O31. Problems || Pedro Pascal

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Joe dormía plácidamente a mi lado

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Joe dormía plácidamente a mi lado. El pequeño suspiraba quizás, soñando que su padre volvería esa misma noche a su lado. Se había quedado dormido mientras lloraba y pedía que su padre estuviese con él.

Acaricié su melena castaña con ternura, tratando de alguna forma, acompañarlo en sus sueños.

Lo que temíamos con Pedro hace años atrás, se estaba cumpliendo. Ambos enamorados y con el afán de formar una familia, nos introdujimos al mundo de la paternidad. Claro que no contaba con que él se hiciera amiga de su estilista hasta el punto de salir junto a ella en cada foto que los mismos paparazzi captaban cuando él caminaba por las calles de L.A.

No era una mujer celosa, sabía lo que significaba tener a Pedro en mi vida. Su fama cada día aumentaba, y no era para menos. Su personaje en The Last Of Us, fue lo que lo impulsó definitivamente a ser el hombre más deseado por las féminas. Me parecía divertido e incluso, me sentía orgullosa de tener a un hombre tan carismático y humilde en televisión. No había duda alguna que Pedro Pascal era un rompe corazones, pero ello, literalmente, me estaba rompiendo el corazón a mí.

Desperté después de sentir la puerta principal abrirse. Me levanté y bajé las escaleras, encontrándome a Pedro hablando por teléfono. Se reía divertido, algo que hizo trizas mi alma ya que, hacía tiempo no lo escuchaba reírse de aquella forma. Le observé en la escalera mientras el caminaba por el living y dejaba su maleta apoyada sobre una de las paredes de la casa.

Cuando sus ojos se cruzaron con los míos, noté cierto indicio de tristeza.

—¿Hace cuánto estas despierta? —Me preguntó, acercándose hacia a mí, subiendo un escalón para queda un poco más bajo que yo. —Joe, está durmiendo?

—Intentó quedarse despierto para recibirte. —Le dije, seria. Pedro intentó besarme, pero esquivé su gesto. Bajé las escaleras y me dirigí hacia la cocina. Me apoyé en el borde de la mesa y le miré, sin poder comprender cómo y en qué momento habíamos llegado a sentir tanta frialdad. O al menos, eso sentía yo cuando estábamos juntos; una oleada de frio y tensión que en cualquier momento nos impactaría.

—¿Qué pasa, Pedro? —Suspiré. Pedro se encogió de hombros, casi desinteresado. —¿Qué nos está pasando?

—No sé a qué te refieres, ____________. Yo siento que está todo normal.

—Pedro, ¿a esto le llamas normalidad? —Espeté, comenzando a sentirme molesta y atrapada en mi misma, sin poder expresar lo que sentía respecto a la situación.

—Ambos sabíamos que esto nos iba a afectar a los dos, y aun así, seguimos...

—Lo hice porque te amaba, Pedro. Y aún lo hago, pero tú... —Respiré profundo. Las palabras quedaban estancadas en mi garganta. —No estoy ni siquiera segura de lo que tú sientes por mí.

—Bah, ____________. —Bufó ahora molesto. —Lo mismo de nuevo? Cuantas veces te tengo que decir que estamos bien, que no sucede nada con nadie. Estoy cansado, ____________. Tengo muchos proyectos que atender...

—¿Tantos que te das el lujo de salir con tu estilista y no con tu hijo? —Arremetí, sacando la furia dentro de mí. Pedro abrió sus ojos, asombrado. No siempre elevaba la voz pues, mi profesión como psicóloga, me había ayudado adoptar una postura mas bien donde guardaba la calma, pero esta vez, mi cuerpo comenzaba a responder a la defensiva.

—Connie no tiene nada que ver en todo esto, _____________. Es mi estilista, es obvio que debe estar conmigo, más ahora que tengo que ir de un lado a otro.

—Por favor, Pedro. No soy estúpida. —Reí irónica. —¿Las fotos dicen mucho, sabes? No me ocultes lo que ambos sabemos que es cierto.

—¡No te he ocultado nada, maldita sea! —Explotó furioso, dando un golpe con su puño a la mesa frente a él. —Trato de darte lo mejor, _____________. Joe tiene el mejor colegio, el mejor ambiente, tú puedes seguir con tu trabajo, nadie te acosa, ¿qué más quieres?

—¡Te quiero a ti con nosotros, Pedro! No te das cuenta que todo esto se está desmoronando? Yo igual he hecho esfuerzos por mantener la relación a flote. No creas que eres el único, pese a todo, al pronóstico de tu futuro desde que debutaste como Joel, sabía que todo iba a cambiar. Y aún así, me quedé a tu lado. ¿Sabes por qué?

—______________, cariño. De verdad, no quiero seguir con esta discusión.

—Porque te amo, idiota. Por eso estoy contigo. Me da lo mismo lo que ganas en tus proyectos, lo famoso que eres, me da exactamente lo mismo la vida de lujos que vas a tener. Pero tú... al parecer no lo estás valorando.

Cada palabra, la escupía sin remordimiento, y es que eso era lo que estaba sintiendo en aquel momento. A Pedro, cada vez alejarse más de nosotros, pese a que él, dijera lo contrario. Pedro se sentó sobre una de las sillas y tomó su cabeza entre sus manos, agotado. Me sentí culpable por haberlo recibido de aquella forma, pero ver a nuestro hijo llorar por querer ver a su padre después de una semana sin verlo ni recibir llamada, me rompió el corazón e hizo que mis sentimientos protegieran más a mi hijo que a Pedro.

Me senté en la cabecilla de la mesa y lo observé en silencio. Algo me decía que nada estaba bien y que el problema principal de la relación se avecinaba. Llené mis pulmones de aire y exhalé lentamente, tratando de mantener la calma.

—Pedro, sólo se sincero conmigo. Es lo único que te pido. No lo hagas por mí, hazlo por Joe. —Pedí, ya comenzando a sentir mis lágrimas mojar mis mejillas.

El actor me miró y no pudo evitar emanar lagrimas también. Negó varias veces con su cabeza, tratando al igual que yo, de calmarse.

—No se merecen esto, _____________. —Dijo finalmente. Mi pecho se apretó. Volví a respirar profundo, en un acto por volver a exhalar para regular mi emoción. —Intenté hacer de esta relación, la mejor tanto para ti como para Joe. Pero no pude.

—¿Tienes algo con Connie? —Quise saber. Pedro se mordió el labio inferior. —Pedro, por favor...

—No tenemos nada. —Me dijo, pude sentir la seguridad en su tono de voz, pero algo más faltaba. —Pero he comenzado a sentir cosas por ella.

Sus palabras fueron como sentir miles de baldes de agua fría. Sus palabras cayeron sobre mí, dejándome paralizada por unos minutos. Cuando mi cerebro logró comprender la situación y lo que se avecinaba, pensé en Joe y en su bienestar.

—Entiendo. —Musité, cabizbaja. —Era cuestión de tiempo, ¿no? —Solté una risita que camuflaba mi nerviosismo y deseos de llorar. —Yo te mencioné un día, antes de que naciera Joe, que en mi vida podría querer mucho a alguien, pero no transo el bienestar de mi hijo. Este es el caso en donde yo no transaré el bienestar de Joe.

Dicho aquello, me levanté del asiento y posé mis manos sobre el borde de madera de la silla. Miré a Pedro, quien me miraba con seriedad, seguramente, dado a lo que se avecinaba.

—Joe y yo tomaremos otro rumbo. —Dije. —Esto era lo que quería saber, y lo supe finalmente. Mis sospechas se hicieron realidad.

—_____________, lo siento tanto. —Murmuró, dolido.

—Pedro, no hagamos esto más difícil de lo que es esta situación ahora. —Mi voz comenzaba a quebrarse. —Nos iremos durante la mañana. Podrás despedirte de Joe. Te llamaré para que podamos llegar a un acuerdo de los días que verás a nuestro hijo. Eres libre, Pedro.

—¿Libre? ¿A costa de qué? —Discrepó.

—De tus deseos. —Le dije. —De lo que sientes por Connie y no por mí.

Dicho aquello, me alejé de él hacia el dormitorio de Joe, quien descansaba aún sobre su cama. Volví acariciar el cabello del pequeño, ahora, rompiendo en un llanto silencioso. El problema, evidentemente nos afectaría a todos, pero más, a Joe, quien era la luz de los ojos de Pedro. 

Pedro Pascal - Joel Miller || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora