CAPÍTULO ÚNICO

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Lo había conseguido. Luego de años, Aemond Targaryen obtuvo su venganza, aquella que deseó todos los días de su vida luego de perder su ojo izquierdo. Jamás pensó que podría volverse una realidad, pero creía fielmente que los dioses comprendieron que el pecado de Lucerys Velaryon debía ser cobrado con sangre y aquella noche de tormenta su venganza fue consumada. Lucerys perdió la vida entre las fauces de su feroz dragona. Era una paradoja, su sobrino, que siempre fue partícipe de las bromas de su hermano y Aegon hacía él por no tener un dragón murió devorado por la criatura más temida en todo Poniente.

Cuando Aemond regresó a la Fortaleza Roja e informó lo sucedido, su madre, la Reina Alicent enloqueció. Aemond no lo comprendía, ¿por qué están molesta? Ella misma fue quien en el pasado exigió el ojo de Lucerys como pago por haberle arrebatado el suyo. Alicent sabía que el pecado cometido por su hijo sería cobrado con sangre, que la guerra que hasta hacía unos días podría haber tenido un arreglo ahora era simplemente imposible. Rhaenyra no se quedaría de brazos cruzados y buscaría cobrarse la vida de su amado hijo, pero ¿qué madre perdonaría el asesinato de su hijo? Ni siquiera ella misma podría hacerlo.

La reacción de Aegon, el Usurpador, fue completamente diferente. Su hermano rió mientras levantaba su copa de vino, esa que nunca podía faltar en su mano derecha. Felicitó a su hermano por haber asesinado a un "bastardo" y esa misma noche se llevó a cabo una celebración en su honor por haber acabado con la vida de Lucerys Velaryon.

Con lo ocurrido Aemond no sólo fue conocido como "el Príncipe Tuerto", sino también como el "Matasangre", un apodo que despreciaba, pero sabía era verdad. Muchas casas aliadas comenzaron a verlo de mala manera, parecía como si todos lo juzgaran por lo que había hecho.

—Todos me miraban como si fuera un monstruo —comentó Aemond con el ceño fruncido mientras caminaba junto a su madre luego de salir de la sala del consejo. Habían estado planeando sus movimientos en contra de Rhaenyra.

—Asesinaste a Lucerys Velaryon, es claro que tu imagen ante ellos no es la misma de antes —respondió la Reina con las manos fuertemente apretadas sobre el vientre. Aemond se había percatado de que su madre ya no lo miraba a la cara.

—¿Tú piensas lo mismo, madre? —preguntó. Alicent bajó la mirada unos segundos para luego, por primera vez en días, mirar directamente hacía el único ojo de su hijo.

—Asesinar a Lucerys fue un gran error. Temo que alguien de nuestra familia o tú mismo pague por eso —confesó ella. Alicent amaba a sus hijos, era por ellos que estaba haciendo todo esto. El temor de que Rhaenyra los asesinara para ascender al trono de hierro siempre la atemorizó y por eso aceptó los planes de su padre de coronar a Aegon como Rey, ahora ya no estaba segura de sus decisiones, ella misma se sentía culpable de la rivalidad nacida entre sus hijos y los de Rhaenyra.

—Eso no sucederá, madre —respondió con seguridad—. La Fortaleza Roja está rodeada de soldados, nadie se atreverá a hacernos daño. No debes preocuparte. Yo mismo los protegeré si es necesario —prometió intentando que sus palabras llevarán paz a la Reina, no estaba seguro si lo consiguió, pero Alicent le sonrió y eso fue suficiente para él. Continuaron su camino sin volver a hablar del tema.

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Aemond no pudo cumplir su promesa cuando una noche dos asesinos dispuestos a cumplir con la orden que se les había encomendado irrumpen en la habitación de la Reina y la toman como rehén esperando a las personas indicadas. Helaena y sus hijos todas las noches solían ir a visitar a su madre para que pudiera ver a sus nietos, pero en esa ocasión es diferente. Los niños lloraban, ellos no comprendían lo que estaba sucediendo a su alrededor. Helaena fue obligada a renunciar a uno de sus hijos y ella escogió a Maelor pues era el más pequeño y el que sin duda no está pensando en nada.

Susurros de medianoche (lucemond)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora