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Frank se rehusó a dormir toda la noche. Quería estar despierto para cuando sus amigos vampiros llegaran pero pasadas las 4 de la mañana no pudo más y se quedó dormido.

Poco después de las 6 fue cuando los hermanos llegaron a la habitación y se encontraron con el chicho hecho bolita en la cama con la ropa y zapatos puestos. Gerard y Mikey no podían dormir jamás pero al ver a Frank acotado tan plácidamente no desearon nada más que eso.

Gerard se dejó caer en la cama junto a su novio, lo rodeó con el brazo y cerró los ojos.
Mikey imitó a su hermano y se recostó del otro lado dejando a Frank en medio.

—Gerard...—susurró Frank quien se había despertado—Llegaron...

—Shhh...—le contestó el mayor hundiendo su cara en el pecho de Frank—duerme.

El chico no discutió y siguió las órdenes de Gerard, cerrando sus ojos y volvió a dormirse en los brazos del mayor.

****

Pasaron un par de horas y finalmente Frank despertó renovado y con energía suficiente para saber todos los detalles que sus amigos tenían por contarle.

—Tienen que contarme todo—les dijo.

—No creo que te gustaría.

—vamos chicos, quiero saber—insistió.

Contrario a sus deseos terminaron cediendo y contando todo lo ocurrido durante la noche en el subterráneo secreto.

—Es increíble—exclamó el más joven—increíble y aterrador.

—Cada segundo que pasamos en el subterráneo—dijo Mickey—sentía más lejana la posibilidad de salir de ahí, solo espero no volver jamás.

—tendremos que hacerlo si quiérenos ganarlos la confianza total de Lindsey y Plutarch—agregó el mayor.

—A Plutarch parecemos agradarle.

—A Plutarch parece agradarle todo el mundo, no creo en nada de lo que dice.

—Tienes razón, demasiado bueno para ser verdad.

—Solo relajémonos hasta que estemos seguros de que estar en terreno seguro, no podemos darnos por vencidos ahora que estamos tan cerca.

****

Más tarde alguien tocó la puerta de la habitación. Era Lindsey quien había venido a ver al hermano mayor Justo como había dicho la noche anterior. Salvo que esta vez venía sola, sin ningún vampiro que la escoltara o mandara a llamarlos hasta el auto.

—Buenos días—dijo ella con una gran sonrisa.

—¿qué haces aquí?—pregunto Gerard.

—Dije que nos veríamos hoy ¿no es cierto?

—Creí que sería de noche como usualmente—dijo mirando su reloj—son las 11 de la mañana.

—¿vienes o no?—insistió.

—iré por mis gafas.

El sol estaba en su punto más alto y Gerard no estaba soportando el calor y la luz. A pesar de estar cubierto con una sombrilla y sus gafas solares sentía como si estuviera dentro de un horno. En cambio Lindsey lucia completamente fresca y radiante, como si el sol no le afectará en lo más mínimo.

—¿por qué teníamos que caminar?—preguntó con un tono de disgusto.

—Eres débil, Gerard—contestó ella—si te alimentaras de humanos como lo hago yo serías mucho más fuerte.

El Vampiro de la Calle 37 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora