Me había quedado sola y aún faltaba una hora para que el concierto comenzase. No sabía ni a dónde ir ni qué hacer, así que solo di vueltas en un parque cercano.
Después de un tiempo dando vueltas, decidí asomarme al río, para verlo. Me acerqué a paso tranquilo hacia la barandilla, era de un oscuro hierro que formaba delicadamente flores y filigranas, me apoyé en ella y observé el agua seguir su cauce serenamente, en ella se reflejaban la oscuridad de la noche y las sombras de la gente pasando a mis espaldas, pero también las luces de la ciudad, haciendo que el agua pareciese oro, y las ventanas iluminadas de las casas de alrededor.
Era como ver la vida misma, un espejo perfecto de lo bueno, lo malo y su equilibrio.
Mi mente quedó en blanco, absorbida por aquella imagen, hasta que un pequeño murciélago voló cerca de mi rostro y me hizo levantar la vista para encontrarme con decenas de ellos volando caóticamente alrededor de la evanescente silueta de la Luna. Al principio les tenía miedo, pero luego me di cuenta de que, al igual que el río, ellos seguían su cauce y simplemente estaban buscando comida.
Miré con atención como volaban sin aparente control por el cielo. Sus alas acariciaban la noche y los hogares de las familias de mi ciudad, hasta que poco a poco se fueron a otra parte y yo me quedé viendo las aguas doradas, la vida.
Canción recomendada: Rises the Moon–Liana Flores.
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Cartas al Sol
RandomCada capítulo es un pequeño relato de la belleza del mundo y la vida que alberga en su interior.