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Tengo el presentimiento de qué hay historias que nacieron para contarse de bocas ajenas porque aquellos protagonistas que alguna vez vivieron esas pasiones no pudieron con el dolor y sucumbieron en las tinieblas. Hay sucesos que simplemente ardieron para volverse cenizas, flores que nacieron para marchitarse y personas que se cruzaron para perderse.

Hay dolores que surgieron de la herida para dejar huella. Dolores de esos que arden tanto que se suplica a Dios que pare la condena, pero cuando todo acaba, cuando la oscuridad se disipa y el alma suspira de alivio, se comprende que todo tuvo su por qué. Y es qué hay destinos que simplemente son crueles, pero como toda tormenta, cuando se llega la luz, esta es tan suave, que se disfruta la paz.

-¿Aún te gusta dibujar?

Fue una de las charlas que llevaron los amigos en una de sus reuniones de media tarde. Se estaban esforzando por hacer las cosas bien. Eso de tocar fondo es una buena alternativa para entender que la salvación queda arriba, no en lo profundo.
Desayunaban juntos, algunas veces chillando los dientes y otras con alegría, como quien sabe que espera un buen día. Damon después entraba a su despacho y trabajaba unas cuentas horas para después volver a compartir la mesa en la comida y pasar el resto del dia juntos hasta la cena.

A Adeline siempre le había gustado dibujar, o bueno, diseñar prendas, para especificar más el gusto, y después de recibir una sonrisa afirmativa de su parte, ordenó que se le consiguiera todo el papel que se pudiese para que continuara con la actividad. Después de esto las charlas se volvieron más recreativas, ella dibujaba mientras él la veía e interrumpía sus trazos con alguna que otra pregunta suelta.

-¿Recuerdas el día del helado?-soltó en una ocasión, mientras admiraba los mechones rubios que colgaban de su frente y amenazan con acariciar la hoja.

De pronto una sonrisa cubrió los labios rosas y se pudieron contar los segundos que sus ojos tardaron en subir la intensidad de su brillo.

-¡Cómo olvidarlo!-rio con ganas.

-Terminaste con toda la barbilla manchada-recordó él, mientras en su mente aún veía a la joven dama por las calles de Londres, con un helado en la mano mientras ambos caminaban como fingiendo que se habían encontrado por casualidad.

-¡Eso fue tu culpa!-lo señaló con el dedo- Me estabas haciendo cosquillas.

Sí, cada vez le era más débil a esa sonrisa.

-Te veías hermosa, no podía evitarlo.

Ahora, los ojos de él también brillaban.

Las mejillas de Adeline se encendieron y apenada bajo la vista al papel y siguió con el vestido que dibujaba.

-Gracias-susurró bajito.

¿Que si aún la amaba? Con cada fibra de su ser. Tan fuerte, que el corazón le latía en el pecho cada que la tenía enfrente y finalmente su compañía no bastaba para lo cerca que quería estar de ella.
Cada vez era más complicado resistirse, ponerse altos, detenerse, dar vuelta en una esquina cuando andando se topaba con sus ojos.
Cuanto más luchaba, más se adentraba en su corazón. Y el miedo, ay que era algo que no podía dejar de lado. El miedo era esa sombra negra que le seguía los pasos por las escaleras cuando no podía dormir de noche, era esa voz en su hombro que encendía todas las señales de advertencia cuando se perdía en la manera es que sonreían sus labios y era ese temblor en sus piernas cada que deseaba acortar la distancia entre los dos.

Tenía tanto miedo que amarle resultaba masoquista.

-¿Recuerdas las flores que me dabas?-preguntó ella aún con las mejillas encendidas, negándose a levantar la vista del papel como si de una chiquilla se tratara.

-Como olvidarlas-parpadeó un par de veces para salir de sus pensamientos y poder responderle-. Me espine muchas veces robándolas de los jardines.

Otra sonrisa se escapo de sus labios rosas.

-Las tengo todas en un libro. Esta en la biblioteca de la casa de mis padres.

No preguntó más.

En su mente se abrieron dos caminos: por un lado, el que rápidamente quiso preguntar por la poca paternidad que habían tenido los marqueses al dejarla sola, pero a sabiendas de que eso la lastimaría y podía dañar la plática que llevaban, decidió irse por el segundo, ese donde un par de mariposas marchitas navegaron en su estómago pensando en que había guardado los detalles que había tenido para ella.

Achicó los ojos como si necesitara enfocarla más.

-¿Todas?

Esta vez ella si lo miró. Sus mejillas eran como dos manzanas maduras.

-Todas. Desde las que me diste en el primer baile hasta las de nuestra última cita.

Se habían guardado muchos secretos en esa simple frase. Muchas aventuras y desventuras, valses prohibidos, besos robados, lunas dedicadas, abrazos cálidos y sueños lanzados al aire como pájaros hambrientos.

Ambos suspiraron, como si sintieran el peso que habían cargado esas palabras.

-Sabes, a pesar de todo, creo que fue una linda relación y un comienzo de cuento de niña pequeña-se atrevió a decir ella, esquivando todo el desenlace, ese que también parecía novela trágica.

-Sí, fue tierno.

No tuvo más que responderle.

Se ahorró la parte donde le decía que hubiera dado todo por darle su final de princesa.


***

Mil gracias a todos los que estaban esperando más capítulos de esta historia💖
Después de más de dos años sin escribir, me estoy esforzando por terminarla para ustedes.

Los quiero muchísimo.

Katt.

La Perdicion De Un Hombre |La Debilidad De Un Caballero III | En físico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora