Capítulo 3

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— Así que este artefacto sirve para mejorar la vista de las personas ¿Entendí bien? — preguntó el Rey mirando los lentes de la joven que solamente dió un leve asentimiento.

— Así es mi señor, hay varias razones por las que personas como yo tengan que utilizarlos. En mi caso, es que no puedo ver muy bien de lejos pero si puedo ver de cerca — ella decidió quitarse un rato los lentes y por la flama del fuego de la vela que estaba cerca de ellos, se pudo contemplar que sus ojos eran de color dorado como la miel.

— Entonces ¿Puede ver mi rostro en estos momentos? — Baldwin había retirado un poco su rostro del alcance de Hadara, haciéndola sacar una pequeña risa.

— Puedo distinguir algo de su máscara de plata, pero no lo puedo ver muy bien — expresó ella, intentando cubrir su risa con una mano para no verse vulgar.

— ¿Y ahora? — volvió a preguntar el contrario pero ahora acercándose a ella, dónde por un momento sus ojos de ambos conectaron.

La velada aún no había terminado, llevaban un buen rato platicando dónde decían algunas curiosidades sobre ellos mismos. Claro, el Rey tomaba con cuidado las palabras, llevarse bien hasta el momento no significa que se haya ganado su confianza completamente, seguía siendo una desconocida.

Ella por su parte, se expresaba con total libertad. Le recordaba las tardes dónde platicaba con sus hermanos, comentando las barbaridades que les había sucedido durante todo el día.

Su Majestad tomó los lentes de ella y con sumo cuidado se los colocó a la Fields sacándola de su mundo azulado que tenía al verlo.

— Sus ojos son algo extraños por mis tierras pero he de admitir que son hermosos y más cuando son iluminados por una pequeña ráfaga de luz — con cuidado, agarró la vela y la alejó a unos pequeños centímetros de ellos pero haciendo que la iluminación sea baja ahora —. El oro brilla y más cuando tiene la luz consigo, pero usted no tiene la necesidad de tener la luz consigo para presumir esas dos esferas de oro puro.

Ella solamente se mordía parte su boca y en su mente pasaba los salmos que se sabía pero ahora ni los podía redactar bien por los nervios que la invadía. Este hombre la había conquistado por completo.

—Mi señor, por favor. Va a provocar que me desmaye aquí por sus palabras — para no verlo y bajar su nervios, prefirió acercar la vela nuevamente hacia ellos notando que la cera había disminuido bastante, cosa que no pasó desapercibido Baldwin.

— La retuve demasiado tiempo conmigo, Señorita Hadara. Debe estar cansada por la velada, el Señor nos manda este manto nocturno para poder descansar y usted debería aprovecharlo — el joven Rey se levantó de su silla, acto mismo que imitó su invitada —. Como anteriormente dije, espero tener más tiempo para hablar con usted, deseo saber los misterios que me ha dejado.

— Cuando guste Majestad, usted llame y yo responderé a su llamado como es debido - ella dio una leve reverencia y al terminar dio una pequeña vuelta presumiendo el vestido —. Me sorprende que mi señor haya podido adivinar mis medidas.

— Fue algo de suerte, querida. Ni siquiera estaba seguro si le quedaría o sería de su agrado, pues su vestimentas que antes cargaba me era desconocido para mí — Baldwin examinó el vestido, durante la velada no tuvo tiempo para hacerlo al estar concentrado en su plática con ella.—

— Entonces es un gusto decirle que ha atinado y sobre todo ha sido de mi agrado — la joven Fields quería seguir hablando pero el toque de la puerta la interrumpió.

El joven Rey autorizó la entrada y uno de sus guardias se asomó no sin antes pedir una disculpa por las molestias.

— Mi señor, el Conde Tiberias, está aquí. Desea hablar urgentemente con usted.

Con La Brisa | King Baldwin IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora