El niño de ojos azules

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Clima era frío, pero el día emanaba un alma mañanera, todos los niños salían de sus casas para asistir a la escuela, lo que era la rutina habitual para los pueblerinos. Damien caminaba entre la nieve, agarrado de la mano de Mary, quién esta vez sería la que lo acompañará a clases.

El pequeño azabache observaba las casas del pueblo, la mayoría eran de dos pisos y bastante sencillas a su parecer. Lejos eso, las calles estaban tranquilas, pero esa tranquilidad era irrumpida por unos gritos provenientes de una casa en específico, al otro lado de la calle que ellos tenían que cruzar. Parecía tal vez no se alcanzaba a distinguir lo que decían, pero parecía ser una pelea entre un hombre y una mujer demasiado agresiva y ruidosa, hasta se podía escuchar como se lanzaban cosas. Damien trató de ignorar la pelea de aquella casa, pero le era imposible.

Miró desde la vivienda de donde provenían aquellos gritos, y pudo presenciar como dos niños salían de la casa; uno pelirrojo y el otro rubio. Este último resultó ser reconocible para los ojos de Damien: era el mismo chico de la boina marrón que se sentaba lado de él. Ambos chicos, salieron de la vivienda, con semblante de cansancio, molestia, y sobre todo, tristeza. Fue el pelirrojo quién cerró la puerta de la vivienda donde se podía notar que se escuchaban con más intensidad los gritos furiosos de los adultos.

Damien pudo notar la expresión de cansancio y tristeza del pequeño rubio, se veía bastante desanimado. Posteriormente, el azabache vio como pelirrojo se acercó a él para abrazar lo y tomarlo de la mano, para luego comenzar su camino rumbo a la escuela. Esa escena lo sentirse un poco triste, apesar que no sabía exactamente lo que estaba pasando. Pero parecía ser algo. . . Serio.

Fuera lo que fuera, siguieron su camino lejos de aquella casa.

• ~☆~ •

Después de llegar a su salón, notó que el pupitre del chico rubio estaba vacío, al parecer aún no había llegado; sin embargo, Damien se sentó en lugar, ahora se preguntaba seriamente quién era aquel misterioso chico de la boina. No hablaba en clase, o por lo menos eso pudo observar Damien ayer, también evitaba todo tipo de contacto visual, era simplemente extraño para Damien. Y con lo que acababa de ver en su trayecto hacia la escuela, el chico no se la pasaba bien en su propia casa.

Pasó un rato hasta que vinieron cuatro niños; uno se reía a carcajadas, mientras que los otros sólo hablan entre ellos algo tensos. A Damien le molestaba el ruido de aquel grupo, pero no sabía cómo comunicárselo, ya que los chicos ni lo topaban, debido a que estaban muy metidos en sus pláticas. Damien exhalo de la frustración, esperaba que eso no se volviera eterno.

Un chillido largo parecía ser proveniente de la puerta del salón. Se escuchó retumbante dentro del salón de clase, llamando la atención de la mayoría de alumnos que estaban dentro del lugar. Un niño rubio de aspecto anticuado, pero llenó de heridas en el rostro, llevando consigo una característica boina de color marrón; sostenía la perilla de la puerta asomándose de lado entre el margen de la entrada y la puerta, pero sin mostrar su rostro completamente. Un poco tímido entró al lugar, cerrando la puerta detrás suyo un poco incómodo ante las miradas de los demás niños que lo veían con sonrisas perversas, mientras murmuraban cosas a sus espaldas. Sin más, el pequeño rubio avanzó lentamente hacia su pupitre, evitando todo tipo de contacto visual y físico de parte de los demás chicos de aquel lugar. El chico parecía temeroso ante toda la escena, parecía que no quería hablar con nadie sólo quería llegar a su lugar de trabajo sin cometer algún error que le costará la vida o algo así. El chico se sentó en su asiento lado de la ventana, y por ende justo a lado de Damien.

Durante este tiempo Damien trató de no observarlo demasiado, ya que no quería parecer más raro de lo que ya parecía para sus compañeros en ese entonces; así que, sólo dejó que el rubio tomará su lugar, y no trató de voltearlo a mirar para no incomodarlo más de lo que ya estaba. Nuevamente, notó que el chico sólo lo ignoraba y veía hacia otro lado y no en su dirección , haciendo otra vez, como sí fuera completamente invisible. El pequeño Damien sólo trató disimular y concentrarse en otra cosa.

Damien, El Anticristo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora