Capítulo 4

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Salí bruscamente de mi ensimismamiento a causa de una desagradable peste y el no menos desagradable dueño de dicha peste.

—Vaya, hola. Nate, mira esto.

—Jack, parece que tenemos a una jovencita que ha venido a jugar con nosotros.

Me pregunté estúpidamente si era posible que alguien tuviera los ojos gordos. Porque el cuerpo de este hombre era inmenso. Se me plantó justo delante, respirando con tanta dificultad que temí que fuera a morir ante mis propios ojos.

—¿Tú qué dices, niña? —preguntó el gordo, acariciándome el brazo con un grueso dedo.

—Estooo..., no, gracias. Estoy muy cansada. Estaba volviendo a mi habitación. —Empecé a apartarme de aquellos dos.

El bajito y sucio con cara de rata se lamió los labios y empezó a avanzar, frotándose las manos sudorosas en los pantalones por la excitación.

Me di cuenta demasiado tarde que había subestimado al gordo, que se lanzó rápidamente hacia mí y me agarró de los brazos, tirando de mí hacia él. Su aliento rancio empapado en alcohol cayó sobre mi cara.

—¿Qué creen que están haciendo? —exclamé.

—Vamos, monada, sólo queremos divertirnos un poco. Te prometo que tú también te lo pasarás bien.

Entonces, con total consternación por mi parte, pegó su boca apestosa a la mía. Me quedé paralizada del pasmo y el asco. Reaccioné mordiendo con toda la fuerza que pude la gruesa lengua que intentaba meterse en mi boca. El gordo chilló mientras yo seguía mordiéndole la sucia lengua. Su maloliente amigo con cara de rata se quedó pasmado y por fin logró apartarme de un empujón.

Eché a correr en la dirección por donde se había ido Lauren, pero mis largas faldas me impedían correr todo lo deprisa que podía. Cuando acababa de doblar una esquina, me empujaron por detrás. Mi perseguidor y yo caímos de bruces con estruendo. Me golpeé de lleno en la cabeza con la cubierta y me desmayé.

Debí de estar sin sentido unos pocos segundos porque cuando volví en mí, el hombre con cara de rata estaba sentado a horcajadas encima de mí e intentaba levantarme las faldas para llegar a mis bragas. El gordo me sujetaba contra el suelo por los hombros. Estaba totalmente indefensa ante estos dos que pretendían deshonrarme.

—Oh, Dios, por favor —sollocé—. Por favor, no hagáis esto —les rogué mientras me debatía contra las manos que me sujetaban los hombros.

De repente, las manos dejaron de sujetarme y conseguí quitarme de encima al hombrecillo con cara de rata. Me levanté débilmente, con la cabeza dando vueltas, y vi que el gordo luchaba con una figura alta y oscura entre las sombras. Oí un grito sofocado y algo que sonó como un hueso al romperse. Observé la escena que se desarrollaba ante mí como si fuera una espectadora inocente que no estuviera implicada en absoluto.

Me dolía la cabeza horriblemente y me apoyé para sostenerme en un bote salvavidas que colgaba de una soga al costado del barco. Levanté los ojos justo a tiempo de ver la cara de rata sacarse algo reluciente del bolsillo trasero de los pantalones y acercarse por detrás a los dos combatientes entre las sombras. Abrí la boca para gritar una advertencia cuando el cara de rata acuchilló sin piedad a mi protector en la espalda con el objeto. Mi protector se tambaleó hacia delante. Al hacerlo, distinguí su cara a la luz de la luna.

—Lauren —gemí cuando cayó de rodillas delante de mí, con ojos suplicantes.

—Ve... vete —murmuró. Se le pusieron los ojos en blanco y luego se cerraron. Cayó de bruces sobre la cubierta con un golpe.

La Isla (CAMREN Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora