojos y por un momento me olvido de dónde estoy, hasta que lo veo. Durmiendo a mi lado boca abajo y su mechón rebelde le cubre los ojos hasta la punta de su nariz.

Jamás había visto un rostro tan hermoso y perfecto como el de él.

Me siento terrible por lo de ayer, ahora entiendo por qué es un hombre paciente y sereno, aunque no tiene ni la más mínima paciencia conmigo.

¿Qué ha visto él en mí que no lo veo cuando me veo al espejo?

Le doy un beso en la frente y aparto el mechón de su rostro. Me levanto y me meto al baño, solamente quiero sentir el agua en todo mi cuerpo y olvidar por un segundo que el hombre que está del otro lado viéndome como si quisiera comerme no va a salir lastimado ni me va a lastimar.

—Buenos días.

—Buenos días—Respondo con mis mejillas ya sonrojadas al verlo que está semidesnudo enfrente de mí.

Me tiende su mano y me trae hacia él, mojada y sonrojada no aparto la mirada de la suya. Lleva mis manos hasta su pecho y dice: —Haz tu trabajo.

Me encanta mi trabajo y ese es desnudarlo.

Empiezo a sacarle el pantalón de algodón y cuando llega a sus tobillos él los hace a un lado de un solo tirón. Pero no me pongo de pie, tengo enfrente de mí esa gran bendición gruesa y grande anhelando porque entre a mi boca.

Lo tomo y lo llevo hasta mi boca. Eso lo sorprende y da un salto cuando inmediatamente empieza a gruñir y sus manos van a dar a mi cabello, incitándome a que haga movimientos lentos y circulares por toda su armadura.

—Amo tus labios—Gruñe—Te dije que era mi parte favorita de ti.

Y mis labios se sienten agraciados por eso. Lamo, chupo y paso mis dientes sobre la cabeza para seguir hundiéndolo hasta el fondo de mi garganta. Los ojos se me tornan llorosos de la sensación que le hace a mi campanilla pero respiro hondo y mi boca sigue haciendo su trabajo.

Cuando siento que su erección empieza a crecer y palpitar acelero el ritmo y descarga en mi boca, llenándome de su núcleo, no me importa y sigo lamiendo hasta poder sentir toda su leche caliente por mi garganta. Sabe deliciosa y estoy segura que jamás lo había disfrutado como ahora.

Regreso lento dando besos por todo su cuerpo, vientre, abdomen de acero, pecho, cuello y por último ataca mis labios y entra conmigo a la ducha.

—Dime que eres real—Me pide sin dejar de besar cada parte de mi cuerpo.

—Soy real.

Y me maldigo por ello.

Cuando menos lo espero, me levanta con un solo brazo y rodea mis piernas en su cadera. El frío mosaico de las paredes no me impide seguir el camino de su erección hasta mi sexo y frotarme con él sin ser penetrada.

Mientras lo hago acomodo mi cabeza en su cuello y gimo por sentir ese tipo de caricias y volviéndolo loco.

— ¿Me estás utilizando, Cielo?

—Sí—Jadeo divertida y él ríe conmigo. Masturbarme de esa manera en vez del caramelo que me fue obsequiado es la manera más perfecta de hacerlo.

—Me siento bendecido desde que escucho tus gemidos en mi oído.

—Oh, Dios—Jadeo a punto de llegar al orgasmo con este roce y el sonido de su voz ronca en mi oído. — ¿Puedo...puedo correrme? —Ni siquiera sé por qué le pido su autorización pero que controle mis orgasmos lo hace mejor.

Mi pregunta hace que tome mi rostro y lo vea al rostro, su mirada gris me sonríe al igual que sus carnosos labios. Dejo de frotarme y cuando quiero besarlo, hace un movimiento de cadera perfecto y me penetra.

La Profesional (libro 1) (Ya en físico y audiolibro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora