El tesoro de Drifmark

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Las puertas de aquella habitación se abrieron anunciando a su padre.

Los pequeños  que jugaban en la alfombra se acercaron a trotes a saludar al hombre de cabello platinado.

Tras una leve señal con  la cabeza, las sirvientas presentaron sus respetos a su señor y se retiraron del lugar, ya que era sabido que el príncipe acostumbraba a llevar a la cama a sus hijos para que estos durmieran de forma segura.

Aemond Targaryen podía ser un guerrero formidable, hasta sangriento quizás, su fama lo precedía. Pero al igual que su tío Daemon no había nada que no hiciera por proteger a su familia y un claro ejemplo de ello eran sus gemelos. Aelyx, su primogénito y un alfa, y Aerys, su dulce hijo menor y omega.

Como de costumbre los niños se sentaron en aquella mesa junto a la chimeneas, mientras que su progenitor se posicionaba en una silla cercana para escucharlos hablar sobre los que hicieron durante el día, mientras él estaba con el "abuelito Corlys" atendiendo asuntos políticos.

-Papá... - Comenzó Aerys. Para ese momento Aemond ya sabía que una oleada de preguntas se avecinaba puesto que su hijo menor era el más curioso de los dos.

-¿Hmmn? -Con un monosílabo hizo pie a que su hijo continuará.

- ¿Por qué la gente dice que somos un tesoro? – La dulce y autentica duda se figuró en el rostro del niño y, aunque Aelyx era más serio y tranquilo, en su hijo mayor se vio la curiosidad con grandes ojos brillantes.

Al escuchar tal pregunta, por un leve instante, el Targaryen navego por un mar recuerdos hasta anclar el barco de su mente en aquellos días donde Lucerys aun estaba a su lado...

El Velaryon había entrado en labor de parto, estaba asustado pero también emocionado de que al fin conocería a su hijo. Sin embargo nada puede ser fácil para su familia.

El alumbramiento se complico, la preocupación en el propio rostro del maestre fue una clara alarma. Su madre y media hermana se acercaron a su esposo, quien se encontraba en la cama agotado intentando traer al mundo a la criatura, en un intento de dar apoyo.

La reciente reina viuda tomaba la mano del joven de ojos verdes, rezando en susurros rogando a la madre para que todo saliera bien, mientras Rhaenyra sostenía la otra y daba palabras de aliento a su hijo.

Al revisarlo la partera compartió una marida con Gerardys, comprendiendo la preocupación de este. Lucerys estaba perdiendo mucha sangre, debían actuar rápido.

Aemond, a quien no se le permitía entrar en aquella habitación, estaba desesperado por ir tras su omega a quien sentía estaba sufriendo y lo necesitaba. Daemon y Corlys, incluso  Cole por ordenes de Alicient, impedían que avanzara ya que con lo territorial que era el joven de un ojo todo podría salir mal. Tanto Jace como el propio Aegon intentaban razonar con él, aunque estaba siendo imposible.

Tras un larga espera se escuchó a través de la puerta el llanto de un bebé. Y tras otros minutos un segundo había llegado. Eso hizo suspirar de alivio y sonreír de felicidad a los expectantes familiares, hasta que la puerta fue abierta.

La sonrisa de Aemond se borró en cuanto tuvo a la vista a un maestre y una patera cuyos rostros lo decían todo. Algo no estaba bien.

El hombre que había visto crecer a Lucerys lo apartó un momento antes de que siguiera su camino hacia su compañero.

-Su alteza son dos varones sanos..-Comenzó el anciano quien claramente intentaba disimular el nudo en su gargante- los bebés estan bien... Sin embargo el joven señor de las mareas ha perdido mucha sangre, temo que...

- Teme qué...-Antes de tener una respuesta escuchó la dulce voz de su omega llamando por su nombre. Rápidamente dejo al maestre atrás y se acercó a la cama, la cual rápidamente las sirvientas intentaban limpiar como podían. Como si de alguna manera con eso impedirían que lo que se avecinaba ocurriese. Alicent y Rhaenyra se apartaron un momento para darles su espacio.

-Aemond...-Susurra débilmente el joven de ojos verdes, pero son dejar de sonreír. El nombrado se sienta cuidadosamente a su lado y observa como dos bultos envueltos en telas limpias posan sobre el pecho de su compañero.-  nuestro tesoro... nuestros cachorros al fin han llegado...

El platinado veía como la piel blanca del castaño, por lo que era nombrado la perla del mar, se veía aun más pálida. Sus labios no tenían ese tono rosado y sonreían con las fuerzas que le quedaban, pero sus ojos no dejaban de brillar mientras le presentaba a los recién nacidos.

Aemond tomó con cuidado a uno de sus hijos, supuso que era el mayor ya que era un poco más grande que el otro bebé, quien se mantenía pacífico sobre el pecho de Luke el cual subía y bajaba de forma muy lenta.

-Son hermoso mi taoba...- Susurra colocando a su pequeño en uno de sus brazos para utilizar la mano libre y despejar la frente ajena de sus risos húmedos por el sudor de la reciente labor.

-Serán fuerte y valientes como su padre, serán honorables, serán grandes príncipes ...-Esto no le gustaba, se negaba a aceptar lo que estaba sucediendo.

-Luke... -Ya no podía contener su impotencia, se negaba a perderlo.

-Prometeme que los protegerás siempre Aemond, que los guiaras bien, que serán buenos hombres, que los amaras... -Con sus ultimas fuerzas levantó su mano, siendo tomada por la de su esposo quien dejo un suave beso en sus nudillos.- Aelyx y Aerys.. Que sopan que los amo...-Susurraba con lo que le quedaba de aliento- como amo a su padre... Aemond Targaryen...

Sus últimas palabras fueron un te amo silencioso, rodeando su nombre en un último suspiro.

Vio aquellos brillantes ojos apagarse mientras la cortina de sus parpados cubrían aquellas esmeraldas. Sintió como la vida de  Lucerys se le deslizaba de entre los dedos, así como lo hacia su pequeña mano que caía inerte sobre la cama.

Se acercó al rostro de su esposo, dejando un beso en sus labios y luego en su frente. Apoyó la suya en ella cerrando su ojo sano y susurró.

-Los prometo...

Desde su pecho, donde su corazón se hallaba ahora rotó, surgió un doloroso y desgarrador sonido. Un rugido que abandonó su garganta con tanta fuerza que parecía inhumano. Y como si sus pequeños hijos entendieran que acababan de perder a su padre omega, compartiendo el dolor de su padre alfa al romperse su lazó por la muerte, ambos rompieron en llanto. Volviendo de esta forma aun más desolador aquella angustiosa recamara donde todo eran lamentoso y lagrimas, donde Aemond ahora se aferraba a sus cachorros y al cuerpo de su esposo.

-Padre..- Esta vez había sido su hijo Aelyx quien lo trajo de nuevo a la realidad.

Tomó de la mano a ambos niños y los guió a sus camas, arropándolos como sabia que Luke lo haría, leyéndoles aquel libro de leyendas marinas como Luke lo haría, besando sus frentes como Luke lo haría, haciéndoles saber que estaban a salvó como Luke lo haría.

-Padre...-Volvió a hablar su hijo mayor con voz somnolienta.- ¿Por qué somos el tesoro de Drifmark?...

Aemond sonrió recordando a Lucerys acariciando su gran barriga mientras paseaba a orillas de la playa. Siendo perfumado por la corona de flores que decoraba su cabeza, la cual  Haelena le había regalado, y el viento que traía el olor de las olas pegándose en las perlas de su traje. Con el sol tocando su brillante y lechosa piel, haciendolo ver como un hermoso cuadro en su memoria.

-Porque son un regalo del mar...- Susurro a su pequeño, quien sonrió antes de cerrar sus ojos dejandose llevar por el mundo de los sueños. El mismo en el que Aemond era recibido por grandes ojos verdes y brillantes.

Donde podía volver a ver a su esposo. A su omega. A Lucerys.

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⏰ Última actualización: Apr 26 ⏰

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