– ¡¡Ambulancia!! Él puede alejarnos de todo esto. – exclamó Nadin mientras frenaba repentinamente la silla de ruedas.
– Quitémosle las llaves de su ambulancia y salgamos de aquí. – le sugirió Alger al mismo tiempo.
Ella se quedó extrañada conforme procesaba lo que le había dicho Alger.
– ¿Dices que le cojamos sus llaves para robarle la ambulancia? – le replicó Nadin. – No me parece una buena idea. Él debería ser el que la tendría que conducir.
– No, no. Tres son multitud. – añadió Alger. – Nosotros nos bastamos para llevar la ambulancia.
– Hay algo que parece que no sabes. Yo nunca he conducido una ambulancia. – admitió Nadin cruzándose de brazos y plantándose delante de él.
– Pero yo sí. – se pavoneó Alger muy ilusionado con la idea. – He llevado todo tipo de vehículos. Y algunos, en las condiciones más adversas.
– Ni lo sueñes. Tú no estás como para conducir. – le interrumpió Nadin dándole unos golpecitos con el reverso de la mano en el hombro. – Además, ¿cuánto crees que tardará en buscarnos la policía si desaparece una ambulancia? No debemos meternos en más problemas de los que tenemos ahora.
– ¿Y si le pides que te la deje prestada prometiéndole otro café a cambio? – insistió Alger, proponiéndole una alternativa.
– ¿Por qué no se lo pides tú? Moe viene directo hacia nosotros. – le indicó Nadin satisfecha, dando por seguro que tendrían una vía de escape con su amigo.
Recorriendo el mismo camino que habían hecho con la silla de ruedas, un hombre joven y sonriente les dio alcance. Iba ataviado con un mono de colores llamativos y reflectantes. Las manos las tenía ocupadas con un vaso humeante que removía lentamente con una cucharilla de plástico.
– Buenas noches, Nadin. – saludó Moe. – Hacía varios días que no te veía por aquí y ya estaba empezando a pensar que por alguna razón me estabas evitando.
– ¿Qué hay, Moe? He estado muy ocupada, pero no me he olvidado de ese café que tengo pendiente contigo. – le contestó Nadin señalando el vasito que llevaba éste en la mano. – Aunque veo que vas servido y que ahora no es buen momento para invitarte a uno.
Moe bajó la mirada hacia la bebida que estaba tomando.
– Bah, un café, dos cafés; me encanta el café y lo necesito. En cuanto me termine éste, estaré a disposición de que me puedas invitar a otro. – le respondió Moe, el cual, de inmediato, se empinó el vaso y bebió de un solo trago todo lo que quedaba en él. – Enhorabuena, ese momento ha lleg... ¡¡agh!! ¡¡Quema!!
El conductor de ambulancias se giró dando aspavientos, intentando abanicarse el interior de la boca con la mano.– ¿Aún prefieres que este inconsciente nos lleve en la ambulancia? – le murmuró Alger a Nadin no muy convencido de su decisión.
– Calla. – le chistó Nadin por no ser lo suficientemente discreto.
– ¿Necesitas que traslade a este paciente en la ambulancia hasta su casa? – preguntó Moe mientras se recomponía de la quemadura tomando fuertes bocanadas de aire. – Por mí no habría problema, con vosotros terminaría mi turno. Y a la vuelta podría cobrarme ese café.
– No te quejarás, Alger. Vas a salir de este hospital en una ambulancia conducida por ni más ni menos que mi conductor favorito. – le dijo Nadin con sarcasmo, dándole de nuevo palmaditas en el hombro y guiñándole un ojo a Moe.
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Bertram Kastner: El Origen Olvidado
VampirosEl periodista de investigación Bertram Kastner despierta en un edificio abandonado. Enseguida descubre que su vida ha cambiado de forma radical, siendo un gran peligro para su familia. Por ello, decide abandonar su ciudad en busca de respuestas sobr...