1. Lo que esconde el vacío

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Ahí estaba él, el hombre sin corazón una vez más haciendo de sus fechorías. Matando por deber u obligación sin temor o duda alguna. Sin remordimiento o pesar. Quizás con molestia, porque matar a alguien debía ser una tarea muy tediosa. Pero lo hacía, sin más. No tenía claro el motivo por el cual hacía las tareas. Estaba confundido, pero una cosa era cierta. ¿Él?, ¿corazón? No tenía. Y lo sabía. No importaba cuánto le intentarán matar o cuánto le hicieran pensar. No tenía razón por la cual sostenerse a la vida. Nagi Seishiro, quien vestía una camisa abotonada verde musgo de manga tres cuartos y un pantalón del mismo color, junto a unas sandalias y un cubrebocas negro. Llevaba su misión de matar a unos vándalos por encargo. Cuando acabó, fue al río más cercano para quitarse la sangre y después caminó hacia las afueras de la aldea. Se encaminó hacia la casa del jefe de la aldea, con el fin de comentarle un deseo que tenía carcomiéndolo desde hace días atrás. Al llegar, tocó y lo dejaron pasar.

Nagi se arrodilló mientras comenzaba a decir su petición.

—¿Qué quieres abandonar tu rol en la sociedad? ¡Imposible! —dijo el jefe alterado.

Acto seguido, salieron los compañeros asesinos de Nagi y lo ataron. En consecuencia, lo habían capturado y sí, no se le veía un buen destino ahora. Pues, lo llevaron hacia quién sabe dónde. Él no tenía ni la menor idea, pues le habían vendado los ojos.

Una vez que lo desvendaron los ojos, vio que seguía atado. Tenía sus brazos detrás de su espalda con sus muñecas atadas por atrás. Llevaba su misma ropa y lo hacían caminar hacia una celda. Como todo un criminal.

—Mierda —dijo Nagi hastiado.

Luego, llegó Chigiri Hyoma. Un espadachín de nivel maestro, el cual le asignaron como tarea principal escribir en sus notas detalles importantes de la vida del hombre sin corazón. Él usaba una yukata de color negro con un lazo a nivel de su cintura de color rojo. Poseía un cabello de tonalidades rosadas y éste estaba largo. Le llegaba su cabello hasta la altura de sus hombros.

Nagi no se quejó de hablar sobre su vida. En ese momento le comentaba porqué le apodaban así, y a su vez le comentó sobre su inmortalidad. Le habló sobre que intentaron quemarlo y descuartizarlo y nada de lo anterior tuvo el efecto que esperaban los que querían asesinarlo.

—Pero, me dio la sensación de que te resististe cuando intentaron descuartizarte —dijo Chigiri cerrando su libro de anotaciones y por ende dejando de escribir.

—¿Qué? ¿Resistirme? —Nagi alzó una ceja—. Pero si yo me quiero morir. Estoy cansado de esta vida.

—Sí —Chigiri se levantó de su silla—. Pienso que no quieres morir en realidad.

Nagi calló. ¿Realmente era así, o sólo lo quería confundir?

—Puedes usar el ninjutsu ¿no? —preguntó Chigiri con notorio interés.

—Pero claro, soy un shinobi después de todo.

—No, me refería a si podrías mostrármelo ahora.

—No, eso sería una molestia —dijo Nagi suspirando.

Chigiri entendió la situación, se retiró del lugar y un espadachín se acercó a él en las afueras de la cárcel.

—Los preparativos están listos.

Pasaron un par de horas, Nagi estaba enfrascado en sus pensamientos sobre a qué se refería con resistirse a la vida, cuando de repente llegan unos sirvientes de los espadachines, y abrieron la celda, lo sacaron y lo hicieron caminar aún atado. Acto seguido, lo llevaron hacia una sala en donde estaba Chigiri de espaldas a él. Una vez que éste se percató de que había entrado el hombre sin corazón, se dio la vuelta.

La razón de su existirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora