Después de un terrible incendio que casi consume el hogar de Felix, su vida finalmente ha vuelto a la normalidad, excepto... que no tiene recuerdos. Un amnésico, no puede recordar mucho más de su propio nombre y el café en el que trabaja. Un día su...
De hecho, te lo seguiré diciendo hasta que te canses de escucharlo.
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–Me iré ahora.
Ya estábamos en la entrada de mi casa, y ya tenía los zapatos puestos. Yo solo podía mirarlo, sin saber exactamente qué hacer después de lo que ocurrió hace un rato.
–¿Vas a tomar el autobús? Te acompañaré a la estación —estaba por agacharme para tomar mis zapatos, pero su mano tomó mi muñeca antes de que pudiera hacerlo.
–Deberías quedarte en casa, estás enfermo, y afuera hace frío —me enderecé, viéndolo sonreír a unos centímetros de mi cara– Estaré bien.
–Aún así... —no pude terminar de hablar hasta que me di cuenta de que quizás me estaba preocupando de más. Nos quedamos en silencio un rato, sin apartar la mirada el uno del otro.
Hasta que él dio el primer paso, y en un movimiento rápido, ya tenía sus labios pegados a los míos. Fue un beso fugaz, pero intenso. Se separó rápidamente y se acercó a la puerta.
–Adiós —abrió la puerta y antes de irse totalmente, me miró una vez más.
–Eres un idiota, ¿verdad? —me sonrió mientras se despedía con un ademán de su mano y finalmente cerró la puerta.
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Al día siguiente
Seguí mi rutina de siempre, con la diferencia de que ahora tenía un recuerdo en mi mente que se repetía una y otra vez.
Me preguntaba si estaba dormido...
Mientras caminaba hacia mi trabajo, miré mi celular y recordé la voz de esa persona tan especial. Mis dedos se movieron automáticamente y busqué su número para llamarle.
