Capítulo Cuatro

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— ¿Segura que te encuentras bien?

Allí, con la multitud yendo y viniendo, el sonido de las palabras parecía ir y venir en oleadas; como si Camila intentara oír algo que provenía de muy lejos.

—Por tercera vez, madre, estoy bien. En serio.

Sinuhe la observó y levantó un mechón de cabello que le cubría el rostro a su hija.

— Es que te ves un poco pálida, como si estuvieras a punto de desmayarte.

— Estoy un poco cansada, eso es todo. Trabajé hasta muy tarde.

Era un sábado espléndido y el centro estaba abarrotado de gente. El Festival de la Flor se hallaba en su apogeo y Sinuhe quería pasar el día recorriendo los improvisados puestos y las tiendas de antigüedades de Middle Street.

—Te he llamado un par de veces y el teléfono solo sonaba y sonaba —continuó su madre.

—Es que lo desconecté.

—Oh, pensé que andarías paseando con alguien —comentó Sinuhe. Camila miró a su madre por la parte superior de sus gafas de sol.

— Madre, no empecemos con esto otra vez.

—No estoy empezando con nada —respondió ella a la defensiva—, creí que habías decidido salir. Solías hacer eso, tú sabes.

El tono de voz de su madre hizo que Camila se detuviera y enfrentara a Sinuhe.

—No estoy de humor para escuchar cuán preocupada estás por mí. Se vuelve agotador después de un tiempo.

Camila vio la expresión de ofensa en el rostro de su madre, y se arrepintió de lo que había dicho.

—Discúlpame, no debí ser tan brusca.

Sinuhe tomó la mano de su hija y la presionó suavemente.

— ¿Qué sucede, Camila?

Camila miró a lo lejos.

— Shawn se casará otra vez.

Luego de cerciorarse de que había escuchado bien, Sinuhe protegió a su hija en un firme abrazo.

—Oh, Camila, lo siento —susurró.

No tenía nada más que decirle.



.

El lunes, cuando sonó el timbre que indicaba el final de la jornada escolar, Jonah caminó junto a sus amigos hacia fuera, pero dejó la mochila en el aula. Camila, al igual que las otras maestras, estaba ya en el patio, cerciorándose de que los niños subiesen a los autobuses indicados. Una vez que todos estuvieron arriba, Camila se preguntó por dónde andaría Jonah. Y allí estaba, nostálgico, viendo a sus amiguitos irse.

—Apuesto a que no quieres quedarte, ¿eh?

Jonah asintió con su cabecita.

— No será tan malo. Traje algunas galletas de mi casa para que todo sea un poco más fácil.

Jonah reflexionó en lo que le decía Camila.

— ¿Qué galletas?

—Las Oreos. Cuando yo iba a la escuela, mi mamá solía darme un par de éstas al regresar a casa.

Camila le tendió la mano para que él la tomara.

— Vamos, ¿estás listo?

Jonah la miró.

Un lugar en nuestros caminos (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora