Cap. 08: El rescate

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Me giré hacia el bosque y comencé a volar a toda velocidad hacia él, ágilmente fui evitando los árboles, pero era casi incapaz de encontrar a Eric, hasta que me di cuenta de que mi mano brillaba más en unas zonas que en otras, reduje mi velocidad y continué avanzando siguiendo el brillo, tras un largo camino, una luz entre los árboles llamó mi atención, según me fui acercando pude notar que se trataba de un campamento. Eran un montón de minotauros que cargaban con jaulas llenas de animales.

- ¿Serán furtivos? Voy a mirar a ver si tienen a Eric.

Entré en el campamento como si nada y rápidamente dos de ellos se pusieron ante mí.

-Buenas señor ¿En qué le podemos ayudar? - preguntó uno de ellos con una sonrisa... o eso parecía.

-Buenas, vengo buscando a mi amigo, es licántropo, creo que está por aquí.

-En ese caso ya te puedes ir, esto no es una perrera, vete a buscar otra mascota- respondió otro de los minotauros.

-Vale... no, me voy a llevar a mi lobo. - dije vacilando.

-Mira humano, más te vale desaparecer de aquí si no quieres que te hagamos desaparecer nosotros.

-Sí... me vais a dar a Eric o lo voy a tomar por la fuerza.

Uno de ellos se acercó y apretó sus músculos pectorales para intimidarme.

-Vete o te echo, humano.

- ¡Pf! Ojalá ser humano. - dije mientras sacaba la espada de Atenea.

El minotauro bajó su cabeza y se abalanzó sobre mí, grácilmente salté sobre su espalda y lo lancé al suelo de una patada.

- ¡Es un druida! Rápido atacadle.

En un santiamén, una decena de minotauros me estaban apuntando con ballestas, arcos y espadas.

- ¿Qué es un druida? - les pregunté mientras me colocaba hincando mi rodilla derecha en el suelo y poniéndome en posición de comenzar una carrera.

-Apuntad y no hagáis caso a sus juegos mentales.

Con un simple movimiento de brazo, todos dispararon sus armas y mi cuerpo terminó lleno de flechas y pernos, un río de sangre comenzó a brotar de mi manchando el suelo. Todos los minotauros comenzaron a armar jaleo de victoria, así que me volví a poner en pie.

-Vaya, todavía no habéis ganado. - dije mientras sangre brotaba de mi boca y lentamente se iba haciendo más y más caudalosa.

En un segundo salté hacia adelante clavando la espada en el pecho del minotauro líder.

- ¿Cómo no estás muerto?

- ¿Dónde está mi lobo? - pregunté sacando la espada del cuerpo inerte.

- ¡Está en la tienda! Por favor no nos hagas daño. - dijo otro arrodillado.

Miré todas las jaulas y vi que había decenas de animales encerrados.

- ¡Liberadlos!

- ¿Cómo?

- ¡Liberad a los animales, es una orden!

Aterrados, corrieron a las jaulas y las fueron abriendo de una en una. Unicornio, pegasos, grifos, arañas gigantes y muchos más animales salieron corriendo y volando al ser liberados. Entre la gran estampida, me dirigí a una tienda de aspecto militar y corrí las cortinas, la imagen que me encontré hizo hervir mi sangre. Tres minotauros tenían atado a Eric desnudo en su forma humana sobre una mesa, todos lo veían con una mirada depravada mientras se frotaban con él, Eric se retorcía e intentaba escapar de sus miembros los cuales apuntaban hacia él. Rápidamente guardé la espada de Atenea e invoqué el mandoble que me había dado antes Hermes, con un rápido movimiento decapité a los tres dinosaurios y corté las cuerdas que lo apresaban, pero Eric asustado se alejó de mí cayendo al suelo desde la mesa, quejándose como un cachorro se acurruco en una esquina tapándose con su cola lo que podía. Una funda para el mandoble apareció en mi espalda, enfundé el arma y me acerqué a Él, me quité mi camiseta torpemente arrancando las flechas y los pernos que tenía clavados y me quedé únicamente con mi pantalón y las correas de las fundas tapando parcialmente mi pecho.

Desterrados: La Leyenda De RoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora